Los aprovechados
La experiencia nos dice que en toda crisis aparecen inevitablemente tres categorías de protagonistas: los gestores públicos, las víctimas y los aprovechados.
- Publicado en Opinión
Diputado en las Cortes Generales por Madrid. Secretario general del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados.
La experiencia nos dice que en toda crisis aparecen inevitablemente tres categorías de protagonistas: los gestores públicos, las víctimas y los aprovechados.
La política puede ser dura y exigente. En escenarios de dificultad, cuando el interés general requiere decisiones eficaces y ágiles, no se pueden reclamar paños calientes. La crítica acerada ante un error, la reivindicación contundente ante una necesidad, están justificadas. No cabe quejarse.
Hay ciclos en política, desde luego. Los hay en la política española, por descontado. Y estamos experimentando un ciclo de gran profundidad y alcance en la política de nuestro país. Pero es un ciclo muy distinto al que tratan de divulgar los propagandistas del “fin de ciclo sanchista”.
El comportamiento del PP durante la última sesión plenaria del Senado en este mes de julio es paradigmático acerca de la estrategia del partido de Feijóo.
El Proyecto de Ley de Memoria Democrática ha sido aprobado por el pleno del Congreso de los Diputados con un respaldo amplio: 173 votos a favor, 159 votos en contra y 14 abstenciones.
La derecha española nunca confió en las buenas artes de la política para ganar unas elecciones generales.
Todos recordamos aquella confesión del periodista Luis María Ansón: “Para terminar con González se rozó la estabilidad del Estado”.
En una combinación demasiado habitual de ignorancia y mala fé, un buen número de portavoces de la derecha política y mediática intentan en estos días contraponer el éxito de la política exterior de nuestro país, “lejana respecto a las necesidades de los españoles”, con los “problemas reales de la ciudadanía”.
Los propagandistas de la derecha recitan como un mantra la feliz venida del “cambio de ciclo”, en una lectura tan previsible como falaz de los resultados de las últimas elecciones andaluzas.
Resulta insólito que un responsable de oposición en un país democrático se dirija a un país agresor para darle la razón y deslegitimar al gobierno propio. Es lo que ha hecho Feijóo tras la congelación unilateral de los intercambios comerciales por parte de Argelia.
Durante los últimos días, muchos analistas políticos han subrayado el logro del Gobierno por sacar adelante 140 leyes en lo que va de legislatura, pese a un contexto político de gran fragmentación y complejidad.
El candidato del PP a la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha dejado claro ante la Confederación de Empresarios de Andalucía que su referencia en política económica y fiscal es el gobierno de la Comunidad de Madrid, también en manos del PP.
Queda apenas un año para las próximas elecciones municipales y autonómicas. Y, una vez más, la campaña de Madrid será una de las más decisivas en la contienda.
La paradoja es, sin duda, uno de los rasgos más característicos del momento político presente y una definición bastante fidedigna para su reflejo mediático.
Abascal es más bruto que Feijóo, sí. Olona es más descarada que Gamarra, también.
El Presidente del Gobierno calificó de “política malsana” el comportamiento de los grupos parlamentarios que intentaron tumbar este jueves las medidas decretadas para proteger a la población española frente a las consecuencias de la guerra de Putin.
De Almeida a Piqué, de Ayuso al duque de Feria. Todos aseguran que el cobro de comisiones millonarias por mediar en contratos es “lo normal”, “perfectamente legal”, “el mundo en que nos movemos”, “acorde al mercado”…
Fue Karl Popper quien alertó sobre los límites de una sociedad tolerante. Tolerar a los intolerantes pone en riesgo nuestra supervivencia como sociedad. Por eso en Europa se reclama un cordón sanitario ante el avance de los intolerantes. Y por eso en España denunciamos al PP de Feijóo cuando intenta normalizar el acceso de los intolerantes al poder.
En los primeros días de este mes de abril han sido asesinadas tres mujeres.
Ninguno de estos asesinatos fue primera, segunda o tercera noticia en los medios de comunicación. Tampoco fueron objeto de iniciativas o declaraciones políticas relevantes, reservadas casi siempre para la guerra de Ucrania, la inflación, el conflicto del Sáhara…
La crisis del PP es de proyecto, no de caras. Por eso el congreso de Sevilla deja insatisfechos a sus votantes.
La derecha asegura cada día que cuantos menos impuestos haya, mejor. De hecho, ante cada problema, en cualquier ámbito, la primera propuesta que plantea es siempre la de reducir los impuestos.
El barómetro del mes de marzo del CIS incluye un dato que dice mucho acerca de los valores predominantes en la sociedad española: el 97,4% de la ciudadanía está muy o bastante de acuerdo con enviar la ayuda posible a la población ucrania. Se trata del mayor porcentaje de apoyo registrado a este respecto en el conjunto de los países europeos.
Este último viernes la agencia internacional de prensa REUTERS dedicaba a España uno de sus titulares más llamativos.
Ellos nunca tienen dudas.
Jamás titubean.
Siempre tienen las cosas claras.
Dicen lo que piensan, a diferencia de los demás políticos, temerosos de las consecuencias de sus palabras.
Piensan lo que piensan muchos y no se atreven a decir, sobre las mujeres, sobre los homosexuales, sobre los inmigrantes…
Nos creíamos a salvo de tiranos o, al menos, a salvo de tiranos con capacidad para amenazar la civilización e incluso nuestras vidas.
Pensábamos que el riesgo de la guerra se situaría siempre en lugares remotos, con estados fallidos, alimentada por conflictos tribales o de fanatismos religiosos, muy alejados de nuestra existencia reglada y garantista.