Cuento de Navidad
No tienen rostro, no son noticia habitual en los medios de comunicación y apenas son objeto de atención de las organizaciones del tercer sector que se ocupan de la solidaridad, aunque, a poco que cualquiera preste un mínimo de atención, es fácil verlas: son las personas sin techo, vagabundos que, literalmente, no tienen donde caerse muertos. Seres que deambulan de aquí para allá, sin destino ni meta, centrados tan solo en la ingente tarea de sobrevivir y sin saber a ciencia cierta si ese día podrán comer. Que buscan entre las basuras un trozo de pan o una bandeja de jamón York a punto de caducar. Cuando eso ocurre la alegría es grande, pues se acerca mucho a un festín. Pero hasta para rebuscar una manzana entre los contenedores de residuos orgánicos hay que tener suerte. Las mejores esquinas, las puertas junto a los almacenes de los supermercados suelen estar ocupadas por quién llegó antes o por quien es más fuerte. En la calle la lucha por la vida rara vez entiende de compañerismo o de solidaridad. La soledad, la incomunicación, el aislamiento son la otra cara indisoluble de la férrea lucha por la vida que las sintecho han de sostener día a día.
- Publicado en Tribuna Libre