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Alfredo Jocelyn-Holt: “El resultado del plebiscito no va generar un escenario salvífico en Chile”


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El historiador Alfredo Jocelyn-holt Letelier (Santiago, 1955) es uno de los intelectuales más reconocidos de Chile. A lo largo de su trayectoria académica ha estudiado a las élites aristocráticas y plutocráticas de su país. Eso se ha visto reflejado en tres volúmenes de su obra Historia General de Chile. Además, recientemente, fue parte del libro El octubre chileno, reflexiones sobre democracia y libertad (Ediciones Democracia y Libertad, 2020). Precisamente, el Obrero conversó con él en medio de la realización del plebiscito que se votará este domingo en el país sudamericano.

- ¿Qué hito representa este plebiscito constitucional para Chile?

- Particularmente, un alto grado de incertidumbre que plantea este plebiscito. Llevamos bastante tiempo, por lo menos una década, que podemos sostener de un empantanamiento de un país altamente dividido. Esa división del país, desde un punto de vista histórico, más que políticamente, en términos de contingencia, se podría remontar incluso más atrás. Desde la dictadura de Pinochet, creo que el país está mitad y mitad. En el plebiscito de 1988, por ejemplo, aun cuando hubo un apoyo a la postura del "no", la dictadura fue el orden del 44%. Además, el comportamiento posterior, que abarcó la transición, marcó una especie de empate. En ese sentido, el plebiscito del 88’ puede ser visto como una división del país mucho más 50 a 50. Eso explico la naturaleza de la transición y la vigencia de la Constitución de 1980 hasta nuestros días.

- La discusión constitucional ya había sido planteada en 2015 por la expresidenta Michelle Bachelet. ¿No cree que ya se gestaba la necesidad de realizar cambios de fondo?

- Lo que usted dice es verdad, pero también sucede que el 2005 comenzaron sustanciales reformas que fueron satisfactorias para el gobierno de centroizquierda en esa época. El presidente Lagos le dejó un país pacificado a la señora Bachelet, quien fue su ministra en dos carteras: Salud y Defensa. En segundo lugar, los llamados cambios constitucionales no tuvieron gran apoyo. Insisto, la posibilidad de cambiar la Constitución se viene formulando desde 1988. Sin embargo, al mismo tiempo, se ha trabajado con la misma Carta Magna que, con todos sus defectos, ha regido con la aceptación de gobiernos de centroizquierda. Cuando Bachelet plantea lo que usted está señalando, no prospero porque solo se presentó un borrador de cambio constitucional al final de su gobierno, el cual tenía bajos índices de aprobación en los sondeos de opinión. No estaba dentro de las prioridades el tema constitucional porque la atención estaba más enfocada en salud y educación. Por otro lado, el debate del cambio del modelo económico también viene de mucho tiempo antes. Ahora se plantea una salida constitucional después del estallido del 18 de octubre del año pasado.

- ¿Cómo evalúa el acuerdo al que se llegó para realizar este plebiscito?

- Los partidarios del gobierno, que está sacrificando la Constitución, han participado de este acuerdo. Por otro lado, el Congreso Nacional en Chile ha renunciado -por primera vez en su historia- a su rol o papel de llevar a cabo los cambios constitucionales. Entonces, a mí me parece que el escenario del estallido del 18 de octubre del 2019, presenta una incertidumbre enorme porque puede ser la antesala de una salida de paso ante la incompetencia del Ejecutivo y del Parlamento. Por lo tanto, mirado en esa perspectiva actual, sostener que una salida de orden constitucional va salvar este empantanamiento altamente prolongado y que se ha ido acentuando mayormente en el último tiempo, me parece iluso o, simplemente, ideológico. Muestro un poco de escepticismo.

- En una de sus columnas en el diario La Tercera menciona lo siguiente: "No sé de dónde sacan que esta vez, a diferencia de 1980 u otras ocasiones, la Constitución derivada del Apruebo va a disponer de credenciales que la hagan intachable". A mi entender, usted plantea que, del plebiscito de este domingo, el proceso para escribir la nueva Carta Magna no tendrá un sello democrático. ¿Es así?

- En este articulo doy un mensaje en el sentido de que hay que ponerles atención a las dudas que todos, al igual que yo, podamos tener con este plebiscito que suscita una incertidumbre muy alta. No puedo prever, como historiador que soy, lo que vaya ocurrir este domingo. A lo más puedo hacer prognosis; es decir, considerar variables que anteceden a los fenómenos. En Chile hay una larga discusión constitucional. Nuestras Constituciones, cada vez que han sido dictadas, tuvieron una presencia de los militares y se producen en contextos de enorme fuerza: violencia institucional, guerra civil o golpes militares. Un caso es la Constitución de 1833 que duró hasta 1924 o 1925. En esos años vienen golpes militares que desencadenó en la Constitución del 25 que es cívico-militar.

