La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad se condensan en el Amor
- Escrito por Manuel Según Alonso
- Publicado en Tribuna Libre
Si hablas con un masón o una masona te dirá, que la masonería es un camino iniciativo, poético y exigente que ha establecido como uno de sus principales principios la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Para ello han abandonado cualquier posicionamiento teológico congruente con la afirmación de San Agustín: “creo para comprender”, estableciendo que “comprende para creer” conforme al pensamiento de Abelardo y al racionalismo propio de la burguesía del siglo XVIII. Fundamental diferencia entre “la astucia que engaña y la verdad que enseña”.
La masonería llama a abandonar la velocidad y las prisas del día, las preocupaciones de la existencia, los miedos e incluso la falsa felicidad que nos reporta lo material. Llama a reflexionar, a pensar e incluso a quebrarse la cabeza para progresar. Calla la mente para entender lo que se esconde tras los símbolos. Une a personas que piensan, sientes y tienen esperanzas y sueños diferentes pero que tienen algo en común: buscan progresar, transformar la humanidad cambiando interiormente.
Para meditar, los miembros de la masonería no pueden alejarse del mundo exterior para centrar su mente acudiendo al rosario de los católicos, los islamistas o de los budistas. Tampoco pueden acudir a recitar las tablas de multiplicar o la lista de los reyes godos, que muchos maestros de antaño obligaban a repetir cansinamente en la escuela para tener entretenidos a los niños, sin saber, que les transportaban a mundos que de otra forma nunca hubiesen descubierto. Se tienen que conformar, y no es poco, con los rituales o ceremoniales que se practican en logia y que también tienen la intención de fijar la mente. Son herramientas para alcanzar un estado de consciencia libre de las exigencias del mundo y adentrarlos en su yo interior; es un estado espiritual que se define como el abandonado del mundo profano.
Este trabajo interior es arduo, necesita tiempo, dedicación y esfuerzo. La masonería se alcanza a través de la práctica y el estudio constante y permanente. Pensar que se es miembro de la masonería por el simple hecho de haber sido iniciado y que se hayan presentado las herramientas y símbolos que la teorizan, es lo mismo, que pensar que se puede tocar el piano solo posando las manos sobre las teclas o leyendo algún manual; o creer que se domina la informática siendo capaz de hacer un programa que permita teclear “hola mundo” y que el ordenador imprima sobre la pantalla esos caracteres (¿Eres masón? Mis hermanos me reconocen como tal, dice el ritual).
El miembro de la masonería labora sobre sí para servir a la humanidad, porque solo a través del trabajo, del conocimiento intelectual, de la soledad buscada se convierte en masón o masona, lo mismo que hacen los benedictinos en su alabanza constante a Dios: Ora et labora (reza y trabaja) dirán.
Pero el trabajo viene acompañado del recogimiento, del silencio que son el sostén de las palabras. Como afirma Juan de la Cruz:
“Alimenta el silencio:
en soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido”.
No es posible escuchar si no se deja de hablar: “Orar es hablar a Dios. Meditar es escucharlo”. Pero para el miembro de la masonería, la meditación, el recogimiento tiene como misión el bien de la humanidad, es un acto espiritual. No es un acto exclusivamente individual y por tanto egoísta, ni siquiera solo social. ¡Es mucho más! Puesto que, a través de la escucha, el silencio, la meditación y el trabajo se puede alcanzar un grado de conciencia y un sendero que posibilite experimentar la conciencia colectiva que fundamenta el camino iniciático. El miembro de la masonería se considera libre e igual a cualquier otro ser humano.
Conocer el interior permite al miembro de la masonería encender sus columnas interiores:
Sabiduría, Fuerza y Belleza. Para ello, debe estar dispuesto a aceptar la propia imperfección y a rectificar en muchos casos. Sabiduría, Fuerza y Belleza conforma la base de su iluminación interior que se traduce en el aspecto social en Libertad, Igualdad y Fraternidad, cimiento vertebrador del trabajo masónico que hace que la masonería reviva una y otra vez la alegoría de la construcción del templo de Jerusalén desde múltiples perspectivas. Se levanta el santuario en el interior de cada miembro de la masonería con sabiduría, fuerza y belleza y se destruye socialmente, una y otra vez por los enemigos de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Esfuerzo continuo que representa el proceso iniciático masónico que nunca acaba. Meta que reside oculta en el corazón de cada uno de sus miembros como perla valiosa que debe protegerse y transmitirse de generación en generación.
Solo renovándose interiormente, los miembros de masonería emprenden el camino del conocimiento exterior (solo siendo libres pueden reconocerse iguales a otros). Desarrollo fundamental para crecer como seres sociales. Tienen las herramientas y los rituales para cambiar la sociedad y sintonizar con ella. Deben conocer su exterior y sembrar también ahí. Junto a sus hermanos y hermanas, y practicando la tolerancia, deben encender las columnas sociales de Libertad, Igualdad, Fraternidad. Su encendido es un esfuerzo colectivo que tiene como fin “lograr el progreso y la felicidad de la Humanidad al completo”.
Además del estudio, el trabajo y el hábito, deben practicar la humildad que no tiene nada que ver con la debilidad o el sometimiento, sino que requiere fuerza de voluntad y determinación. Estoy seguro de que cuando se piensa en Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Bernardo de Fontova, Francisco de Borja, Juan Eusebio de Nieremberg, Juan de Valdés, Miguel de Molinos o Moisés de León no se ven personas débiles; y sin embargo alcanzaron la humildad que les permitió escuchar la voz interior con lo que consiguieron descubrir aquello que buscaban.
A partir de ese momento y solo entonces, se pueden consagrar a “la búsqueda de la verdad, al amor de la justicia y la práctica del bien”. Se ha producido una renovación integral. Saben que nada se puede construir sin tener la Luz como meta. Su búsqueda ha dado sentido a su trabajo y es la base de sus rituales. Deben ser zarza ardiente que no se consume como la que vio Moisés en el desierto.
Me viene a la mente las palabras que la cantante de ópera y librepensadora Pauline Viardot, nacida Pauline García, dirigió a Rietz en 1859:
“No puedo proponer ninguna fórmula para mi fe, pero tengo la firma convicción de que el alma es inmortal, y de que todos los amores algún día se verán reunidos, los grandes amores, cualquiera sea su naturaleza, siempre que hayan hecho dignos de ellos […]. Todo lo que sé de esto: que en nosotros hay una chispa divina que no perece, y que terminará convirtiéndose en parte de la gran luz”.
Sería bello y armonioso pensar que al final todas las almas libres, iguales y fraternas se funden en esa gran luz que representa el Amor Universal. ¡El Amor es todo!
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Manuel Según Alonso
Funcionario del Cuerpo de Gestión de Sistemas e Información de la Administración General del estado. Actualmente destinado en el Ayuntamiento de Madrid como jefe de Unidad en la subdirección general de Comunicaciones del Organismo Autónomo Informática Ayuntamiento de Madrid (IAM). Doctor en Historia e historia del arte y territorio con la tesis “Masonería y Política en Madrid (1900-1939). Miembro del Centro de Estudios históricos de la Masonería Española (CEHME). Miembro del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Libros: La quema de conventos de mayo de 1931 en el Madrid republicano. El anticlericalismo de la gasolina y la cerilla. Saarbrücken, Academia Española, 2015, y La masonería madrileña en la primera mitad del siglo XX. Madrid, Sanz y Torres. 2019.
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