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En torno al centrismo político en España


(Tiempo de lectura: 3 - 5 minutos)

Para algunos historiadores, el centro político ha sido un lugar de encuentro, un punto de confluencia entre los sectores más moderados de los partidos de izquierdas y de derechas. Como ha señalado José Vidal Pelaz, ha habido personas que, en cambio, han valorado más su esencia, su actitud, por lo que, de esta manera, el centrismo vendría a ser sinónimo de pacto, de convención, de una clara voluntad de acuerdo entre diferentes corrientes de pensamiento. Más críticamente, algunos politólogos han descalificado al centro, al criticarlo y presentarlo como un disfraz, el cual oculta a sectores de la derecha que -con un claro sentimiento de culpa- desean hacerse perdonar por las izquierdas. Críticas que muchas veces han venido de los extremos políticos del arco parlamentario.

No ha faltado quien haya visto al centrismo simplemente como una mera estrategia electoral, que intenta superar al ya denostado concepto de "las dos Españas" y que puede ser utilizado por formaciones centroderecha y centroizquierda. Ha habido quien reivindica el centro como una ideología con identidad propia y quien lo considera tan solo un instrumento para conseguir unos objetivos políticos.

En el siglo XIX, la posición centrista nace como consecuencia del nacimiento de dos grandes tendencias políticas en el reinado de Fernando VII: los realistas y los liberales. El centro fue ocupado por afrancesados y reformistas, partidarios de un modelo de Monarquía templada no revolucionaria, teniendo su oportunidad en los gobiernos que se suceden desde 1834 hasta 1836. La consolidación de los grandes partidos en el reinado de Isabel II, el Moderado y el Progresista, colocó a carlistas y republicanos en los extremos, naciendo una agrupación electoral centrista liderada por Leopoldo O´Donnell llamada Unión Liberal que agrupaba a "los moderados más progresistas y los progresistas más moderados", la cual tuvo su mayor esplendor durante el llamado gobierno largo de 1858 a 1863. Uno de los problemas de la Unión Liberal es que había más progresistas y moderados reciclados que auténticos unionistas, por lo que atravesó diversas crisis internas, pero no desapareció hasta el Sexenio Revolucionario (1868-1874).

La Restauración canovista giró en torno, nuevamente, a dos grandes partidos: El Conservador y el Liberal-fusionista, que intentaron absorber a sectores centristas e incluso más extremos, dejando fuera tan sólo a carlistas y republicanos no posibilistas. La crisis del régimen de la Restauración, a partir de 1917, motivó la aparición de algunos partidos centristas o reformistas, como el Partido Social Popular, pero de efímera vida. La Segunda República conoció el desarrollo extraordinario de numerosos partidos con representación parlamentaria, donde también el centro apareció -como las derechas e izquierdas- dividido en muchos partidos.

El centro no volvió a aparecer hasta la España de la Transición, cuando algunos historiadores lo han definido, ante todo, como una renuncia. Una dimisión a la imposición de los propios puntos de vista, una renuncia a los programas de máximos, acompañada por una voluntad de acuerdo con los contrarios. Esta postura política tuvo, qué duda cabe, sus riesgos, al colocar a quien asumía el centrismo en una postura de debilidad frente al adversario. Pero ese fue realmente el mérito de la Transición liderada por la UCD: una renuncia a los maximalismos de unos y de otros en beneficio de un proyecto compartido para España, basado en dos ideas esenciales, la reconciliación entre los españoles tras la guerra civil y el franquismo y la construcción de un régimen democrático bajo el paraguas de la monarquía parlamentaria. Ese fue el programa de UCD, que comprendió que para alcanzarlo debía compartirlo con las principales fuerzas de la oposición, comunistas y socialistas. Así, las dos grandes formaciones políticas -entendidas a grosso modo como "las derechas" y "las izquierdas"- pusieron las bases para un futuro en paz y libertad, excluyendo a los extremismos, claro está o autoexcluyéndose ellos. Como ha señalado Juan Pablo Fusi, la transición fue el momento de "Refundación de España".

La UCD -unión de liberales, democratacristianos y socialdemócratas- ganó las elecciones generales de 1977 y 1979 pero perdió las de 1982 que dieron la victoria al PSOE, desapareciendo el partido centrista definitivamente. En 1986 se produjo el experimento del Partido Reformista Democrático que pretendió -con el apoyo económico de sectores empresariales- ocupar el espacio centrista, en pugna con el pequeño partido CDS (Centro Democrático y Social) del expresidente Adolfo Suárez. Al ser su principal cabeza de lista un político catalanista, Miguel Roca, quizá ello explicase su tremendo fracaso electoral frente al CDS que tuvo una pequeña época de esplendor como partido bisagra entre PP y PSOE hasta inicios de los años 90 cuando lentamente desapareció.

El bipartidismo se consolidó y tanto PSOE como PP pelearon por el votante centrista con tal eficacia que sólo el desgaste de los anteriores -a partir de 2015- favoreció la aparición, a escala nacional, de un proyecto centrista llamado Ciudadanos, en principio nucleado en torno al espacio político catalán. Este partido, nuevamente, también ha sufrido sus crisis, sobre todo tras las últimas elecciones generales, vascas y catalanas. A pesar de ello, un partido exclusivamente centrista puede que tenga una nueva oportunidad en el futuro, pues su idea semeja, en ocasiones, a un ave fénix.

El lector interesado puede acudir a:

Monográfico "El centro político en la Transición y los problemas de España", revista Memoria y civilización, vol. 23, 2020.

Fusi, Juan Pablo, «La democracia en España: la Transición en perspectiva» en España constitucional (1978-2018), dir. Benigno Pendás, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2018, pp. 319-329.

Moral, Antonio, O´Donnell. En busca del centro político, Madrid, gota a gota, 2018.

Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.