- La Constitución de Pinochet ha sido reformada en 52 oportunidades. ¿Acaso no se ha protegido más a los intereses de sectores conservadores, defendido a los militares y castigado la disidencia política?

- La Constitución de 1980 tiene un carácter totalitario, pero fue aceptada por la gente. En los años 90 se habló de un consensualismo para reformarla. La Constitución de 1980 estableció originalmente que los militares eran los garantes de la institucionalidad. Esto tiene un antecedente anterior en la Constitución de 1925, en la cual los militares son los garantes de los procesos electorales. Si usted ha estado en Chile, alguna vez, durante un proceso electoral, va observar que los militares están en los recintos electorales donde custodian con criptos y bayoneta calada a los que van a sufragar. Esto es aceptado desde el año 25 en adelante. Entonces, la idea de que Chile es civilista me parece un cuento o pura ideología. Vuelvo a mencionarle, desde los años 24 y 25 hay una alianza cívico-militar y eso está resguardada por la Constitución de 1980. Las prácticas constitucionales y electorales quedan explicitas en esta Carta Magna que les da la figura a los militares de los garantes de la institucionalidad, a pesar de que hubo una reforma en el 2005 bajo la presidencia de Lagos. Por lo tanto, los militares en Chile pueden ser plenamente leales a posturas de izquierda como de derecha. Antes de la Guerra Fría, por ejemplo, sintonizaban más con la izquierda que con la derecha, que rechazaba la intervención militar en la política. En la elección de 2014, por ejemplo, Michelle Bachelet se enfrentó a Evelyn Mathei. Ambos fueron hijas de exmilitares.

- En los últimos 40 años, Chile ha basado su desarrollo en recursos naturales y en algunos servicios que son controlados por pequeños grupos de poder. ¿El modelo económico entra a tallar a la discusión constitucional?

- No. Las críticas al modelo existen desde el 88' hacia adelante. Lo que me llama poderosamente la atención es que los que eran críticos de la dictadura, de la represión, del autoritarismo, del hecho que hubiera un Estado policiaco y hubiese un modelo neoliberal, hayan aceptado estos términos de la Constitución una vez que entraron a gobernar. Esa Constitución -que va ser plebiscitada el domingo- ha sido legitimada por las personas, los sectores y grupos muy ideologizados. Chile organiza muy bien su sistema político. Sus corrientes y sus partidos políticos, que, además, aceptaron que Pinochet pudiera continuar como comandante del Ejército cuando implementó la dictadura hasta 1998.

- Si el 'apruebo' logra imponerse en el plebiscito, ¿ya es un primer paso para un mayor liderazgo político de la población que le permita, por ejemplo, pedir más derechos de los sindicatos, consagrar la atención médica y la educación como derechos fundamentales?

- Me va perdonar, pero el implícito de su pregunta es que ese sería el escenario de una posible interpretación de lo que ocurra hoy. De otro lado, hay una incertidumbre que se abre. Independientemente de lo que usted me dijo que la discusión de una nueva Constitución que comenzó hace cinco años, yo creo que el tema viene desde mucho más atrás. Ese grado de incertidumbre no se reduce por el hecho que el 'apruebo' termine ganando al 'rechazo'. Le vuelvo a indicar que el 'Si' en el 88' obtuvo el 44%, en cambio el 'No’ le correspondió el 56%. Para los efectos estructurales, los sistemas económicos y políticos, no se vieron afectados por ese resultado. Por lo tanto, insisto que este proceso no creo que pase por una decisión de orden constitucional que el país no tocaba hasta antes del estallido social del 2019. El resultado del plebiscito tampoco va generar un escenario salvífico de este empantanamiento en el que nos encontramos.

- En otra columna de opinión, usted señala que “los divisionismos no van a desaparecer con este plebiscito y más bien se impondrán totalitarismos aún más férreos para confirmar dicha soberanía popular”. ¿Qué lo llevo a esa conclusión?

- Lo que he sostenido, acogiendo al hecho que se ha planteado en Chile, es que después de la pandemia vamos a tener un Estado más fuerte. A mi ese escenario me parece más que posible. Hemos tenido Estados tremendamente fuertes en Europa y Estados Unidos, a raíz de fascismos y comunismo en el siglo XX. Pero también lo hemos tenido por cambios que se producen por grandes crisis económicas y producto de las guerras mundiales. Por ejemplo, George Orwell cuando escribe en 1984 no solamente está pensando en la Unión Soviética, sino también en Gran Bretaña al que señala que en ese año está a un escenario totalitario. Los Estados tienen esa tendencia de aspirar a tener ese monopolio fiscal, normativo, coercitivo. Eso decía Max Weber. Por lo tanto, cualquier Estado puede aspirar a ser totalitario. Eso lo sabemos por el siglo XX. Por eso, dada esta historia europea y americana, sumando a la experiencia chilena vamos a tener un Estado evidentemente cosechador de poder. La dictadura militar en Chile, en septiembre de 1973, heredo un manejo económico del gobierno de Salvador Allende y de otros en un 80% de su aparato productivo. Por lo tanto, a mi juicio, cualquier apuesta a un mayor autoritarismo o estococracia evidentemente se corre un alto riesgo tomando en cuenta que hay antecedentes suficientes para Chile.

