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21 de febrero: Presidents Day, un embrollo de cuidado


(Tiempo de lectura: 4 - 7 minutos)

De acuerdo con el calendario festivo estadounidense, el próximo lunes 21 se celebrará el «Día de los Presidentes». Lo que no está claro es a cuál o a cuáles presidentes se conmemora.

Veamos cómo se escribe en inglés. Unos escriben el «Día del Presidente» (President’ Day); otros el «Día de los Presidentes» (Presidents’ Day), mientras que otros, para rizar el rizo, prefieren Presidents Day, que en español significa lo mismo que el anterior. En inglés un simple apóstrofo que cambia de posición o desaparece cambia el significado, lo que denota cierta incertidumbre.

Si se trata del President’ Day eso sugiere que solo se conmemora a un titular de la magistratura suprema de la nación, presumiblemente al primero, George Washington. En cambio, Presidents’ Day insinúa más de uno, lo más probable es que al propio Washington y a Abraham Lincoln, a quienes generalmente se consideran los mejores presidentes.

Presidents Day, sin apóstrofo, implica el promiscuo aniversario de los cuarenta y seis presidentes, lo que, de atender a la clasificación de la BBC, conmemoraría a los «buenos» presidentes como Jefferson, Lincoln o los dos Roosevelt, pero también a los «malos» como Buchanan, Nixon, Tyler o Harding, por no decir nada de Trump, de quien cuanto menos diga, mejor.

Entonces, ¿qué demonios se celebra ese lunes que los estadounidenses aprovecharán para tomarse un buen puente? Pregunta tramposa. La respuesta, estrictamente hablando, no es ninguna de las tres anteriores. Una cosa es cierta: antes de 1971, el cumpleaños de George Washington era uno de los días festivos federales celebrados en fechas específicas que cada año caían en diferentes días de la semana (la excepción era el Día del Trabajo (Labor Day), que siempre se situaba un lunes). Los puentes de tres días estaban, pues, sujetos al albur del calendario.

En su sentido original, el Día del Presidente surgió a finales de la década de 1870, cuando el senador Steven Wallace Dorsey propuso agregar la fecha de nacimiento del "ciudadano" George Washington, el 22 de febrero (lo que ya de por sí es un error), a los cuatro días festivos federales aprobados en 1870, cuyo establecimiento se fijó cuando el absentismo de los funcionarios federales, que declaraban festivo cualquier día que les venía en gana, obligó al Congreso a seguir el ejemplo de algunos estados y a declarar formalmente el Día de Año Nuevo, el Día de la Independencia, el Día de Acción de Gracias y el Día de Navidad como días festivos oficiales en el Distrito Federal.

La idea de agregar el cumpleaños de Washington a la lista federal de festivos simplemente institucionalizó una celebración no oficial que existía mucho antes de la muerte del general. Como se trataba de una propuesta muy popular (lo hubiera sido más eliminar los impuestos, pero eso salía caro), el proyecto de ley requirió poco debate; el presidente Rutherford B. Hayes la firmó en 1879, la ley entró en vigor el año siguiente y se aplicó únicamente a los empleados federales que trabajaban en Washington DC. Ampliar su campo de acción exigió poco esfuerzo: en 1885, el festivo se extendió a los funcionarios federales que trabajaban en los (por entonces) treinta y ocho estados, que gracias al senador Dorsey pasaron a disfrutar de cinco festivos.

Washington y Lincoln comparten Mount Rushmore, pero no el President's Day.

Así las cosas, el cumpleaños de Washington se convirtió en el primer día festivo federal en celebrar el natalicio de una persona. El honor duró menos de un siglo. Todo cambió a partir de 1968, cuando, en uno de los últimos coletazos del reformismo social impulsado por Lyndon B. Johnson a través de su “Great Society”, se modificaron los festivos para crear más fines de semana de tres días con el propósito de animar la economía del sector servicios. Una ley federal de 1968, la Uniform Monday Holiday Act, que entró en vigor en 1971, elevó el tercer lunes de febrero, el putativo cumpleaños de Washington, a la categoría festivo nacional.

