Alberto Núñez Feijóo, al descubierto
- Escrito por Gaspar Llamazares Trigo
- Publicado en Opinión
El reciente debate del Senado ha sacado a Núñez Feijóo de la dinámica de la rueda de prensa y la declaración tremendista, y tras su incorporación a la institución, lo ha expuesto al debate, la réplica y en definitiva, más allá de los términos habituales de la pregunta oral en el pleno, a la vorágine y al barro del debate parlamentario, sobre todo en estos tiempos del populismo. De hecho, las primeras encuestas publicadas en los medios de comunicación, si bien con una audiencia minoritaria no superior al veinte por ciento, muestran cuanto menos un equilibrio en las votaciones de los medios conservadores, sino una preferencia general por el conocimiento de los temas, el liderazgo y la capacidad de gestión del presidente Sánchez.
Porque el candidato Feijóo, hasta ahora había estado siempre agazapado, a la contra y jugando al fallo del contrario. Algunos dirán que como corresponde a la labor propia de la oposición, pero siempre manteniéndose a una prudente distancia, sin entrar al cuerpo a cuerpo con el presidente Sánchez, algo que no solo era extraño a la deliberación democrática, sino que tampoco se podía mantener durante mucho tiempo. Con ello, el líder del PP ha estado exagerando los tintes catastrofistas y la confrontación frente al gobierno, como en su momento también fue su estrategia de oposición para llegar al gobierno de Galicia. Aunque entonces, desde el gobierno, no le respondieron con la misma moneda. Más tarde, ya como presidente del gobierno gallego, los últimos años en mayoría absoluta, ha vivido protegido entre los algodones del aura presidencial. Más recientemente, lo que sí sabemos de primera mano es que, también dentro de su partido ha aplicado la misma estrategia oportunista con respecto a la dirección de Casado, aunque en diferido y de manera mucho más sibilina. Primero esperó agazapado, como heredero natural, a que fruto del desgaste de la gestión de las sucesivas catástrofes, al PP se le presentase la oportunidad de ser alternativa, lo que sumado a la cadena de errores de la nueva dirección de Casado crease las condiciones para la crisis interna y con ello la expectativa de su posterior advenimiento. Por un lado en el ámbito parlamentario, desde la ruptura con Vox como consecuencia de la fracasada moción de censura de Abascal, hasta culminar con el resultado electoral decepcionante de Castilla y León y finalmente con el fiasco del error decisivo en la votación de la reforma laboral. Por otro, en el seno del partido con el deterioro progresivo de la relación con los barones autonómicos y finalmente con la presidenta de la Comunidad de Madrid, y sobre todo por el error fatal de la utilización en clave interna de la materia oscura de la corrupción política del PP. Ahora sabemos además que el otro error fatal, conectado de alguna manera con el anterior de la corrupción, fue la negociación y el pacto secreto con el gobierno para la renovación del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial.
Por eso Feijóo, como el heredero natural en la línea sucesoria temporalmente interrumpida de la derecha política, a diferencia de Casado, no ha renunciado a lo esencial de la herencia recibida: ni al legado fruto de la corrupción como la sede de Génova, ni a la judicialización de la política, ni mucho menos a la ahora llamada transversalidad con los barones y la baronesa para garantizar la dirección del partido. Todo ello además, con el visto bueno de la representación del los poder económico y por el sector conservador y confesional de la corporación judicial. Por el contrario, a lo que sí ha renunciado la dirección de Feijóo es a los compromisos derivados de lo que ellos consideran los barullos y las debilidades de la dirección anterior, retomando el bloqueo y denunciando el pacto con el gobierno sobre la renovación del CGPJ y del TC, para seguir alimentando la judicialización de la política.
Ahora, como nuevo presidente del PP, Feijóo está de nuevo agazapado y a la contra. En su papel de oposición de confrontación y desestabilización del gobierno de coalición de izquierdas, y más recientemente contra a las medidas energéticas adoptadas frente al rebrote de la inflación como consecuencia de la guerra. A cubierto, tras el burladero del atril de las ruedas de prensa, forzando los datos y alimentando el catastrofismo. Muchas veces, incluso descalificando en voz baja para luego denunciar como agraviado que eran los demás los que le insultaban. Un curioso agravio sin mayor ofensa previa. Aprovechando sobre todo el encadenamiento de catástrofes y la situación de un gobierno condicionado por la alarma y la emergencia, con el olvido social de la pandemia, la lejanía de la guerra, pero sobre todo a raíz del impacto de la inflación en las rentas y en el consumo de la mayoría de los europeos. Todo ello explica tanto el llamado efecto Feijóo en las encuestas como el relato del cambio de ciclo político. Con el trampantojo de la imagen de moderado y de buen gestor y con la nostalgia de la mayoría absoluta como sinónimos de una seguridad y estabilidad que tampoco lo fueron tanto y mucho menos para la mayoría de la sociedad.
Enfrente, se ha situado el gobierno de coalición progresista y su presidente con su ya habitual manual de resistencia, haciendo frente a la deslegitimación y la descalificación permanente de las derechas y de sus medios de agitación.
Entre el gobierno compartido, a veces incluso compartimentalizado, el presidencialismo y sus desencuentros. Entre el ruido interno, la compleja consolidación de la mayoría de la investidura y la ambiciosa agenda legislativa en el parlamento. En definitiva, entre la emergencia, la complejidad de la mayoría, la incertidumbre y como consecuencia el malestar social, el desencanto y la desmovilización de la izquierda.
El gobierno ha seguido con su estrategia, más que de resistencia, a la ofensiva en el parlamento y en las instituciones europeas primero con los fondos europeos y ahora con la regulación de los precios de la energía y la protección de los sectores y las rentas más vulnerables. Es por eso que, trascendiendo la calculada cautela propia del ejercicio del gobierno, ha visto una oportunidad y ha aceptado en el desafío del cuerpo a cuerpo en el Senado tanto para tratar de explicar su gestión como para desmontar los argumentos y la imagen de la oposición como inminente alternativa.
El debate, es cierto que ha revitalizado la dialéctica bipartidista frente al pluralismo y como consecuencia ha institucionalizado aún más tanto el presidencialismo dentro del gobierno como la imagen de Feijóo como candidato alternativo, aunque ante todo lo ha puesto al descubierto y en evidencia en sus puntos más débiles. El debate ha contribuido a desmontar el mito de moderación y la imagen de buen gestor de Núñez Feijóo y por tanto a situarlo como genuino representante de la derecha.
El objetivo se ha cumplido, aunque de cara a las elecciones del próximo año se trataría sobre todo de explicar la orientación social y la solvencia de las medidas adoptadas por el conjunto del gobierno de coalición en el marco de la Unión Europea, y de hacerlo en las instituciones, en los medios de comunicación y en la sociedad.
Gaspar Llamazares Trigo
Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.