La Renta Básica Universal (RBU) vía impositiva siempre fue una reivindicación feminista al objeto de dar valor al trabajo no remunerado que no contabiliza el PIB, fundamentalmente doméstico y de cuidados, como esencial e irrenunciable para el funcionamiento de todo sistema económico en su conjunto, y que se hace patente en momentos de crisis cuando el Estado de bienestar queda debilitado. Hoy parece que el Misterio de Inclusión y SS está ultimando una Renta Mínima Vital (RMV), y es obvio que… aunque avance social importante es insuficiente. Todo apunta hasta el momento de que será financiada a través de la Seguridad Social, sin acometer ni agotar la vía impositiva, y aún en observancia del artículo 41 CE se antoja de dudosa sostenibilidad debido a la curva demográfica actual; será compatible con un empleo “un tiempo” ¿con empleos precarios?, al objeto de evitar la economía sumergida, pero no contempla la posible negociación por parte de quien la percibe de contratos y salarios. Otra cuestión a tener en cuenta es la base aplicable, se trata del dichoso IPREM para subsidios y ayudas, congelado desde 2017, muy inferior al SMI ahora un poco más digno, por lo que contada gente tendrá derecho a acceder a la Renta, y está será de mínima cuantía. No llega a concretarse que para su efectividad, la iniciativa requiere ser una prestación continuada superior al umbral de la pobreza, que sustituya solo subsidios ya existentes de cuantía inferior, compatible mínimo con un empleo a tiempo parcial en base al SMI, y por supuesto, respetando las prestaciones por desempleo, y las pensiones, como la de jubilación, con un poco de empeño más voluntaria, flexible y gradual. Y es que la RMV al dirigirse solo a paliar la pobreza severa de las familias, aún en el supuesto que se complemente a las numerosas, monomarentales / monoparentales, y contemple a las familias unipersonales, no supera la estigmatización ni siquiera la división entre proletariado y precariado.