Ayuso, sólo ficción
El discurso emocional ha desplazado de la arena política a la razón y a la gestión. Con dos crisis profundas en apenas una década y una fatiga pandémica muy extendida entre la población española, el ilusionismo triunfa ante una sociedad desencantada y ahíta de malas noticias. Con este caldo de cultivo, al menos a corto plazo, pueden hacer su agosto los vendedores de humo, los charlatanes de feria, los sofistas del populismo. En esta sociedad del simulacro, en más ocasiones de las deseables, la verdad tiene menos valor que la apariencia. Hasta el punto de que, siguiendo a Jean Baudrillard, lo simulado se presenta como verdad ante la imposibilidad de diferenciar entre lo que es real y lo que es falso. Lo estamos viendo en esta campaña electoral en la Comunidad de Madrid, donde se imponen la soflama y la impostura y se soterran los hechos, los argumentos y las propuestas.
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