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El retorno de Lula


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Las elecciones a la presidencia de Brasil han sido ganadas por Lula, lo que sin duda es una gran noticia. Esta victoria ha sido por escaso margen, lejos del 61% que logró en la segunda vuelta de las dos elecciones anteriores en las que ganó. En estos dos casos, el porcentaje es el mismo, pero, sin embargo, como señala Perry Anderson en Brasil. Una excepción. 1964-2019 (Akal, 2019) la composición del electorado cambió. Gran parte del electorado de clase media que se había unido a Lula en 2002 lo abandonó, mientras cantidades mayores de pobres y ancianos le daban su voto.

Lula tuvo que enfrentarse a la crisis de 2008, que superó con gran éxito. Demostró una gran capacidad de gestión que supo combinar con políticas sociales. Ahora se tiene que enfrentar a importantes desafíos provocados por la coyuntura internacional, pero también a la situación desastrosa que ha dejado Bolsonaro

En todo caso, este triunfo ha sido muy meritorio tras las vicisitudes que ha tenido que pasar, al haber estado en la cárcel acusado de corrupción tras posteriormente haber sido absuelto por la Corte Suprema. A pesar de haber sido absuelto no cabe duda de que todo ello ha deterioro su imagen. Su mandato fue brillante y de hecho al acabar los ocho años de presidente tenía el 80% de aprobación de sus ciudadanos. Como dice Perry Anderson: “Independiente de la vara con que se lo mida, Luiz Inácio Lula da Silva es el político de mayor éxito de su tiempo”.

Uno de los objetivos que se ha planteado en sus primeras declaraciones es el acabar con el hambre, justo el mismo que mencionó hace 20 años en 2002. La lucha contra esta privación fue exitosa durante su mandato, pero, sin embargo, el hambre ha vuelto a reaparecer en el periodo presidencial de Bolsonaro, agravado por la pandemia, cuya gestión fue un fracaso estrepitoso. En el segundo año de su mandato, Lula lanzó el programa de la Bolsa Familia, que consistía en una transferencia en efectivo mensual a las madres de los estratos más bajos ingresos con la condición de probar que sus hijos asisten a la escuela y reciben el control sanitario de rutina. Este programa redujo sensiblemente la pobreza.

Veinte años después, Lula se enfrenta a una situación peor a la que heredó entonces. Los avances conseguidos en disminuir la desigualdad, el hambre y la pobreza se han desvanecido. Las circunstancias internacionales son bastante malas. No obstante, la herencia recibida en 2003 no era desde luego muy halagüeña. Una evaluación muy interesante sobre la gestión se encuentra en el libro dirigido por Emir Sader, Lula y Dilma. Diez años de gobiernos posneoliberales en Brasil (Traficantes de Sueños, 2014). Como dice en uno de los artículos Jorge Mattoso: “Desde el comienzo de este periodo en 2003, cuando el primer gobierno de Lula toma posesión, el país buscó la forma de salir del embrollo en el que se encontraba desde hacía dos décadas: insuficiente crecimiento económico, bajas tasas de inversión, acentuada vulnerabilidad externa, reducción de la capacidad de intervención y regulación del Estado, crecimiento del desempleo, precarización del trabajo y profundización de una miseria y una desigualdad asombrosa”. Brasil cambió en estos años, y para mejor.

Esta mejora la pone de manifiesto Nelson Barbosa: “Diez años después, Brasil es otro país. El crecimiento de la economía se disparó, la inflación fue controlada, la deuda neta del sector público cayó con relación al PIB, el país acumuló un considerable volumen de reservas internacionales y ganó autonomía en la dirección de la política económica”. A su vez, Lula tuvo que enfrentarse a la crisis de 2008, que superó con gran éxito. Demostró una gran capacidad de gestión que supo combinar con políticas sociales. Ahora se tiene que enfrentar a importantes desafíos provocados por la coyuntura internacional, pero también a la situación desastrosa que ha dejado Bolsonaro. Hay que confiar en que sea capaz de dirigir con acierto la economía brasileña como ya lo hizo. Ha demostrado su buen hacer en momentos difíciles como fueron el comienzo de su mandato y la crisis de 2008. Además, tiene que afrontar aquellas cuestiones que son criticadas contundentemente en diferentes artículos del libro, como son la cuestión agraria, la política de los medios de comunicación, la problemática ecológica y la política de salud pública.

Catedrático emérito Universidad Complutense.