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La historia y sus lecciones


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Siempre he observado con envidia sana como la poderosa maquinaria de Hollywood ha mitificado hitos históricos de Estados Unidos. Gracias al cine y ahora también a las plataformas de contenidos, los principales acontecimientos norteamericanos engrosan el imaginario colectivo global. Por esta vía, no sólo la ciudadanía de allí tiene un amplio conocimiento de su historia, reforzado indudablemente por su sistema educativo. Es que, además, estos episodios del devenir estadounidense forman parte de la cultura de personas de otros muchos puntos del planeta a través del amplio catálogo de películas y series a nuestro alcance. Por este motivo, hay sectores de la población española que saben más de lo acaecido al otro al lado del Atlántico y de la obra y milagros de sus personajes más destacados que de nuestra historia y nuestros referentes, siendo la española más extensa y más rica sin incurrir en un exceso de chovinismo ni en el patrioterismo ramplón de himnos y banderas. Se echa de menos, tal vez, ese gran altavoz y un modelo de enseñanza que hubieran puesto en valor cómo se ha ido construyendo este país tan viejo, diverso y plural con todas sus luces y todas sus sombras.

Esta reflexión viene al hilo de una encuesta dada a conocer con motivo del 40º aniversario del golpe de estado fallido del 23 de febrero de 1981 y que concluye que siete de cada diez jóvenes de este país no sabe quién fue Tejero o que hubo una intentona golpista militar en aquella fecha. Un hecho de tanta relevancia, que pudo cambiar la historia de España y liquidar nuestra democracia, es ampliamente ignorado por una inmensa mayoría de nuestra población de entre 18 y 34 años. Es alarmante esa nebulosa cognitiva en acontecimientos tan cercanos en el tiempo y que tanta incidencia pudieron tener en nuestras vidas. Esta distancia, que no sólo es intelectual, sino también emocional, preocupa y casi asusta… Porque recurriendo a esa sentencia tan extendida: el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

No se trata de saberse de memoria la lista de los reyes godos, todas las fases de la Reconquista o las guerras carlistas al detalle. Para eso están las bibliotecas o las nuevas herramientas tecnológicas, que tanto y con tanta celeridad nos acercan el conocimiento. En cambio, sí tenemos que disponer de los rudimentos y las bases para entender cómo es España y cómo hemos llegado hasta aquí. Para interpretar el presente y afrontar el futuro con garantías se ha de conocer el pasado. Evitemos que la más grande lección de historia sea, como escribió Huxley, que nadie aprendió las lecciones de la historia.

Por eso, ha sido muy oportuno el acto celebrado ayer en el Congreso de los Diputados para rememorar que la democracia derrotó al golpe de estado en 1981. El ruido de sables se disolvió en apenas 24 horas por las ansias de libertad del pueblo español y la respuesta firme del poder democrático y constitucional. Este momento histórico permitió, sin duda, consolidar nuestras instituciones y fortalecer nuestro estado democrático y de derecho. Ésta es una de las muchas razones que nos sitúan hoy entre las 23 democracias plenas del mundo, de acuerdo con el último Democracy Index elaborado por ‘The Economist’. Pero la democracia es frágil y hay que defenderla a diario con palabras y, sobre todo, con hechos.

Pese al buen estado de salud de nuestro estado de derecho, uno de cada tres jóvenes que han participado en el sondeo publicado por ‘La Razón’ cree que podría repetirse un golpe de estado. Aunque ni de lejos se dan hoy las circunstancias de los primeros años de la Transición, la irrupción de la extrema derecha en el tablero político no nos debe hacer bajar la guardia. Razón de más para conocer nuestra historia y no repetir errores. Si tenemos presente nuestro pasado, seremos capaces de valorar el inmenso salto en progreso, derechos y libertades producido en estas cuatro décadas y media de democracia. Con esta visión retrospectiva, la involución sería una hipótesis inviable, imposible, a nadie se le pasaría por la cabeza ni siquiera remotamente. Por tanto, no frivolicemos con este bien preciado, no juguemos con irresponsabilidad con las cosas del vivir y del convivir, y sumemos para robustecer nuestra democracia.

Senador socialista por Andalucía, y periodista.