La confluencia de varios fenómenos políticos en España, y fuera de España, parece indicar que algunos principios esenciales de la democracia están poniéndose en cuestión sin que se dé la respuesta contundente que merecería. Lo preocupante es que la mayoría de iniciativas de desgaste de la democracia parecen surgir de ambientes de la derecha y de la extrema derecha, como si los partidos conservadores, que en el siglo XX asumieron la democracia, quisieran retornar a la política ultramontana que, durante el siglo XIX, caracterizó a las derechas monárquicas en toda Europa. Es sabido que la línea divisoria entre derechas e izquierdas en el siglo XIX pasaba a través de dos materias, a saber, los derechos sociales y la organización política del Estado (forma de Estado, tipo de sufragio, principio de mayorías, amplitud de las libertades públicas) y sólo cuando las derechas, avanzado el siglo XX, asumieron los derechos sociales y la totalidad del modelo democrático de organización política se pudo llegar a un verdadero contrato social, que hizo posible el Estado del Bienestar. Pero la derecha no está a gusto con la democracia ni con los derechos sociales, siempre quiere volver hacia atrás. Y si en la década de los ochenta los Gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y de Margaret Tharcher en el Reino Unido rompieron conscientemente el componente social del Estado del Bienestar, en los últimos años (sobre todo, tras la pandemia del Covid-19) estamos viendo otra ofensiva del conservadurismo político para reducir las libertades políticas y quebrar los principios de la democracia representativa. Es verdad que hay casos extremos, como los Gobiernos ultraconservadores de Hungría y Polonia, pero hay casos igualmente significativos, como la operación Brexit, donde la mayor parte de la derecha británica (con la tibieza cómplice de una parte del laborismo) ha impuesto a una franja muy amplia de la población una salida de la Unión Europea amparada en fake news, o el defenestrado Ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, que basó su política en la demagogia antiinmigratoria. Hay ejemplos suficientes en Europa de cómo la derecha gira desde la democracia hacia el autoritarismo y el populismo, pero en lo que va recorrido el año 2020 encontramos dos ejemplos preocupantes en el Partido Republicano estadounidense y en las varias derechas españolas (Partido Popular y Vox). Y no nos detendremos, para no desviarnos demasiado, en los quebrantamientos de la democracia en América, con Presidentes elegidos, pero autoritarios y populistas, como el brasileño Bolsonaro, o el salvadoreño Bukele, o con Parlamentos como el peruano (y antes el brasileño) que destituyen Presidentes legitimados por el sufragio universal.