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Acuso y desafío


(Tiempo de lectura: 4 - 7 minutos)

Yo acuso. Es una cuestión de dignidad científica y académica. El acoso al Centro de Investigaciones Sociológicas, precisamente en su etapa de mayor trasparencia (nunca antes se publicaron los modelos de estimación de voto), alcanza un nivel que roza lo escatológico (segunda acepción RAE). La campaña de descalificación contra el presidente del CIS, el profesor José Félix Tezanos, es un cruce de caminos en el que coindicen francotiradores “freelance” buscando el minuto de gloria, bandoleros de opinión demediada e intereses partidarios. Siendo buena persona, en su momento el primer pensamiento fue que las críticas procedían de la ignorancia metodológica. Realmente no saben de metodología de encuestas o modelos (la ciencia, el mercado, la política o el periodismo tiene muchas puertas de entrada) y de ahí la reacción.

Sin embargo, en un análisis objetivo y frío, se cae en la cuenta de que no existe el más remoto atisbo de comentario empírico o técnico. Todas, absolutamente todas las opiniones son descalificadoras sin aportar un único dato u observación rebatible o debatible. El especialista tal dice que “un horror”, la de más allá “un desprestigio” y así en retahíla rebotando de medio en medio en un mantra vergonzoso de opiniones. Solo opiniones sin fundamento empírico o metodológico, insultos sin más allá que la destrucción. No es, por lo tanto, una cuestión de ignorancia, es una cuestión de mala fe. Atacar el prestigio de alguien sin mayor base que la opinión, el insulto y la descalificación, sin argumentos tienen un nombre, y comparte siglas con una marca de equipos de informática.

Cuando lea, ya sea en pasado, presente o futuro, una descalificación del CIS (o de cualquiera, ya puestos) sin aportar una mínima reflexión de naturaleza metodológica o dato, debería quedarle claro que no es ignorancia, es canallada. Otro aullido más que se unía a la jauría. Por eso, tanto documento compilando opiniones subjetivas de personas con la “boca caliente” y la intención fría. No hay dato, solo maledicencia elevada a la categoría de argumento.

Para mayor gravedad, en un juego de espejos, se acusa al CIS de hacer lo que precisamente algunos están haciendo: manipular la opinión pública mediante encuestas, cuyos resultados publicados solo recogen la opinión de los que las encargan. Y los que las encargan apoyan la tesis de que la derecha gobernará, aunque el mensaje de la derecha triunfante tenga que pasar por encima de la realidad. Me gustaría conservar las mayúsculas en la frase siguiente: PRÁCTICAMENTE NUNCA PUBLICAN LA INTENCIÓN DE VOTO QUE EXPRESA LA CIUDADANÍA. Juegan a la trasparencia, pero trafican con sobreentendidos: afirman que publican la intención de voto de la encuesta, pero no lo hacen. En la mayoría de los casos, la supuesta “intención de voto” es el bulo parido por un modelo desconocido apadrinado por el cliente. Y eso creeré como verdad científica objetiva hasta que publiquen sus datos brutos junto a la estimación. Se puede llegar a aceptar (no como ciencia, pero sí respetando la presunción de que tienen científicamente conciencia) que no deseen publicar sus modelos de estimación de voto, el procedimiento por el que “corrigen” (tiene guasa la expresión) la opinión de la gente.

