La dirección de escena en la política
- Escrito por Emilio Meseguer
- Publicado en Tribuna Libre
Hace un par de días, al salir de una reunión de directores de escena en la Academia de las Artes Escénicas de España, se me antojó encontrar la semejanza de esta profesión teatral a la de los políticos, con mayor incidencia en estos momentos de campaña electoral.
Me imaginé al personaje protagonista de una obra teatral en un espacio escénico inmenso, luchando contra la desertización y frenando la contaminación del espacio de convivencia. Los balcones y ventanas, todos orlados con una maceta de la que surjan flores rojas, amarillas, moradas (perdón, moradas no) …
La poética de esas escena sería patética. El simbolismo que el director de escena quiere dar para potenciar al texto es aterrador.
La labor de la dirección escénica parte de una preparación previa de conocimiento, para así, apoyar o contradecir al texto mediante la música, iluminación, decorado…, dotándole de ironía o subrayando la idea del autor. En este caso, si la persona responsable de la dirección conoce que cada ser humano necesita al año una media de 130 metros cúbicos de oxígeno, unos ocho mil litros diarios y que es necesario para conseguir esa cantidad aproximadamente una veintena de árboles, invertiría su talento creativo en dar una imagen positiva y apoyar al texto, dotando al paisaje escénico de arbolado, si presentara la acción en una ciudad, así como un horizonte plagado de vegetación y arbolado, si la escena transcurriera en el medio rural.
La dirección escénica advertiría lo curioso que es el observar a vista de pájaro los déficits de arbolado que tiene la región, es angustioso constatar la carencia de arbolado del campo y la ciudad.
Es una auténtica pena el mostrar las convicciones del erial en que se encuentra aquello que desde la política se quiere defender, le traiciona su subconsciente, su realidad más escondida, la nunca mostrada en público. Aquí vemos que su ego se desmorona ante esta puesta en escena dantesca. Imagínese el lector la escena:
Al fondo del decorado un hospital sin quirófanos, chimeneas con humos densos, con olor a fritanga procedentes de cocinas fantasmas. En primera posición un grupo de ventanas y balcones con su tiesto correspondiente rodean al personaje principal. Bares y tabernas en los bajos de los edificios, terrazas gritonas en calles y aceras interrumpen el paso de los viandantes y el ruido procedente de ellas impiden escuchar el parlamento del personaje. La contaminación de las chimeneas y de los vehículos impide, así mismo, ver con nitidez al personaje. El espectador no sabe bien si este va o viene por el escenario, tampoco puede apreciar que herramientas de convivencia lleva en las manos y dentro de lo que parece una mochila, solo se escuchan gritos que salen de la boca del personaje, acompañado por rayos que no anuncian tormenta, rememorando tiempos pasados de tiros en la nuca, terror y muerte.
La escena está servida, la ciudad o el pueblo, parecen sugerir por los decorados, que los vecinos están agonizando, da a entender que es la antítesis de ese alegre montaje cinematográfico de “Cantando bajo la lluvia”, que el espectador guarda entre sus neuronas.
Esta poética lóbrega indica justo lo contrario: el caos, la desolación, el griterío se apoderan del subtexto. Lo que dice el texto: “Vamos hacia la mejora total”, se contradice con el montaje escénico que pretende la política metida a directora de escena.
La síntesis política es poner tiestos en las ventanas mientras que el espectador desearía ver como se plantaban árboles en los alcorques vacíos, se concienciaba a los escolares y resto de vecinos el plantar en las fechas oportunas cientos de árboles anuales para mejorar la salud física, psíquica y social del grupo humano. Todos a una plantando en plazas y jardines, en calles y parques. Porque el espectador sabe que los árboles protegen; dan sombra, mantienen la humedad del ambiente, evitan el excesivo consumo de frigorías domésticas por habitante y día, el arbolado mejora las riberas de los ríos, así como, la vida de los vecinos y turistas.
Ya, ya sabemos que el turismo es algo que genera caja y que poco importa como se sienta, lo que importa es que consuma cultura en una terraza con caña y bocata de calamares. Al fin y al cabo, en la capital del reino la gran mayoría de los museos son nacionales y eso no engorda al hostelero.
Es una pena que los políticos en épocas electorales estén tan cargados de simbolismo frustrante. La política busca el mensaje directo, corto, fácil de entender, simple, lleno de promesas y con poco fundamento. Lo siento, la dirección escénica necesita de una mayor cualificación.
Lo siento persona política, su proyecto es débil, carente de sentido. Quizá en otro momento haya que tirar con más inteligencia de ese árbol de la ciencia del bien, que el del mal ya lo sufren los pulmones de los vecinos.
Emilio Meseguer
Ergónomo PhD. Profesor del Master Prevención de Riesgos Laborales en Suffolk University Campus Madrid. Sindicalista. Dramaturgo y Escritor. Vicepresidente del Colectivo de Artistas Liberalia. Guionista y conductor de los programas de radio: Mayores con reparos, Salud y Resistencia y El Llavero.