Las falsas ideas económicas del Partido Popular
- Escrito por Carlos Berzosa
- Publicado en Opinión
El Partido Popular (PP) no tiene proyecto económico y lo único que se le ocurre es repetir el mantra de bajar los impuestos. Resultan muy cansinos. Siguen aferrados a unas ideas que han sido puestas en cuestión tras la crisis de 2008, la pandemia y ahora con la guerra de Rusia y Ucrania. Las crisis deben de servir para aprender pero se observa que son incapaces de extraer lecciones de las tristes experiencias vividas, de las que están presentes y aún de lo que queda por ver. Siguen anclados en lo que consideran las maravillas del funcionamiento del mercado. En consecuencia, han venido oponiéndose a cualquier tipo de regulación que entorpezca la marcha del mercado y se han quedado fuera de juego cuando los partidos homólogos de la Unión Europea(UE), así como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, han planteado regular los precios de la energía ante la inflación tan elevada que se está padeciendo.
La bajada de impuestos, independiente de que se puedan disminuir en productos básicos y energía en una coyuntura concreta, ha beneficiado a los ricos y es una de las causas, no la única, de que haya aumentado la desigualdad
Este hecho pone de manifiesto algo en lo que ya he señalado en anteriores artículos: la ignorancia y lo indocumentado que está el PP ante los hechos que están ocurriendo. Resulta evidente que no saben cómo funciona el mercado. Su utiliza la expresión pero no se sabe cuál es el contenido. En los textos de la teoría económica convencional se estudian los fallos del mercado, al igual que la competencia imperfecta. De manera que no existe un mercado ideal de libre concurrencia. Eso queda como una abstracción que no se da en la realidad. Por ello son muy esclarecedoras unas palabras de Stiglitz que se encuentran en su ‘Manual de Introducción a la microeconomía’: «El mercado aunque sea eficiente, que no siempre lo es, no por ello genera modelos socialmente deseable». Este es el quid de la cuestión, por lo que se necesita la intervención del Estado para corregir los fallos del mercado y sobre todo las consecuencias que se derivan de su funcionamiento, como la desigualdad de renta, riqueza y género, así como la contaminación, depravación de la naturaleza y cambio climático, entre las más importantes.
Lindblom, en su libro ‘Sistema de mercado’ (Alianza, 2002) es muy explícito en este sentido cuando afirma: «El sistema de mercado funciona suficientemente bien como para que ello induzca a que se hagan un uso creciente de él sociedades de todo lugar, del este y del oeste, del norte y del sur. Sus grandes logros han llevado a muchos de sus entusiastas a pasar por alto su lado oscuro, tan evidente para sus críticos. Pero, ¿quién puede negar que la mayor parte de los sistemas de mercado, y entre ellos los más opulentos, mantiene a grandes cantidades de personas en la pobreza, malogran muchas vidas y destrozan muchas comunidades?
Hay, además, diferentes tipos y clasificaciones del mercado. Cada uno con sus características propias y con diferencias notables. Por ello es por lo no se debe simplificar. Por otro lado, algo que se escamotea es que detrás del término mercado lo que hay son unas relaciones sociales de producción y consumo. El mercado, sea cual sea, está dominado por el lado de la oferta por grandes corporaciones, que actúan como oligopolios, lejos de que exista una libre competencia y en el que las medianas y pequeñas empresas están en desventaja frente a las gigantes. Por el lado de la demanda los consumidores eligen en función de su nivel de renta, incluso parte de la población queda excluida del mercado. Pero eso a Sampedro le gustaba decir «que la libertad del mercado es la libertad del dinero».
La bajada de impuestos, independiente de que se puedan disminuir en productos básicos y energía en una coyuntura concreta, ha beneficiado a los ricos y es una de las causas, no la única, de que haya aumentado la desigualdad en los países desarrollados desde los años ochenta del siglo pasado. La pérdida de cohesión social socava los cimientos de las democracias.
Carlos Berzosa
Catedrático emérito Universidad Complutense.
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