Ni en Barcelona 92, ni cuando la ilusión por la victoria electoral de Maragall en el 99, ni tan siquiera en el segundo gobierno progresista y catalanista de Montilla; en ninguno de estos momentos fue evidente que Catalunya cayera en un proceso de exacerbación identitaria como el vivido en estos últimos 10 años. El Procés ha vinculado el voto a la identidad. Hasta entonces, en Catalunya, el eje ideológico derecha e izquierda determinaba el voto de manera prioritaria. Incluso en la etapa post crisis, cuando aparecieron nuevas fuerzas políticas, emergieron en función de este eje. No obstante, con toda probabilidad, este proceso de exacerbación identitaria se había gestado durante años, incluso décadas.