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El queso y los gusanos


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Intercambiaba opiniones hace unos pocos días con una amiga, sobre lo mucho que nos cuesta a algunos veteranos, entender los días que vivimos. Los cambios producidos por las nuevas tecnologías, es de tal magnitud, que ya no tenemos claro que queda del mundo en que crecimos, ni como va a acabar de conformarse el nuevo. Lo he comentado con cierta frecuencia, la Red nos ha conectado con los lugares más remotos, y nos ha puesto en contacto instantáneo, con personas con las cuales nunca nos veremos cara a cara. Ha alterado nuestra manera de relacionarnos con el tiempo. Hoy todo es apremiante, urge que nos pronunciemos ya mismo, sobre el problema más complicado. Disponiendo de un ordenador, un móvil o una tablet, es fácil creer que podemos gobernar las circunstancias, marcar el ritmo de la política, transformar las cosas con sólo utilizar los dedos sobre un teclado, a golpes de clics. Pero lo que aún está por ver, es si todas esas facilidades nos van a hacer más libres, más autónomos, más independientes.

A los historiadores nos gusta pensar, que lo de Internet es una revolución como lo fue la de la Imprenta, allá por el siglo XV. Un cambio tecnológico que abrió las puertas, para que pudiera circular con más rapidez la información y el saber, y las sociedades cambiaron. El conocimiento ya no fue cosa de unos pocos, y los clérigos perdieron un poderoso instrumento de poder. Se pudieron escuchar nuevas voces, muchas de las cuales venían a dinamitar las viejas jerarquías.

Nos recordaba el otro día José Andrés Rojo, que ya en un antiguo libro clásico “El queso y los gusanos”, el historiador italiano Carlo Ginzburg, se propuso explorar como veía la realidad un molinero del siglo XVI, cuando gracias a la imprenta y la Reforma protestante, se ponían en cuestión las certidumbres anteriores.

Se nos cuenta en el libro, que Domenico Scandella, al que llamaban Menocchio, nació en 1532 en Montereale, un pueblecito del Friuli en el Véneto, al noreste de Italia. En 1583 fue denunciado al Santo Oficio, por pronunciar palabras heréticas e impías sobre Cristo. No cabe duda que era un tipo particular. “Yo le he oído decir” declaró un testigo, “que al principio este mundo no era nada, y que fue batido como una espuma del agua del mar, y se coaguló como un queso, del cual nació una gran cantidad de gusanos, y estos gusanos se convirtieron en hombres, de los cuales el más poderoso y sabio fue Dios, y al cual los otros rindieron obediencia”. El propio Menocchio decía, para defenderse de la acusación de dejarse llevar por doctrinas heréticas: “Señor, nunca he conocido a nadie que tuviera estas opiniones; estas opiniones que yo tengo, las he sacado de mi cerebro”. En 1601 fue ejecutado.

Lo que más sorprende de este molinero, es su afán de ser fiel a lo que pensaba, de insistir hasta el final en sus ideas: “Mi cerebro es sutil, y me ha gustado aprender las cosas elevadas que yo ignoraba”.

Los historiadores sabemos bien, que ese fue el precio que tantos pagaron, por abrir paso a la libertad. Hoy me parece, la cuestión es si las nuevas tecnologías, conducirán la batalla en esa dirección o, si más bien, nos van a empujar a doblegarnos a las voces de las respectivas tribus, a seguir a pies juntillas las opiniones aparentemente mayoritarias, esas que se ha dado en llamar “virales”.

Pues eso.

Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.