Si no votas, no te quejes
Está comprobado. En Madrid, los progresistas somos más, pero votamos menos. En consecuencia, la derecha gobierna haciendo estragos desde hace un cuarto de siglo. Y esto tiene que cambiar.
- Publicado en Opinión
Diputado en las Cortes Generales por Madrid. Secretario general del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados.
Está comprobado. En Madrid, los progresistas somos más, pero votamos menos. En consecuencia, la derecha gobierna haciendo estragos desde hace un cuarto de siglo. Y esto tiene que cambiar.
La legislatura avanza a toda marcha. Los compromisos del Gobierno se cumplen. Las leyes más emblemáticas salen adelante con apoyos amplios. A pesar de la pandemia. Y a pesar de la radicalidad de las derechas.
La derecha intenta apropiarse de una de las ideas motoras del avance civilizatorio, la libertad. Ayuso y Casado procuran identificar su propuesta política con la primera divisa de la triada revolucionaria, con el ideal que iluminó la Ilustración y el tránsito del medioevo a la modernidad, nada menos.
Cuando un representante público traiciona a sus electores a cambio de cargos o dádivas, hay corrupción, hay corrompido y hay corruptor.
A juzgar por algunos mensajes que se cruzan en los medios de comunicación, pareciera como si los madrileños estuviéramos condenados a una campaña electoral limitada por la mera competición de egos, por viejas vendettas estériles, o por combates de eslóganes rancios…
Ayuso representa el perfil del político extremista, provocador y bravucón que ha logrado obtener cierto rendimiento electoral efímero en algunos ámbitos. Se trata de personajes más propensos a generar broncas que soluciones. Un peligro para la convivencia, por tanto.
Como la lucha contra la esclavitud no era cosa tan solo de los esclavos. El 8 de marzo nos interpela a todas y a todos acerca del tipo de sociedad que queremos construir, y acerca del grado de injusticia que estamos dispuestos a asumir.
Para empezar, todos dependemos de nuestras creencias y de nuestras ideas, de nuestros intereses, de nuestra experiencia y de los valores morales que guían nuestra conducta.
Durante el cerco otomano, en Constantinopla se discutía sobre el sexo de los ángeles. Ahora, con la sanidad desbordada, la economía colapsada y el paro desbocado, hay quienes también fomentan debates bizantinos. Si la democracia es normal, anormal o seminormal. Si el PP debe mudarse o alicatarse. Si Ciudadanos debe fusionarse o fisionarse.
La irrupción de Salvador Illa ha hecho saltar por los aires la dinámica anodina, previsible y repetitiva que hasta ese momento caracterizaba la campaña para las elecciones autonómicas en Cataluña.
La historia de la derecha española es una historia de corrupción sistémica y de constante abuso de poder. Lo era antes de la recuperación de la democracia y, por desgracia, lo ha seguido siendo durante los últimos cuarenta años.
Durante los últimos días, la derecha ha votado en el Congreso con el independentismo catalán tratando de impedir la llegada de los fondos europeos a España.
La derecha se ha atrincherado en el órgano de gobierno de los jueces de forma fraudulenta, y desde allí arremete contra los representantes legítimos del pueblo español elegidos en las urnas.
Los partidos expresan el pluralismo político y son instrumento para la participación política. Los gobiernos son los responsables del interés general.
La democracia no es indestructible. La supervivencia de la democracia depende de hasta qué punto estemos dispuestos los demócratas a defenderla. Se puede destruir. Ya ocurrió en España, en Alemania, en la Europa de los años 30. La hemos visto amenazada estos días en Estados Unidos.
La pandemia ha cambiado muchas cosas en los modos de vida, en las relaciones sociales, en las formas de trabajar, en la percepción de lo público… La política también debe cambiar.
Hay quienes cada día procuran convertir el verbo “politizar” en un término peyorativo, atribuyéndole falsamente dos significados negativos: confrontación estéril y manejo partidista. Pero la política no es solo confrontación. Y la política no es partidismo.
Los socialistas manifestamos a menudo orgullo por nuestra historia. Con errores y limitaciones innegables, presumimos razonadamente de haber estado ahí cada vez que España se la ha jugado, defendiendo siempre el interés general, comprometidos siempre con los mismos principios de igualdad, libertad y democracia.
Todo el mundo ha entendido el alcance de la votación de los Presupuestos para 2021 en el Congreso.
Los que se han alegrado y los que se han enfadado saben que en esa votación se aprobaron unas cuentas imprescindibles y, a la vez, se garantizó la viabilidad y la continuidad del Gobierno progresista.
Durante estos días se tramita la ley más importante de la Legislatura, pero las formaciones de la oposición se posicionan ignorando su contenido. Es la gran paradoja de nuestros días.
La nueva Ley de Educación constituye una gran apuesta por la igualdad y la calidad en la enseñanza. Y no ha habido consenso porque no compartimos objetivos: la derecha busca reproducir desigualdades; la izquierda busca acabar con ellas.
El debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado lleva a todas las formaciones políticas a elegir, desde luego.
La gran pregunta respecto a las recientes elecciones en los Estados Unidos es la siguiente: ¿cómo ha podido obtener cerca de 70 millones de votos un personaje como Donald Trump en la primera democracia del mundo?
A falta de argumentos ciertos, la derecha intenta en estos días descalificar el proyecto de Presupuestos del Gobierno con la acusación falsa del “hachazo fiscal a los españoles”. En realidad no hay subidas de impuestos para trabajadores y clases medias en los PGE 2021, pero sí se plantea un auténtico “hachazo” a la injusticia de la desigualdad, la elusión y el fraude en el cumplimiento de las obligaciones fiscales.