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Del desbordamiento y el mito de las renovables


(Tiempo de lectura: 3 - 5 minutos)

Suena lejano, pero los problemas ambientales están en el mismo sitio que los dejamos cuando el foco de los medios se retira para centrarse en otro asunto. Además, haciéndose cada vez más graves, actuando con independencia de esos políticos que deberían haber culminado la pasada cumbre climática con un acuerdo de políticas concretas. La cumbre de Glasgow, si algo ha culminado, es el proceso de conversión de un acto político en un espectáculo. Hay que ir y ser más beligerante que nadie contra el cambio climático, aunque vayas y vuelvas en el día en un avión, como hizo Boris Johnson. Ahora sabemos que tenía fiesta en casa, y tenía que atender a las visitas: las prioridades han quedado claras.

Y frente a las luces y las cámaras de un espectáculo nos anuncian otro nuevo, una cuarta revolución industrial, green new deal o como queramos llamarlo, basada en inversiones a gran escala en energías renovables, nuevas tecnologías para su desarrollo, nuevas infraestructuras verdes,… Sucede que, en efecto, va a ser un espectáculo. Es más de lo mismo, gastar muchísimo dinero en grandes obras y desarrollar tecnologías, pero que nos van a dejar igual (o peor). Boris, Bill y Barack se han paseado por Glasgow diciendo que no nos esforzamos como deberíamos, que hay que hacer más (y gastar más dinero en ciertas inversiones, claro). Sí, el mismo Obama que se desentendió del cambio climático en Copenhague nos dice que no estamos donde deberíamos. Y sí, el mismo Gates que gana dinero con la industria que más energía consume nos dice lo que tenemos que hacer (y claro, saca un libro que obviamente hay que comprarse…). Del primer ministro británico no voy a hacer comentarios.

El problema es que el cambio climático no es el problema. Es una manifestación más de un conjunto de fenómenos al que los científicos denominan Cambio Global, que tiene un origen muy claro: el desbordamiento. También conocido como extralimitación, overshooting en su denominación en inglés, el desbordamiento es el consumo excesivo de recursos de nuestra base biofísica, un tema que he comentado en artículos anteriores a propósito del momento en el año en el que superamos ese límite anual.

Combatir el cambio climático es solo atajar un aspecto limitado, una manifestación muy concreta del desbordamiento. Centrarse en él en exclusiva nos va a llevar a tomar decisiones equivocadas. Un ejemplo claro sobre esto es, precisamente, las energías renovables: tal y como se está planteando su implantación van a agravar los problemas globales, y específicamente la cuestión de fondo, el excesivo consumo de materiales, biorecursos y energía.

Las energías renovables (las de verdad, porque el uranio y el plutonio no son renovables) son una solución en un contexto en el que reducimos ese consumo conjunto de materiales y energía (esto es, ahorro y eficiencia), y de esa forma nos permitirán seguir disfrutando de una fuente energética limpia, renovable y asequible. Sin embargo, se están planteando como una alternativa de producción con el mismo modelo de consumo energético actual, y de esa forma nos enfrentaremos con tres serias limitaciones.

Para empezar, necesitan energía fósil para su fabricación y eventual despliegue, junto con la necesidad de materiales que ya se encuentran “en vías de extinción” y cuya extracción tiene costes ambientales crecientes. Ya mencione en un artículo anterior la delicada situación en la que se encuentran las reservas de ciertos minerales y materiales que, debido a su escasez y a su creciente demanda, es cada vez más difícil pensar en un uso generalizado. Eso por no hablar de otros materiales genéricamente conocidos como “tierras raras”: difícil encontrar un nombre más apropiado.

La segunda limitación es inherente a la primera: la gestión de los residuos. Aún con las mejores tasas de reciclaje posibles para atenuar las nuevas necesidades de materiales (lo que ya es una fantasía), nos encontraríamos con la necesidad de retirar y reemplazar los equipos instalados, lo que exige de nuevo cantidades ingentes de combustibles fósiles, y tratar los componentes obsoletos.

Y como colofón, la tercera, qué tal vez es la más grave: solo producen electricidad. Cabe recordar que solo la quinta parte del consumo energético mundial es electricidad, y las posibilidades electrificar el resto son limitadas. Además, el volumen de infraestructuras necesarias para esa electrificación requeriría tal volumen de materiales y energía que es, en este momento, inabordable. Y eso suponiendo que el petróleo no se agote.

Como he dicho antes, son una solución en un contexto de reducción del consumo, y en ese contexto, además, pueden servir para atenuar diferencias territoriales como las que tenemos en España. El rechazo que se ha empezado a detectar frente a la instalación de parques eólicos o solares es una respuesta lógica de comunidades que quieren dejar de ser “espacios de extracción”. Seguir en el camino que se ha iniciado no es solo continuar por una vía insostenible, es también generar rechazo en aquellos territorios que se convertirán, de nuevo, en espacios residuales.

Nacido en 1967, es economista desde 1990 por la Universidad Complutense. En 1991 se especializó en Ordenación del Territorio y Medio Ambiente por la Politécnica de Valencia, y en 1992 en Transportes Terrestres por la Complutense, empezando a trabajar en temas territoriales, fundamentalmente como profesional independiente contratado por empresas de ingeniería.

Ha realizado planeamiento urbanístico, planificación territorial, y evaluación de impacto ambiental. En 2000 empezó a trabajar en temas de desarrollo rural, y desde 2009 en cuestiones de políticas locales de cambio climático y transición con su participación en el proyecto de la Fundación Ciudad de la Energía (en Ponferrada, León).

En 2012 regresó a Madrid, hasta que, en diciembre pasado, previa oposición, ingresó en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, en el Servicio de Análisis Económico.