Pero, la única razón que me viene a las neuronas para no publicar la intención de voto, aquello que mide honesta, científica y decentemente (desde el punto de vista de la ética de la investigación) la opinión de la ciudadanía, es que les contradice la estimación. En la mayoría de los países civilizados (Alemania, sin ir más lejos) lo que sucede en España sería considerado de salvajes: publican estimación y no la intención. Si el orden entre lo que dicen los ciudadanos (el partido que prefieren votar) y el que ellos promueven se contradicen, tendrían que dar muchas explicaciones. Al menos algún medio de comunicación que respete a sus audiencias debería de darlas. Donde están los de Newtral cuando se les necesita para verificar la intención de voto que aparece en las encuestas. No es complicado: llamar intención de voto a la estimación de voto es una “fake new”. Prefieren, como buenos trileros demoscópicos, mover los vasos (modelos) haciendo que se pierda de vista la bolita (la opinión de la sociedad). Pero vamos, señores, ya está bien de tomar el pelo a quienes saben algo de metodología. Hablemos de datos. Es meridiano que las estimaciones de algunos medios de comunicación le dan la vuelta entera a la opinión pública, usando el insulto para desprestigiar el trabajo del CIS por remar contracorriente con los datos en la mano y no bailar el agua. Es beneficio asegurado. Algunas casas de encuestas eliminan un competidor y las campañas publicitarias de la derecha un referente objetivo.

Evidencias empíricas; la siguiente es la comparación entre la intención de voto según el barómetro de julio del CIS (efectuado con su propio campo), con el barómetro efectuado en las mismas fechas (con idéntica metodología y un tamaño muestral equivalente) por la empresa Sigma2. En fechas muy próximas se publicaban estimaciones en las que el PP obtenía mayor “intención trilera de voto” que el PSOE.

Lo que aprecian en la tabla 1, tras una comparación de proporciones en columna (con un nivel de significación al 0,05), no es solo que el PSOE tiene mayor intención de voto en ambas encuestas. Es que, además, los porcentajes, aun siendo diferentes, no lo son estadísticamente hablando en la mayoría de los partidos. Las diferencias aparecen en tres dimensiones: en los partidos pequeños de ámbito nacionalista y “otros partidos”, en VOX y en la menor indecisión de voto (opción “no sabe todavía”) en el campo de Sigma2. No existen estadísticamente diferencias significativas entre la intención de voto al PSOE y al PP en las dos encuestas.

La cuestión es hasta qué punto las diferencias en las intenciones de voto observadas en determinados partidos y opciones (como la indecisión) entre las encuestas efectuadas por el trabajo de campo del CIS y las realizadas por el trabajo de campo de Sigma2 corresponde con oscilaciones puntuales propias de la teoría del muestreo u otros factores, como puedan ser los criterios de autoselección y su impacto sobre la no respuesta total, un mayor “probing” sobre las personas entrevistadas para lograr una respuesta, etc.

El efecto de autoselección es especialmente interesante: es decir, que existan personas contactadas por teléfono que rechacen ser entrevistadas al saber que la institución que las realiza es el CIS. En la medida que varios partidos de derecha de ámbito nacional han adoptado el atacar y desprestigiar al CIS como parte de su estrategia política, ayudados por la mala fe de algunos y la ignorancia de otros, intentan que la ciudadanía más militante y con mayor exposición cognitiva se autoexcluya de la muestra. Muy probablemente, por ejemplo, la intención de voto a Vox. El personal técnico del CIS tiene trabajo metodológico e investigación por delante, paradójicamente para controlar metodológicamente los efectos de la campaña de desprestigio que sufre desde hace años. La realidad objetiva: el CIS en España es hoy en día la única fuente de datos fiable que ofrece información abierta, trasparente y evaluable. Casi todo lo demás son tintas de calamar (Bioy Casares y Borges).

Y tras el acuso, el desafío. Desde estas líneas desafió a cualquier crítico o crítica de las encuestas del CIS, sea “científico”, “académico” o “insultador profesional”, que añada el hecho empírico o metodológico que avala lo que ya conocemos por público y publicado: su acoso descalificador. Prohibidos los adjetivos y expresiones del “yo pienso, yo creo, yo opino”. La pregunta es ¿qué hay en la metodología del CIS y en sus datos que le hacen aborrecible? Y no me hablen de series que nunca lo fueron (la estimación de voto) y argumentos parecidos. O de interpretar los resultados electorales como si fuesen los datos de referencia para estimar los coeficientes de ajuste de un modelo (error medio absoluto, etc.). Raphael cantaba “Hablemos del amor” y aquí se desafía: “Hablemos de ciencia y metodología”.

Catedrático de Sociología Matemática.