Para ajustarse al calendario laboral, el cumpleaños del vencedor en Trenton, Saratoga y Yorktown cambió de su fecha fija del 22 de febrero y se trasplantó al tercer lunes de febrero, como también se hizo con el Día de los Caídos (Memorial Day) que se trasladó al último lunes de mayo. Un día festivo de nueva creación, el Día de Colón (Columbus Day), se colocó el segundo lunes de octubre, mientras que el Memorial Day se reasignó al cuarto lunes de octubre, aunque las protestas de organizaciones de veteranos y de gobiernos estatales forzó su regreso en 1980 al 11 de noviembre, el día en que se conmemoraba el histórico armisticio que mandó la Primera Guerra Mundial al desván de la historia.

Para agregar confusión al aniversario presidencial, el cumpleaños de Washington no es el cumpleaños de Washington. El que es para la mayoría fue el primer presidente (algunos tiquismiquis sostienen que fue el noveno) nació el 11 de febrero de 1731 (según el antiguo calendario juliano, que estaba en vigor en ese momento) y no el 22 de febrero de 1732 (según el calendario gregoriano, adoptado en 1752 en todo el Imperio Británico). Por lo tanto, estrictamente hablando, bajo ninguna circunstancia puede coincidir el cumpleaños de Washington con el Presidents Day (se llame como se llame), que, al ser el tercer lunes del mes, solo puede caer entre el 15 y el 21 de febrero. El cumpleaños de Lincoln, el 12 de febrero, tampoco cuadra en el Presidents Day. Por si a alguno se le ocurre, quedan también excluidos los días del nacimiento de los otros dos presidentes paridos en febrero, William Henry Harrison el “Breve” (nacido el 6) y Ronald Reagan (el 9). ¡Un buen embrollo!

Pero, ¿a qué viene el Día de los Presidentes se escriba cómo se escriba? Según Prologue, la revista de los Archivos Nacionales, se originó por una promoción local de los comerciantes del DC que se extendió por toda la nación cuando minoristas y hosteleros descubrieron que, misteriosamente, los presidentes genéricos rendían más que los individuales, más incluso que el Padre de su país o que el admiradísimo Lincoln (admiradísimo al norte de la línea Mason-Dixon, que todo hay que decirlo y, si no se lo creen, dense una vuelta por Arkansas).

Memorial de Lincoln en el Mall de Washington DC.

Para los comerciantes en general (y para los hoteleros en particular), el cambio de los festivos al lunes fue la gallina de los huevos de oro. Ya habían comprobado que el tradicional lunes en que se había celebrado desde siempre el Labor Day aumentaba las ventas y llenaba los moteles. Pero ¿por qué no convertir un fin de semana de tres días en toda una semana? Dicho y hecho. Los publicistas de Washington se inventaron el reclamo del Presidents Day para animar las ventas tradicionales de los tres días de febrero que pivotaban alrededor del aniversario de Washington, haciendo que comenzaran antes de la fecha de nacimiento de Lincoln el 12 y que finalizaran después del nacimiento de Washington el 22. Como ocurre hoy con el Black Friday, lo que comenzó como un día pasó a ser una semana.

Después de una década de uso local a nivel del DC, el Día del Presidente saltó a nivel nacional. Si uno se toma la molestia de mirar la hemeroteca del Washington Post, comprobará que a mediados de la década de 1980 el festivo había aparecido en unos cuantos anuncios y ocasionalmente en algún editorial de periódico. Aparece con tres "grafías": una sin apóstrofo y dos con un apóstrofo “flotante”. El libro de estilo de Associated Press colocó el apóstrofo entre la "t" y la "s" ("President's Day"), mientras que los puristas gramaticales colocaron el apóstrofo después de la "s" creyendo que “Presidents'” (de los Presidentes) se refería a "muchos" en lugar de al singular "President".

La publicidad cuajó en varios fabricantes de calendarios que, usando su propia ortografía como les vino en gana, comenzaron a sustituir el aniversario del nacimiento de Washington (el putativo, que no el real) por el Día de los Presidentes que, aunque se le llame así así, no es la denominación oficial que continúa siendo la del cumpleaños de Washington sancionada por el Congreso hace ahora 140 años.

 

Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.

En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.

Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).

En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.

En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.