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La desigualdad


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

El aumento descontrolado de la desigualdad ha creado un mundo en el que resulta difícil la convivencia. Los conflictos bélicos y las tensiones consecuentes sólo son indicadores de esta dinámica. La pobreza con sus efectos. Una pobreza que lo abarca todo. La crisis de la energía. Los alimentos de costos ambientales inasumibles son mal distribuidos. La precarización de la salud bordeando una eutanasia global. La vivienda como bien especulativo en lugar de un recurso social. La pérdida de calidad en la protección de los sectores excluidos.

Luego se preguntan la causa de las grandes migraciones. Estas ya evidencian la carencia de respuestas efectivas al fenómeno. Desde el control del mensaje corporativo se afanan en justificar el levantamiento de muros para contener las mareas humanas. Los medios de comunicación controlados no consideran difundir que su origen está en los despachos de las multinacionales e instituciones ocupadas por el discurso del odio.

Cuando escuchamos a la ultraderecha de Alberto Nuñez Feijoo hablar de los intereses de España como argumento para levantar las banderas de la responsabilidad histórica es, al menos, para ruborizar a cualquiera. Sus antecesores fueron incapaces de encabezar un gran acuerdo para minimizar los efectos de la audacia de Aznar, o controlar los daños producidos por las negligencias de Zapatero. Recordemos que, en aquel principio de 2012, en lugar de plegarse a las instrucciones de la Troika, Mariano Rajoy debió liderar un gran movimiento nacional. Cuyo fin debió ser reconstruir España, con un reparto equilibrado de los esfuerzos por parte de todos los sectores. Los hechos demostraron que la contabilidad B del Partido Popular se hizo para premiar la inmoralidad y consolidar la desvergüenza. No hubo entonces un verdadero patriotismo. Sólo se incrementó la desigualdad tanto como la corrupción.

Ello porque en lugar de afrontar una distribución equitativa del esfuerzo, el señor Rajoy se parapetó en una mayoría parlamentaria, para desactivar la respuesta social previsible. En tanto, consolidaba privilegios y acataba órdenes de Berlín y Bruselas, como si de allí emanase su autoridad. Entonces, demostrando una mediocre vocación de estadista, se doblego al yugo alemán, a cambio de mantenerse en el sillón de jefe del gobierno. Y el Consejo de Ministros de los viernes suplantó al Parlamento de los ciudadanos. Y el plasma, a la democrática encuesta pública de los medios de comunicación. Fueron legislaturas que dieron lugar al 15M.

Desde aquel contexto la corrupción y las cuestionables prácticas, que solapan la gestión de lo público con lo privado, siguieron reinando hasta esta España que nos toca. La que desea Feijoo.

Confiemos en que no nos arrastren a los bordes del abismo. Mientras tanto, sigo pensando en una cita atribuida a Bertolt Brecht:

“El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia plebeya nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”

Habrá que hacer pedagogía.

Economista y analista político, experto en comunicación institucional.