Crímenes de odio
- Escrito por Jordi Petit
- Publicado en Arco Iris
La igualdad entre las personas existe de veras, cuando al mirarnos en un espejo, éste nos devuelve cualquier otra imagen de alguien “diferente”. Los cambios en curso dibujan una sociedad muy plural e intercultural. La velocidad de los avances técnicos nos inundan de información. No siempre es fácil establecer criterios de selección, circulan rumores, estereotipos o falsas noticias. La economía crea más desempleos e inseguridad. Decrecen los servicios públicos. Es un laberinto donde nuevos valores y antiguas certezas, pugnan por imponerse o sobrevivir.
El movimiento homosexual y transexual levanta las iras de la tradición. Solo así podemos explicarnos el gran repunte de agresiones y declaraciones que descalifican a la minoría lgtbi. A pesar de las recientes leyes anti-lgtbifobia, todavía la diversidad sexo-afectiva de la especie humana no forma obligada parte de la educación. Entre tanto, se difuminan las bases científicas del moderno movimiento lgtbi. Hay que volver a explicar el Informe Kinsey y tantos otros.
Hemos heredado una estricta cadena simbólica. Se supone a todo bebé la heterosexualidad enfocada a la reproducción y también un rígido género femenino o masculino. El movimiento feminista ya denunció el machismo y el patriarcado que impregna esta vieja cadena simbólica. Desde las atribuciones de color para los bebés (Rusia: blanco para niños, azul para niñas), hasta el tamaño de los relojes y paraguas, grandes y oscuros para varones y pequeños con colorines para mujeres. ¿Colonias y perfumes, tienen sexo?
En la medida que el movimiento feminista y el movimiento lgtbi han convencido a mayorías sociales sobre la arbitrariedad de este corsé ideológico surgen reacciones más y más radicales de una minoría intolerante.
Han regresado los skin-heads en el norte de Europa y en los EEUU, de inspiración neo-nazi. Han casi destruido el ambiente gay holandés. Hay que erradicar las webs neo-nazis de los EEUU. En Oriente el islamismo integrista niega derechos conquistados en otros países, hasta aplicar la pena de muerte a mujeres u homosexuales. En nuestro solar mediterráneo, persiste el rancio machismo inquisitorial de siempre, mientras que África rechaza la homosexualidad como una perversión fruto de la colonización. ¡Hay quien aún mantiene que son enfermedades! La situación más tensa y grave se vive en América Latina y Caribe. El trasvase de fieles católicos a las iglesias evangelistas (muy conservadoras), ha provocado una sorda competición entre ambas. Llueven condenas desde todas partes contra los derechos de las mujeres y contra la comunidad lgtbi, rivalizan en quien lanza el peor anatema. Tales ataques “legitiman” agresiones y asesinatos de odio. Al existir el móvil de extirpar “el pecado”, se trata de crímenes casi diarios con cruel tortura previa. Las personas trans son las más vulnerables.
¿Se han olvidado del quinto mandamiento? Ninguna religión predica esto, pero muchos cardenales no se muerden la lengua. Es tal ese integrismo ciego, que ante el abuso de menores por parte de la curia, muestran carteles con textos tan increíbles como “no a los niños que tientan a nuestros obispos”. Atroz. Trump y Putin se han apuntado a esta reaccionaria cruzada, a pesar de que en 130 países la homosexualidad es legal, contra 76 donde sigue ilegal. Las declaraciones de estos mandatarios traspasan fronteras, tienen su repercusión pese a la ONU.
Las gentes que se sienten perdidas o inseguras ante esta metamorfosis económica y social precisan de referentes simples e intolerantes donde refugiarse y conservar sus raíces atávicas.
Otro aspecto de este presente conflictivo afecta a las muy ignoradas personas mayores y/o dependientes lgtbi. La fundación Enllaç en Catalunya, denuncia la marginación que supone para homosexuales y transexuales ingresar en una residencia donde actualmente una mayoría heterosexual educada bajo el franquismo les marginará. Callan. Es una indignidad, vuelven al “armario”. Amargo final de sus vidas. Las administraciones deben de resolver esta discriminación silenciosa, formar al personal profesional de los geriátricos y de la asistencia domiciliaria. Existen soluciones donde ya se protege la privacidad lgtbi, tal como han resuelto ingeniosamente ciudades como Amsterdam o Manchester.
Una sociedad laica es aquella donde se respetan todas las diferencias, cultos y minorías, bajo la protección de los Derechos Humanos y la independencia religiosa de sus gobernantes, sea cual sea su creencia.
Jordi Petit
Militante de la Juventudes Comunistas de Catalunya (JCC) y del PSUC en la clandestinidad del franquismo. Pasó dos veces por la cárcel. En los 80's fue miembro del Comité Central y del Comité de Barcelona del PSUC.
Ocupó en 1980 el cargo de coordinador general del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y en 1986 lo abandona para co-fundar Gais per la salut (luego Stop Sida) y la federación de entidades Coordinadora Gai-Lesbiana (CGL), de la que fue secretario general hasta 1999. A continuación fue electo como presidente de honor de la CGL. También fue co-secretario general de la International Lesbian & Gai Association (ILGA), desde 1995, reelecto en 1997, hasta 1999.
En 1992-93 trabajó como coordinador de la campaña “Democracia es igualdad” del Ministerio de Asuntos Sociales (entonces con Matilde Fernández), campaña contra la intolerancia integrada por 11 grandes ong's estatales. El spot de tv de “Democracia es Igualdad” recibió un galardón de la ONU.
En los 90's se aleja de ICV y en 1999 formó parte de la candidatura de Pascual Maragall a la Generalitat de Catalunya. Desde entonces sigue como independiente en la órbita socialista.
Ha recibido numerosas distinciones y premios, tanto desde las asociaciones lgtb, como de las instituciones civiles. Medalla de Honor de la Ciudad de Barelona y Creu de Sant Jordi. Premio Pluma 2019 de la FELGTB.
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