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14 de marzo con una breve reflexión: Filosofía y cristianismo


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

En la historia de la filosofía existe una marca ineludible que ha programado su antes y su después, me refiero a la huella del cristianismo, separando con ello las dos grandes etapas del pensamiento occidental. Sería un poco error creer que el cristianismo es una filosofía, aunque algunos lo consideran así, el cristianismo es una religión, porque ni siquiera se puede hablar con rigor de una filosofía cristiana, pues ese concepto sería igualmente extraño al no acuñar en ello al individuo, es decir que podemos hablar en todo caso de la filosofía de los cristianos en cuanto a cristianos, porque el adjetivo no define el carácter del tipo de filosofía, bien entendido.

Con ello se entiende la situación cristiana de la que el filósofo en cuestión parte. El cristianismo en este sentido ha cambiado decisivamente el transcurrir de la filosofía, en concreto de la metafísica, al modificar esencialmente los supuestos de los que el hombre parte, los supuestos en los que el hombre se ha movido, en definitiva, la situación concreta que existía (por ejemplo, a diferencia de los griegos) antes de su llegada y por tanto antes del comienzo de un nuevo pensamiento o una nueva forma de filosofar.

Cuando uno recuerda In principo creavit Deus caelum et terram o En el principio creó Dios los cielos y la tierra, puede apercibirse que la manera de filosofar porque a partir de ahí ha de ser diferente, es el comienzo de la filosofía moderna. Ya todos hemos estudiado cómo para los griegos el principal problema era el movimiento, las cosas eran problemáticas porque se mueven, porque cambian, porque llegan a ser algo y dejan de ser otra cosa. Lo que por naturaleza se opone al ser es el no ser, el no ser lo que se es, sin embargo, desde el cristianismo lo que amenaza al ser es la nada. Para los griegos no siempre tenían que explicar todas las cosas, pero para los cristianos sí, eso mismo es lo que hay que explicar: su existencia porque las cosas podrían no ser, pero es su propia existencia la que obliga a explicarlas, a justificarlas de alguna manera. Lo que a unos preocupaba por lo que tenían de variabilidad a otros preocupa por su nihilismo.

El concepto de hombre cambia a partir del cristianismo pues a partir de ese momento lo que para el concepto griego era algo que variaba, el hombre de nuestra era cae en el vacío de la nada que pretende ser. En ese cambio de horizonte el hombre ser para los griegos era estar ahí y ahora el hombre será no ser una nada o demostrarlo. El cristianismo no significa suscribirse a corriente filosófica cualquiera, es su propia situación radical de hombre cristiano y expectante la que la configura. Por esa razón y a partir del cristianismo el hombre tiene que entender las dos realidades, la del Dios que crea y la del ser creado, dos mundos, dos realidades o existencias y en definitiva un cambio en el concepto del existir. Por eso si queremos hablar de filosofía cristiana, aún sin ser el cristianismo filosofía, entonces tendríamos que hablar de la filosofía que emerge de la cuestión capital en que el cristianismo se encuentra que es configurar su propia realidad ante Dios. Sólo desde ahí podemos concretar la filosofía cristiana.

Bibliografía básica:

Sobre el problema de la filosofía, Zubiri, Madrid, Alianza Editorial, 2002.

El problema teologal del hombre. Cristianismo. Alianza Editorial, 1997

Doctora en filosofía y letras, Máster en Profesorado secundaria, Máster ELE, Doctorando en Ciencias de la Religión, Grado en Psicología, Máster en Neurociencia. Es autora de numerosos artículos para diferentes medios con más de cincuenta publicaciones sobre Galdós y trece poemarios. Es profesora en varias universidades y participa en cursos, debates y conferencias.