- En esta semana también se han dado protestas en las calles. Usted también ha sido crítico de estos actos que, además, están compuestos de estudiantes universitarios. ¿Cree que el plebiscito se da, en parte, porque esta generación ha sido importante para la instalación de demandas sociales?

-Soy profesor en la facultad de Derecho de la Universidad de Chile. En el 2009 hubo una toma que fue muy significativa y la viví en carne propia. Los que participaron en ese acto fueron alumnos míos. Uno de ellos eran mi ayudante, mientras que otro lo era de mi señora en la misma facultad. Entonces, yo hice ahí un diagnostico en el libro El octubre chileno, reflexiones sobre democracia y libertad, en el que hice una mención al alto nivel de imposición institucional que se produjo al interior de esa facultad que tenía una tendencia de centroderecha, pero después cambió a una centroizquierda en ese año. Eso sucedió debido a un alto nivel de activismo militante de sectores que, posteriormente, se volvieron en el Frente Amplio. Lo que me interesaba plasmar ahí era cómo se desgastaba la institucionalidad universitaria en una de sus facultades más políticas que era la de Derecho. Porque fue una imposición que tuvo como objetivo impedir las clases, la docencia, lo que me pareció gravísimo. Yo estoy viendo este fenómeno, por eso, desde esa época. En el 2011 también se dio una reivindicación de la movilización estudiantil para llevar a cabo cambios en materia educativa. En los años 60 y 70 también se habían dados estos hechos de movilizaciones en las calles para reclamar derechos. Tiendo a pensar que, en la Universidad de Chile, algunos estudiantes y profesores distorsionan e impiden el pluralismo necesario. En los últimos diez años ha existido mucha movilización, activismo muy fuerte y la toma de instituciones como la Universidad de Chile y, en cierta forma, con el Congreso que tiende a ser implosionado con un objetivo de que se debe tranzar, negociar y exponer posturas plurales. Lo ocurrido el 18 de octubre del año pasado, cuando el Senado invitó a los que estaban en la primera línea, muchachos encapuchados que llevaron los actos más violentos, me pareció rarísimo. En Chile, los fenómenos que ocurren en la universidad repercuten a nivel nacional. Ya sucedió en 1967.

- ¿Cómo quedará el gobierno de Sebastián Piñera tras este plebiscito?

- El gobierno de Piñera, al igual que el Congreso, insisto puede ser objeto de extorsión. Y por eso es altamente impotente. Le doy un ejemplo: dicta el Estado de sitio o toque de queda en Santiago, pero no es respetado. Para la gente que vivió la dictadura y sabe lo que era el toque de queda manejado por militares, llama poderosamente la atención la falta de autoridad. Hay un nivel de impotencia por parte de los militares producto que el presidente de la República no los faculta para realizar ciertas cosas. La pregunta es por qué Piñera no puede dar esas órdenes a los generales. Lo que ocurre es que el 15 de noviembre del año pasado, cuando se da el acuerdo para realizar este plebiscito, se conjuga que los miembros del Congreso y de la derecha, en representación del Gobierno, declaran a la actual Constitución como muerta. Me parece grave que el presidente de la república ofrezca en bandeja la Constitución al Congreso que, a su vez, no puede resolver ante el escenario social que se desata en las calles. Entonces, se llega a una situación de impotencia institucional en todo Chile. El presidente de la república no ejerce su rol constitucional porque no respeta la primera ley que es la Constitución. Y el Congreso renuncia a ser un poder constituyente. El plebiscito, que se hará este domingo, abre un escenario de mayor incertidumbre y debilidad institucional.

- ¿Cómo aterriza todo este proceso en las próximas elecciones? ¿Quién gana: la derecha o la izquierda?

- No comento elecciones, como tampoco le puedo asegurar que vaya ocurrir este domingo. No estoy al tanto de los escenarios que manejan los partidos políticos. Lo que me interesa son las instituciones, observar que, a veces, hay consecuencias no bien intencionadas. A mí me parece grave las consecuencias que pueden afectar a la institucionalidad, que se pone en jaque no por un plebiscito sino por el llamado a este proceso. Podemos tener un escenario fascista que va más allá de la derecha o la izquierda. Otro problema es que, cuando se llama a un plebiscito para una nueva Constitución, todo parte desde cero. Entonces, cualquier cosa es posible. Estamos empantanados con una historia que, a veces, nos muestra que puede repetirse.