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Trapisondas


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Existen y están en ello. Muchas veces empotrados en organizaciones de todo tipo, carentes de escrúpulos y, en el último ejemplo, con anteojos y sin ellos. Lo que sí es estándar son las orejeras para mirar siempre en su interés. En este caso de las mascarillas y test de la Villa y Corte, que merece convertirse en Bien de Interés Cultural, no faltan elementos admirables más allá de los dos elementos investigados: la retórica pomposa de una persona que ayuda y dona, la confianza en que no serían denunciados por los timados y entre todo, toques de nivel artístico notable. Un homenaje a Onetti con la solicitud de un favor al timado pidiendo que le reserven test para la familia del ínclito. La verosimilitud que logra el coleccionista de autos en la noche de autos es máxima.

En ese paisaje sin figuras en que la pandemia convirtió las calles y plazas era de prever que aparecieran figuras figurando milagros. Solo viendo el negocio, monetizaron el dolor, la enfermedad y la muerte. El material defectuoso y la falta de protección a cuantas personas dañó, cuantos enfermaron, cuantos murieron, cuantos pasaron una vida de UCI, miedo y angustia. Difícil saber. Solo lo que metieron en la saca. No es cierto que la vida de los demás no valga nada, tiene un precio y se mide en barcos, coches y casas.

Y es que los tiempos están cambiando. La cronología es una cosa y la vida otra. Por eso es difícil poner fecha y hora al momento y lugar, el evento o suceso que indicará en el futuro refiriéndose al pasado, como un hito, cuando las sociedades europeas en particular y el mundo en general comenzó a deslizarse hacia una nueva configuración que es de las más antiguas: un pasar de la fuerza de la razón a la razón de la fuerza.

Tras la II Guerra Mundial, la sociedad del consumo basada en la emulación de estilos de vida, si bien promocionaban del deseo y lo emocional desde el punto de vista individual, en lo social formaba parte de la racionalidad del capitalismo cada vez más globalizado. La irracionalidad del deseo personal se encontraba organizada y prefigurada socialmente dentro del sistema económico. Una racionalidad económica latente que por un tiempo encontró en la Unión Europea (reglas, derechos, regulaciones, administraciones, estados y ciudadanos) una de sus más elevadas expresiones. La fuerza de la razón hablaba de ciudadanos sin fronteras (al menos internas) de protocolos y reglamentos. Una racionalidad casi perfecta. Ciudadano es una categoría administrativa.

Casi puede tocarse con la mirada como ese mundo se comienza a desvanecer bajo la razón de la fuerza. Y la fuerza no es solo, y son también, las guerras. Lo irracional y emocional ha desbordado el consumo y los estilos de vida llegando a lo social y las formas de lo político. No es que lo emocional ahora importe más, es que se han derribado los diques de contención y su “lógica” se desparrama por todos los ámbitos y dimensiones. Los estados van siendo sustituidos por las patrias y los ciudadanos por patriotas. Una neotribalidad que usa la identidad como fuerza centrípeta para fundamentar el poder, y la exclusión del otro como amenaza que aporte sentido y propósito a la clausura del grupo. Las tribus que siempre estuvieron encuentran en la razón de la fuerza una lógica que les es afín y favorable.

Catedrático de Sociología Matemática.