HEMEROTECA       EDICIÓN:   ESP   |   AME   |   CAT

Política: emoción versus razón


(Tiempo de lectura: 3 - 6 minutos)

Según la psicología evolutiva, en el ser humano coexisten hasta tres tipos de cerebros: el reptiliano, el límbico y el neocortex. El primero es el más antiguo y el responsable de las conductas simples e impulsivas, como reacción a las diversas situaciones experimentadas por el individuo. Reacciona ante emociones tales como el miedo, el hambre o el enfado. El segundo tiene que ver con el aprendizaje y almacena recuerdos sobre las emociones pasadas, tanto agradables como desagradables. El tercero es el más moderno en la evolución y el responsable de nuestra conducta racional. Las derechas internacionales, y la española en particular, han descubierto que dirigirse a nuestra parte reptiliana resulta mucho más rentable en términos electorales que hacerlo a la parte racional.

En las sucesivas crisis que estamos sufriendo en los últimos años —la pandemia, la escalada imparable de los precios de la energía, la emergencia climática con sus olas de calor, incendios y sequías, etc.— la actitud de nuestras derechas ha sido sobre todo la de agitar el miedo y, a la vez, la de señalar como culpable de todas las desgracias al Gobierno.

Los ciudadanos, efectivamente, tenemos miedo porque son muchas las incertidumbres acumuladas en muy poco tiempo: miedo a una enfermedad inicialmente desconocida y muy mortífera hasta que aparecieron las vacunas; miedo a ver los ingresos devaluados y a no poder hacer frente a los gastos; miedo a los efectos del cambio climático en nuestras vidas en forma de restricciones de agua y de alimentos, de calor insoportable, de incendios, etc.

Recrearse en las dificultades y no aportar soluciones —que es lo que hacen cada día el PP y Vox— es apelar a nuestro cerebro reptiliano. Su objetivo es aumentar nuestros miedo y enfado y conseguir una reacción emocional de rechazo a los supuestos responsables del problema.

Cuesta percatarse de la estrategia, disfrazada muchas veces de bronca política en la que el ciudadano tiende a repartir las culpas a partes iguales, pero veamos, si no, algunas frases emitidas por los responsables del PP en el debate sobre los precios de la energía: “el Gobierno se está forrando con la recaudación del IVA”, “los ciudadanos tiemblan ante cualquier imprevisto”, “muchos se preguntan hasta cuándo durará esto”, …

Parte de la estrategia de apelar a las emociones es la manipulación que está haciendo el señor Feijóo y la derecha mediática con el uso del avión Falcon por parte del presidente Sánchez, “sobre todo en un momento en el que los hidrocarburos están por las nubes”. Se trata de una aplicación del principio de la exageración y la desfiguración de Goebbels, que establecía que, en toda acción de propaganda, había que convertir cualquier anécdota en una amenaza grave. Es obvio que no usar el Falcon no disminuiría nuestro problema energético y, en cambio, sí dificultaría al presidente cumplir su agenda. Este empeño ha llevado en ocasiones al señor Feijóo a cometer errores, como cuando le criticó por usarlo para trasladarse desde Lanzarote a La Palma y le recomendó que utilizara un jet-foil —inexistente desde hace 20 años— para cubrir esa ruta. En este caso, se aplica también la conocida recomendación periodística de “no dejes que la verdad te estropee un buen titular”.

Las terminales mediáticas de la derecha se han esmerado desde el comienzo de la legislatura en atacar a la persona del presidente —en lugar de hacerlo a sus proyectos, que sería lo propio en democracia— y en transmitir de él una imagen lo más fea posible. Así, lo pintan como propenso al despilfarro —el Falcon, sus 22 ministros, etc. —, connivente o sumiso con los filo-terroristas y con los que rompen España, radical por gobernar con la extrema izquierda, arrogante, etc. De nuevo, no confrontan los programas o las leyes presentadas, sino que tratan de despertar emociones adversas en nuestro cerebro reptiliano.

Porque, desde un punto de vista racional, lo importante de un gobernante son las acciones que lleva a cabo y no si cae más o menos simpático. La ejecutoria de este gobierno, con sus 155 leyes y decretos y sus dos presupuestos aprobados es mucho más relevante que la fea imagen que de él pinta la derecha. Más aún, el Gobierno ha elaborado y aprobado en estas leyes alternativas para los problemas más acuciantes que se han ido presentando al país en estos difíciles años: lo ha hecho con el cambio climático, lo hizo con la pandemia, lo está haciendo con la electricidad —la mitad de cara que en el resto de Europa gracias a la excepción ibérica— y lo está haciendo con la inflación, aprobando numerosas medidas de protección a los sectores más perjudicados.

Frente a esa ejecutoria, es clamorosa la ausencia de propuestas por parte de la derecha: no las hizo durante la pandemia; en la lucha contra el cambio climático, ni están ni se les espera; y, en el tema de la energía y tras varios meses de silencio, ahora agitan ante las cámaras un misterioso documento de propuestas, cuyo contenido nadie ha visto hasta hoy —11/09/22— ni ha sido publicado en su página.

Sí se conoce, en cambio, que la derecha española se opone a los impuestos sobre los beneficios extraordinarios de las energéticas y los bancos, a pesar de que la representante conservadora europea, Ursula von der Leyen, lo esté proponiendo para toda la UE. El PP y Cs parecen estar en este asunto más a la derecha que el resto de las derechas europeas.

Políticas que deberían ser transversales, y que en países de nuestro entorno lo son, son consideradas aquí de izquierdas porque nuestra derecha sigue viviendo en el Pleistoceno. Así sucede con la lucha contra el cambio climático, con la dependencia energética, la violencia de género —que mata al año decenas de mujeres—, las desigualdades sociales, el feminismo o la protección medioambiental.

En una encuesta de agosto de 40dB, los cuatro primeros problemas eran considerados muy importantes o bastante importantes por más del 85% de los ciudadanos, incluidos en ellos más de la mitad de los votantes del PP. No se entiende por qué el PP se muestra tan alejado de la mayoría de sus votantes.

En su afán por atacar al Gobierno y por diferenciarse de él hasta en las cosas más anecdóticas, se ha convertido en un partido de ideología irreconocible, tanto para sus potenciales votantes como para sus homólogos europeos. Su única ideología parece consistir en derribar como sea al gobierno actual, aunque para eso tengan que votar negativamente a medidas necesarias para afrontar las sucesivas crisis y perjudiquen con ello a la mayoría de los españoles.

Los ciudadanos deberían tomar nota y decidir, cuando llegue el momento, si preferirán hacer caso a su parte emocional, representada por nuestro antiguo cerebro reptiliano, o a su parte racional ubicada en nuestro moderno neocortex.

 

Catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos y profesor de Ingeniería Informática de la Universidad Complutense. Fue diputado por el PSOE en la legislatura X de la Asamblea de Madrid.