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La gente de bien


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Hace pocos días un senador hablaba durante su intervención en el Senado, sobre la gente de bien, muchos estamos seguros de que la frase fue sacada de contexto, tampoco pienso en un lapsus linguae y a quien quisiera referirse fuera a la gente de bienes, no, el inconsciente no le jugó una mala pasada. Seguro que fue una frase hecha, sin más.

Casi todos pensamos en la buena intención del senador y que a buen seguro es de los que se manifiesta abiertamente a favor del pensamiento del preclaro Sócrates, que era de la opinión de que nadie en este mundo obra con mala conciencia, que algunos inconscientes metemos la pata, pero “todo el mundo es bueno”.

Mi cuñado Alberto, que es muy suyo, opina que lo dijo a mala fe, para zaherir y que lo dijo pensando en lo nefando del mal como oposición al bien. Abriendo las mentes a lo que postulaba Kant: el mal nunca puede considerarse positivo, mientras que el bien sí lo es. Esa fue la razón de su aserto.

Yo le contesté que el mal engendra dolor y su exposición no fue doliente ni dolida, no. Alberto enseguida sacó de su neurona filosófica a Malebranche, que postulaba que el mal se debe considerar siempre como la oposición al bien, de la misma forma que el dolor es la causa que induce a privación del bien. Y siguió diciendo que la ausencia de la ley a la que el senador se refería podría inducir al dolor de una minoría.

Yo alegué que el mal comportamiento es mucho más profundo que una frase al tuntún, él se enfurruñó por mi poca capacidad para debatir y se fue a la cocina a prepararse un batido de leche de almendras y quinoa con aspirina. Le había levantado dolor de cabeza.

Me quedé solo en el salón, le pedí un zumo de frutas y comencé a pensar seriamente en el mal. Recordé que desde que el hombre es hombre, ha transcendido a través de las generaciones que el mal se origina por culpa de los erróneos comportamientos de los humanos. Nuestros malos actos son la causa de la venganza o el castigo que imponen los dioses a los humanos, por rebeldes y descreídos. ¿A quien no le han dicho, cuando niño, tras caerse, que aquello era castigo de Dios? De mayores ya no decimos eso, pero ¿y si tuvieran razón quienes nos lo decían?, por lo general nuestras madres o abuelas.

Me explico, el pasado 8 de febrero un brutal terremoto destruyó buena parte de los territorios de Turquía y Siria, se abatieron muchas casas, por causa de los cientos de derrumbes han muerto miles de personas. Sería absurdo decir que por causa de ese hombre maltratador que golpeaba a su esposa, por ese violador que destrozó la vida a esa criatura y por ese constante aniquilador de los derechos laborales de sus trabajadores, los dioses vengadores mandaron unos terremotos a toda una región, creo que Malebranche y nuestras abuelas tenían razón. Existe la acción reacción, la causa y el efecto. Sí. Sobre la mesita del salón había un artículo de un periódico que hablaba de la pequeña ciudad turca de Erzin, con una población aproximada de 30.000 vecinos, cercana al epicentro del terremoto, la noticia decía que apenas habían sufrido daños las casas de ese lugar y que, por tanto, apenas había víctimas ¿Cómo ha sido posible esto?, pensé, ¿es un pueblo santo? ¿acaso tienen enchufe con los dioses?, ¿podría ser que el inframundo esté saturado y no admitan más muertos por un tiempo?

No, ni mucho menos, aquella noticia daba a entender que les había tocado el premio gordo de la lotería de la vida a todos los habitantes de esa pequeña ciudad. No, no, no fue el azar, no fue la excepción de la regla, es que en ese lugar que los dioses salvaron de sus iras, tienen una administración de proximidad que se preocupa por los vecinos. ¿O tal vez sea al revés?, que los vecinos se han preocupado de buscar a quienes les administran mejor la vida y les alejen de las cotidianas tragedias que nos manda la naturaleza. Algo que suena a mensaje celestial: la prevención.

El “milagro” tiene lógica, ellos, los vecinos han sabido votar a quienes, por años seguirían las normas de edificación sin chanchullos ni amiguismo fraternales. Han puesto freno a constructores codiciosos, a especuladores, a intermediarios amigos del tanto por ciento…

Dos países devastados por la tragedia y la pequeña ciudad de Erzin sale airosa del enfrentamiento con la naturaleza. En este caso, al no caer ante el tropiezo que les ofertó la naturaleza, deberíamos decir: ¡Les está bien empleado a los unos por inteligentes y a los otros por legales, por leales a la ciudad y sus vecinos!

Los vecinos eligieron bien al alcalde y a los concejales y ese acto insignificante en las urnas les ha salvado la vida. En otros lugares, ante situaciones similares, pongamos por caso una pandemia, ha ocurrido lo que todos sabemos: hospitales colapsados, nuevos hospitales sin quirófanos y con adjudicaciones sin concurrencia pública, residencias donde se acumulaba la muerte, caza de culpables obstruida, impunidad para todos los amigos de las comisiones…

Sí, Malebranche lo explica con total nitidez; el mal procede también de quien induce a la privatización, perdón ha sido un lapsus cálami, me quería decir que induce a la privación del bien, del bien común. Si en un centro educativo de Mislata los docentes han dimitido ante la presión y el caos que originan los adolescentes, no hubiera sido mejor, como en el pueblo Erzín, prevenir con los sicólogos infantiles necesarios, aportando a la sanidad pública el número suficiente de psiquiatras infantiles, aquí, en España, contamos con dos tercios menos de profesionales dedicados a la salud mental de lo que tienen en Francia. Son datos que se omiten y la omisión y dejación de deberes debería tener una respuesta. Pero como decía Nietzsche: el bien y el mal son de doble vía, según la clase a la que uno pertenezca, la de los nobles y la de los esclavos, la de los que pagan impuestos y las que deciden qué hacer y que no resolver con esos impuestos. En una palabra, el bien y el mal también tienen su moral y esta no está basada en la lógica, hoy en día parece estar ligada a la publicidad; nos muestran el miedo a todos los derechos y culpan al contrario de los errores propios, como decía el maestro Goebbels, para de esa forma no asumir responsabilidades ante la sociedad, sociedad desnortada y apabullada por la publicidad y con un criterio trastocado de la realidad.

En ese momento llegó Alberto con su batido entre las manos y un zumo de pomelo para mí, me puse en pie y le dije severo:

-Alberto, habrá que evitar que las urnas den paso a esos que ayudan a que sigan malversando constructores avaros, comisionistas inmorales y demás bazofia corrosiva de la sociedad. Habrá que dar el visto bueno a quienes quieren proteger al mayor desde unas residencias bien concebidas, dignas y con espíritu de servicio, que no de negocio, al menor desde una educación racional y emocional, a una sociedad desde la justicia y la equidad.

Al final, la mitología religiosa va a tener razón; si haces las cosas mal, si ayudas a la corrupción simplemente con la desidia, los dioses convertidos en pandemias, en terremotos o en inundaciones, se cobrarán vidas, muchas vidas y generarán mucho dolor.

Alberto fue al aparador y sacó el termómetro, no entendía nada.

Ergónomo PhD. Profesor del Master Prevención de Riesgos Laborales en Suffolk University Campus Madrid. Sindicalista. Dramaturgo y Escritor. Vicepresidente del Colectivo de Artistas Liberalia. Guionista y conductor de los programas de radio: Mayores con reparos, Salud y Resistencia y El Llavero.