HEMEROTECA       EDICIÓN:   ESP   |   AME   |   CAT

Las CCOO de Madrid, una historia de dimensiones humanas


(Tiempo de lectura: 2 - 4 minutos)
Ilustración de CCOO Industria Ilustración de CCOO Industria

Hace pocos días moría Pepito Casado, un buen sindicalista de las CCOO de Madrid. No encontrarás muchas referencias suyas en los buscadores de internet. Hay quienes cuentan la historia de las organizaciones obreras como una sucesión de gloriosas victorias traídas por grandes hombres, casi siempre hombres por cierto y derrotas siempre explicadas en la maldad de los adversarios.

Y, sin embargo, todo tiene una dimensión más humana. Sin despreciar el papel de los dirigentes, nuestras victorias suelen ser fruto de muchos esfuerzos colectivos de personas desconocidas y nuestras derrotas casi siempre dependen de nuestros propios errores y de la confianza que depositamos en incompetentes.

Los héroes son la representación del imaginario del trabajo que hicimos bien, mientras que los villanos no suelen ser muchos, ni lo son siempre, ni durante toda su vida (salvo excepciones, que también las hay). En fin que conviene recuperar relatos de primera mano, de proximidad, para construir una historia creíble, coherente, menos maniquea.

Vayamos, así pues, a los principios, a los momentos que determinaron el surgimiento de organizaciones como las CCOO. Y para ello hay que retroceder hasta la derrota definitiva del pueblo español ante las tropas franquistas. España quedó convertida en un cuartel inmenso y los españoles quedaron separados de la evolución de las sociedades europeas.

La clase obrera española vivíó durante décadas de espaldas a la realidad sindical y a las relaciones laborales que se iban creando en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Esa desventaja se convirtió en un factor determinante para el surgimiento de formas de organización sindical originales como las Comisiones Obreras, una experiencia integradora de experiencias anteriores y necesidades modernas.

A partir de mediados de los años 50 el bloqueo exterior va cediendo y la Guerra Fría hace que Estados Unidos busque aliados claramente anticomunistas, independientemente de que sean dictaduras como España, o como Turquía. Es el inicio de un despegue económico y demográfico bajo el franquismo.

Son los inicios de la emigración para traer dinero ganado por españoles en otros países, los inicios del turismo para atraer a nuestras manos el dinero ganado por los extranjeros, los inicios de la gran maquinaria del ladrillo y el pelotazo inmobiliario, junto a una incipiente industria minera, textil, siderúrgica. De pronto, tras la sangría brutal en vidas humanas producida por la guerra, hay más asalariados, más jóvenes. Más trabajadores manuales, pero también más trabajadores de oficinas, de esos que llamaban de cuello blanco por sus camisas planchadas. Barcelona y sus ciudades satélite, Bilbao y las localidades cercanas, Sevilla, Valencia y por supuesto Madrid se convierten en poderosos focos de atracción para gentes venidas de toda España.

Madrid deja de ser definitivamente la capital de los funcionarios, los militares, los ferroviarios, los ganapanes, los albañiles, las cigarreras, las criadas, las modistillas y los bancos. A finales de los cincuenta ha comenzado el desarrollo industrial de la mano del Instituto Nacional de Industria (INI). El Sur de la capital, pero también Getafe y el Henares, comienzan a ver crecer como setas las fábricas de coches, muebles, electrodomésticos, materiales de construcción y maquinaria de todo tipo.

En la década de los cincuenta Madrid crece en casi 500.000 personas procedentes de Extremadura, Andalucía, Castilla La Mancha y otros lugares de España. Se instalarán en la periferia, en chabolas, en nuevos asentamientos. Así surge el cinturón rojo de Madrid. Así crecerán, o nacerán, barrios como Villaverde, Vallecas, Usera, San Blas, o pueblos como Getafe, Alcalá, Torrejón, Coslada y San Fernando, Móstoles, Fuenlabrada, o Parla, entre otros muchos. Y es en esos años cuando comienzan a nacer comisiones de obreros para negociar alguna subida salarial, o algunos cambios en las condiciones de trabajo. Negociar con el empresario, o dirigirse al sindicato vertical franquista, que aglutinaba a empresarios y trabajadores en la misma organización. Aparecían y desaparecían.

No existían los derechos sindicales. No podían formar un sindicato, ni una sección sindical. No podían organizar reuniones multitudinarias, asambleas, manifestaciones, ni mucho menos huelgas. En un bar, en una iglesia, se reunían, luego iban difundiendo y escuchando las reivindicaciones de las compañeras y compañeros. Elegían a cuatro o cinco para subir a dirección (a dirección siempre hay que subir) para negociar sus reivindicaciones. Era la comisión obrera.

Nacieron así pues, las Comisiones Obreras, como una experiencia descentralizada, sin modelos previos, con todo por hacer. Nos detendremos en sucesivos artículos en algunos aspectos de su historia, pero conviene comenzar constatando esta tremenda diversidad y pluralidad que acompañó el nacimiento de este movimiento que desde sus comienzos se definió como sociopolítico. Pero explicar esto ya será tarea para otro día.

 

Maestro en la Educación de Adultos, escritor y articulista en diferentes medios de comunicación. Fue Secretario General de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013, años duros de corrupción y miseria política antisindical. Durante los cuatro años siguientes fue Secretario de Formación de la Confederación Sindical de CCOO.

Patrono de las Fundaciones Ateneo 1º de Mayo y de la Abogados de Atocha. Ha publicado varios libros, entre los que se encuentran El Madrid del Primero de Mayo, el poemario La Tierra de nos Nadie, o Cuentos en la Tierra de los Nadie. Ha sido ganador de más de veinte premios de poesía y cuento, en diferentes lugares de España y América Latina.