Historia local de la infamia: la guerra cultural
En la primavera de 1988 me encontraba en un despacho de la calle Leopoldo Urrutia en Santiago, de Chile. La investigadora con la que compartía despacho, Marcela, me preguntaba sobre la Transición española y si se lograrían algo así en Chile. Le contesté que ojalá, pero que tenían una dificultad importante. Les faltaban monumentos de Pinochet que pudiesen conservar, pulir y lucir durante décadas después de la llegada de la democracia. No me entendía lo que quería decir.
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