La extrema derecha siempre vuelve al lugar del crimen
- Escrito por Javier García Fernández
- Publicado en Opinión
El asentamiento de la democracia representativa en Europa a partir del final de la Primera Guerra Europea (Constituciones alemana y finlandesa de 1919, austriaca y checoslovaca de 1920, polaca de 1921 y, tardíamente, española de 1931), fue acompañado de un fenómeno que no se había dado hasta entonces, la aparición de movimientos de masas de extrema derecha con la vocación declarada de destruir la recién nacida democracia representativa.
El fenómeno se inició en Alemania tras la proclamación de la República con los grupos de militares desmovilizados que acabarían confluyendo, años después, en el Partido Obrero Alemán Nacional Socialista y que contribuyeron a sofocar la Revolución Espartaquista. Tras Alemania, la extrema derecha emergió en una Monarquía Constitucional muy poco democrática, como era Italia y siguió en versión castiza en España con el golpe de Estado de Primo de Rivera, que hasta intentó crear un partido parafascista, la Unión Patriótica. En los años treinta la extrema derecha se fortaleció en Francia y también en la España republicana.
Obsérvese que deliberadamente utilizo la expresión “extrema derecha” y no fascismo, porque el fascismo es sólo una parte del fenómeno más amplio de una extrema derecha autoritaria y enemiga de toda democracia. El ejemplo francés y español de los años treinta apoya esta idea. En Francia, en torno a los sucesos de febrero de 1934, los grupos fascistas eran sólo una parte de los enemigos de la democracia, pues estaban también los grupos monárquicos (especialmente Acción Francesa) y en la España republicana los enemigos de la democracia no eran tanto los fascistas de Falange (por ser un grupo reducido), como los monárquicos de extrema derecha de Renovación Española y gran parte de la CEDA y del Partido Agrario, todos los cuáles no eran demócratas, pero tampoco fascistas. Fueron los monárquicos (como se ve en la reciente obra de Ángel Viñas El gran error de la República) quienes apuñalaron a la República gracias a sus acuerdos con el Gobierno fascista italiano.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la extrema derecha, conectada al fascismo derrotado, quedó inicialmente relegada de la política de las democracias europeas occidentales, pero pronto reapareció, bien en grupos claramente fascistas en Italia y en Alemania Occidental, bien en grupos de extrema derecha, pero no exactamente fascistas (la OAS en Francia al final de la Guerra de Argelia). Esa dualidad de una extrema derecha enemiga de la democracia y un fascismo declarado sigue proyectándose hasta nuestros días, en Alemania, en Francia, en Italia… y en España.
La campaña electoral para la Asamblea de Madrid nos está mostrando que la democracia española posee elementos de debilidad que la hacen más frágil de lo que podríamos pensar. Esos elementos de debilidad provienen de la fuerte incidencia que la extrema derecha, fascista o no fascista, empieza a tener en la política española, como se ve ahora en la Comunidad de Madrid. Tras el incidente del debate de la Cadena SER, donde una candidata, Monasterio (con “tono desabrido, agresivo, ofensivo”, como dice el editorial “El regreso de la política deleznable” de La Vanguardia, de 28 de abril de 2021), provocó a Iglesias Turrión, nos hemos dado cuenta (y así lo vieron el 24 de abril los editoriales de El País y La Vanguardia) de que la política española está degradándose y que esa degradación debilita a la democracia en beneficio de los modelos y visiones autoritarias y dictatoriales. Pero, en realidad, esa degradación y esa aparición de modelos y visiones autoritarias y dictatoriales no ha nacido en la campaña electoral de Madrid, sino tras el éxito electoral de Vox en noviembre de 2019 y en las autonómicas de mayo de 2019. Ahí surge el problema con una doble dimensión, a saber: a) porque hay cerca de cuatro millones de electores que han votado al fascismo de Vox; y b) porque el Partido Popular no ha tenido problema en apoyarse en los fascistas de Vox para gobernar en la Comunidad de Madrid, en Andalucía, en la Región de Murcia, en Castilla y León y en el Ayuntamiento de Madrid.
Es verdad que la pujanza rápida de Vox denota que la extrema derecha que estaba agazapada dentro del Partido Popular se ha independizado de éste y quiere tener voz propia, pero lo preocupante no es que haya tanta extrema derecha (la hay en Francia todavía con más intensidad, en Alemania, en Italia y en Estados Unidos a través del trumpismo), sino que a través del Partido Popular está teniendo influencia en algunas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos.
Y aquí es donde surge la dicotomía extrema derecha/fascismo. El fascismo está representado por Vox, pero siendo preocupante no es un peligro para la democracia española sin el apoyo de la extrema derecha que se ha alojado en el Partido Popular, ese Partido Popular que acepta el apoyo de Vox en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Por eso, para derrotar al fascismo de Vox hay que derrotar a la extrema derecha del Partido Popular, cuyo triunfo en la Comunidad de Madrid abriría la puerta al fascismo. Porque el triunfo de la extrema derecha en la Comunidad de Madrid tendría como consecuencia:
─ que el fascismo de Vox gobernaría en la Comunidad de Madrid, incluso con Consejerías y hasta quizá con la Presidencia de la Asamblea;
─ que en la tesitura de que el Partido Popular gobierne en clave de centro o en clave de extrema derecha, gobernará en clave de extrema derecha;
─ que gobernar en clave extrema derecha supone una degradación del Estado social y una marginación de los símbolos de identidad democrática de España en beneficio de la simbología franquista;
─ que la Comunidad de Madrid se convertiría en una segunda Cataluña, en confrontación permanente con el Estado, debilitando la propia democracia;
─ que la extrema derecha en general, y el fascismo de Vox en particular, reforzarían su legitimidad como elementos estructurales del Estado democrático cuando son, precisamente, los dinamiteros de la democracia;
─ que la vida política, es decir la relación entre los órganos constitucionales y estatutarios, las relaciones entre los partidos y las relaciones entre los ciudadanos y los órganos del Estado pueden hacerse muy conflictivas, porque la extrema derecha introduce elementos de lucha y de crispación como se observa en todas las actuaciones de Díaz Ayuso y de Monasterio.
Por todo ello, la izquierda debe vencer a la extrema derecha y formar un Gobierno progresista en la Comunidad de Madrid. No es una cuestión que afecte a una sola Comunidad Autónoma. Es que afecta a la democracia española. Madrid no pude ser el nido del fascismo, como lo fue a partir del 1 de abril de 1939.
Javier García Fernández
Subsecretario de Cultura y Deporte, Director general de Reclutamiento y Enseñanza Militar en el Ministerio de Defensa, Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Secretario General Técnico de los Ministerios de Vivienda, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Delegado de España en la primera reunión Intergubernamental de expertos sobre el anteproyecto de convención para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, organizada por la UNESCO, en los años 2002 y 2003.
Fue fundador y director del anuario Patrimonio Cultural y Derecho desde 1997. Hasta la fecha ha sido también vicepresidente de Hispania Nostra, Asociación para la defensa y promoción del Patrimonio Histórico.