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Ni emoción ni censura, tan solo un retrato


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La ultraderecha ha presentado en solitario su segunda moción de censura de la legislatura. Esta vez con un candidato independiente en la persona de Ramón Tamames, quien fuera en su momento dirigente comunista, que luego ha tenido una larga trayectoria política y profesional y que hace ya mucho tiempo que comparte los postulados de la derecha. Por tanto, que aparezca de la mano de Vox no es una sorpresa y menos para sus antiguos compañeros.

En este sentido, lo único novedoso es que por primera vez se proponga como presidente a un personaje público de fuera del ámbito parlamentario y del grupo que promueve la moción de censura, y que además sea el candidato de más edad de los que se hayan presentado hasta hoy. Como si con ello se quisiese negar también cualquier posible continuidad.

Porque ni el grupo proponente ni el candidato aspiran a ganar la votación de la moción de censura ni en consecuencia a formar un gobierno alternativo, como prevé el artículo 113 de la Constitución que la establece como constructiva en aras de la continuidad, si bien es cierto que de las cuatro mociones anteriores tan solo la del candidato y actual presidente Pedro Sánchez tenía posibilidades de salir adelante y se proponía formar un gobierno alternativo al de Mariano Rajoy, como finalmente así ocurrió.

El resto de las mociones de censura han tenido como objetivo el desgaste del gobierno en un momento crítico o bien la consolidación del candidato en el seno de su propio partido. Solo la presentada recientemente por Podemos, en un contexto nuevo de representación pluripartidista, significó el inicio de un camino para que las mociones, más que dirigirse contra el gobierno de turno, también hayan estado orientadas frente a otro de los partidos que en ese momento compartan la oposición.

Este es también el objetivo de la última moción de censura que, lejos de sustituir a un gobierno, persigue ante todo retratar al competidor en la oposición, en este caso al partido popular, al que pretenden volver a caracterizar una vez más de derechita cobarde.

En este caso, el objetivo expresado por la ultraderecha, a falta de cualquier posibilidad de obtener una mayoría parlamentaria suficiente, es meramente simbólico, político y electoral. Por una parte trata de confrontar al gobierno de coalición progresista y sus apoyos parlamentarios con quien se presenta como símbolo de la Transición Democrática, para con ello demostrar una vez más que el gobierno y sus apoyos parlamentarios se encuentran fuera del perímetro de la Constitución.

En definitiva, otra iniciativa de un constitucionalismo aberrante por excluyente que deja de ser el terreno de juego de todos para convertirse en una bandera de partido. Precisamente por parte de una ultraderecha que no solo pretende la ilegalización de otros partidos y la derogación del título octavo, sino que entre otras cosas también niega los derechos fundamentales tanto a las mujeres como a minorías como los inmigrantes, los homosexuales y los transexuales.

Sin embargo, el principal objetivo, este más político aunque también contradictorio con el carácter constructivo de la moción de censura, es el de decretar, inmediatamente de aprobada la misma, la disolución anticipada de las cámaras y la convocatoria de unas elecciones generales. Incluso aunque para eso tenga que traicionar el espíritu y la letra del texto constitucional, del que se proclaman seguidores, relativo al carácter constructivo de la moción de censura. Una moción de censura meramente instrumental y al margen de la Constitución.

Esa es la verdadera razón para que el PP haya decidido abstenerse y no votar en contra de la moción de censura. El hecho de que la dialéctica de la competición con la ultraderecha no suponga una ruptura con los que hace tiempo que está decidido a gobernar.

 

Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.