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Nuestros nietos no son mojigatos


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En estos días los medios repiten la pavorosa noticia, que anunciaba el Daily Telegraph: el sello Pufin, propiedad de Penguin Random House, había modificado las obras para niños del escritor Roals Dahl, para adaptarlos y “asegura que puedan seguir siendo disfrutadas por todos, a día de hoy”. Así, las brujas malvadas de “La brujas”, ya no ponen los niños a dieta, ni son mecanógrafas sino científicas y, llevan peluca, ya no como una rareza, sino como muchas otras mujeres. La protagonista de “Matilda” no lee a Josep Conrad, sino a Jane Austen y, las tías malvadas de “James y el melocotón gigante”, ya no son gordas ni flacas. En definitiva: se tergiversa el significado, o directamente se censura su contenido, en aras de un supuesto público infantil, que, intuimos, se escandaliza más que el de la edición anterior.

Da que pensar, al menos a mí me da mucho que pensar, la conclusión apresurada de algunos planteamientos: que vivimos en una excepción histórica, marcada por la estupidez de la corrección política, en la que jamás la cultura se ha visto tan amenazada como ahora y, que seguimos una línea descendente, que nos llevará a un abismo “woke” (manera irónica, como forma de denominar a varios movimientos e ideologías progresistas radicales, o de izquierda identitaria posmoderna, percibidos como demasiado entusiastas, agresivos, agitadores, susceptibles o poco sinceros, y por su tendencia a la censura de opiniones discrepantes mediante la llamada cultura de la cancelación), en la que nada podrá decirse y, nadie estará a salvo de la pira.

Jean Seaton (historiadora oficial de la BBC) junto a James Curran han escrito un libro esencial “Poder sin responsabilidad”, en el que explican como los patrones de propiedad y control son los factores más significativos, en la forma en que operan los medios en la actualidad, lo cual conduce a una reducción de la gama de opiniones representadas. Pero esto viene de lejos ¿cómo se justifica si no la noticia – que pasó más desapercibida – de la censura a Shakespeare, no en nuestre era “woke” ultra puritana, sino en el siglo XVII? En 2018, la muerte de Cordelia en el “Rey Lear”, fu reescrita por el dramaturgo Nahum Tate, para lograr un final menos violento y más feliz. Así que ya en el siglo XIX, la edición de las obras de Shakespeare, para toda la familia de Thomas y Harriet Bowdler, suprimía, como ahora ha hecho Pufin, cierto vocabulario que consideraban poco apto, para los más jóvenes, además de algunas escenas violentas.

Escribía hoy Lucía Lijtmaer, que lo que molestaba de Shakespeare, es extremadamente similar, a lo que molesta hoy de Roald Dahl: que se verbalice la violencia y la crueldad, algo que consideran puede perturbar a los más jóvenes y, que retrata una visión del mundo, alejada de la actual. Y sus editores buscan contentar a un mercado, que creen puritano y quejica. Pero lo que no entienden, es que el disfrute infantil sigue asociado, tanto a un melocotón que rueda colina abajo, como a ver la maldad en el brillo de una llama gélida, en la pupila de una bruja.

Jean Seaton dando clase hace años, con su mirada incisiva y su voz atronadora, levantando una ceja, contestó a un alumno apocalíptico, que argumentaba con fervor, que vivimos en la época más violenta de nuestra historia: “Recuerde que esos preciosos monumentos, que usted va a ver en Roma en sus vacaciones, aojaban a cientos de miles de romanos, aplaudiendo como se despedazaban a los esclavos, para su disfrute”.

Pues eso.

Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.