La evolución de la identidad homosexual (2)
- Escrito por Jordi Petit
- Publicado en Arco Iris
Hace unos 40 años aparecieron en nuestro país las personas vegetarianas, al principio se las vio como una rareza y hoy es de lo más corriente. Esas personas además tenían y tienen una religión o no, votan a tal o cual partido o se abstienen, trabajan en las más variadas profesiones, etc. etc. De hecho pues son personas que practican el vegetarianismo. Pero primero fueron bichos raros, hasta que se disipó esa etiqueta social.
Esta comparación pretende explicar que las y los homosexuales no existen, existe la homosexualidad y además en distintos grados, como ya puso de manifiesto Alfred Kinsey desde los años 50's. Lo mismo sucede con la heterosexualidad, que abarca un 60% de la población y luego presenta distintos grados en relación con la homosexualidad.
En el siglo XIX y sobre todo en el XX, la medicina, la ley y desde antiguo la religión, crearon y estigmatizaron a las personas que practicaban la homosexualidad, como enfermedad, delito y grave pecado. Esa opresión creó un tipo de personalidad donde lo común era el mismo deseo, el mismo miedo y la misma culpa, hasta incluso el auto-rechazo. Pocas fueron las excepciones que en público desafiaron esa discriminación, al menos en los años 20's-30's en nuestro país. Luego con la victoria del nacional-catolicismo esa losa aumentó de peso y mucho, hasta incluirnos en leyes de persecución específica y en una pretendida rehabilitación.
Tras la dictadura, con la transición salimos a la luz toda una generación de hombres y mujeres homosexuales y transexuales, éstas las que sostuvieron la resistencia a base de detenciones, farándula, prostitución, violaciones y una y otra vez, encarceladas.
Todo aquel conjunto de personas ciertamente compartíamos muchas cosas en común, nuestra identidad basculaba entre dudas, la no auto-aceptación y la culpa. La represión y la desinformación nos mantuvo en un limbo clandestino donde adquirimos el instinto del miedo a la policía, al que dirán, a la propia familia, 40 años de ostracismo. El miedo siempre presente. No teníamos una idea definida sobre nuestro futuro, ni de que significaba el amor. Los valores tradicionales no tenían lugar para nosotros pero nos los habían inculcado, ... estábamos confusos. Muchos llevaban una doble vida. Claro que los hubo espabilados y sin pudor, ligaban en determinados lugares, pero no eran la mayoría. Se inició el éxodo de las poblaciones medias y pequeñas a las grandes ciudades, más anónimas, con menor o sin control social.
Tras tantos años de escondernos nos lanzamos a una sexualidad hambrienta, hablo por los hombres homosexuales. Descubrimos la palabra “gay” que supuso un primer punto de agarre personal e inicio de cambio respecto a como definirse.
En síntesis los primeros gays fuimos más bien promiscuos, se trataba de recuperar el tiempo perdido y sobre todo de experimentar. Confusos sobre que queríamos de la vida pero con mayor o menor adhesión a los esquemas heterosexuales. El debate preferido en aquellos años era “pareja abierta o pareja cerrada”.
Compartíamos los efectos de la clandestinidad, por ejemplo en el lenguaje, propio de todas las minorías. Así como en los 50's-60's se usaba en los EEUU una pregunta ambigua “¿Eres amigo de Dorothy?”, aquí era más simple “¿Entiendes?”. Esos lazos que pasaban desapercibidos para los demás, creaban sentido de complicidad, de comunidad. dentro de la represión. El léxico era más amplio. Hubo toda una serie de expresiones entre algo involuntariamente misóginas o frívolas, que ahora prácticamente han desaparecido. Hablarse en femenino en determinados momentos, formaba parte de esa sub-cultura de minoría estigmatizada y oculta. Esa es una gran diferencia entre los 80's y la actualidad, en pleno siglo XXI.
Hablo a grandes rasgos, no todos estábamos en la misma situación, incluso ahora persisten muchos armarios. Tampoco -que yo sepa- no existen estudios que nos permitan acercarnos más a aquellos años respecto de como cada cual vivía su homosexualidad.
Entonces aquellas generaciones precisaban afirmarse y determinar que caminos de futuro, que nueva identidad era la suya. Ya no éramos pecadores, enfermos ni delincuentes,¿ pero qué eramos, a parte de llamarnos gays?. Muchas dudas y una primera fractura identitaria que todavía dura a día de hoy. Nuestra identidad se escindió en dos campos, las discusiones eran interminables. “¡Que no se te note!, compórtate como un tío “normal”, nada de plumas ni de gestos afeminados”. Eso se reflejaba por ejemplo en los contactos que publicaban Party y luego la revista MENsual: “afeminados abstenerse.”, incluso eso hoy aparece en las redes de ligue. Lamentable.
En los primeros 80's muchos querían ser peludos y el sexo kleenex era un sin fín. En las primeras discos mandaban Village People, Grace Jones...empezaron a multiplicarse los espectáculos de trasnformistas. Estas observaciones no implican que los gays no recibieran las mismas modas y la inducción al consumo, como el resto de la sociedad. También es verdad que estábamos y estamos en todas partes, aunque entonces pesara el viejo pre-juicio de que solamente éramos peluqueros, modistos o artistas, por causa una supuesta e innata “especial sensibilidad”. Como siempre, por situación de clase, los hubo más afortunados que viajaban a países más liberales y los menos pudientes que soportaban una vida gris en pequeñas poblaciones. En aquellos años, a no ser por la expresión femenina de género, éramos muy anónimos, ocultos en público pero sueltos para el desmadre nocturno.
Hubo un segmento de gays, incluidos los activistas, que compartieron con el resto de la sociedad la transgresión en BCN y la “movida” en Madrid. Diría o me parece, que respecto del total, fue un segmento reducido pero con capacidad de hacerse oir, por ejemplo en publicaciones alternativas como fueron “Ajoblanco”, “La luna” de Madrid y “Anarcoma”... Estos mismos gays leían a Alberto Cardín, Mario Mieli, ... al principio tuvimos pocos intelectuales de referencia en aquellos años... "El anarquista desnudo", del valenciano Luís Fernández, Ed. Anagrama (1979), (hoy en papel y en e-boock), fue quizás el más hilarante fresco de los activistas y su entorno de aquellos años. Muy recomendable para sumergirse en ese período, hoy hasta sorprendente. ¡Han cambiado tantas cosas!.
En síntesis lo gays empezaron a dejar atrás la culpa y el miedo, empezaron a preguntarnos por referentes de conducta. Se abrió esa brecha entre los gays de corbata y las locas, con todos los matices que queramos. Así fuimos a grandes rasgos durante la transición y en los primeros 80's. Nuestra identidad estaba dando un gran salto.
Jordi Petit
Militante de la Juventudes Comunistas de Catalunya (JCC) y del PSUC en la clandestinidad del franquismo. Pasó dos veces por la cárcel. En los 80's fue miembro del Comité Central y del Comité de Barcelona del PSUC.
Ocupó en 1980 el cargo de coordinador general del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y en 1986 lo abandona para co-fundar Gais per la salut (luego Stop Sida) y la federación de entidades Coordinadora Gai-Lesbiana (CGL), de la que fue secretario general hasta 1999. A continuación fue electo como presidente de honor de la CGL. También fue co-secretario general de la International Lesbian & Gai Association (ILGA), desde 1995, reelecto en 1997, hasta 1999.
En 1992-93 trabajó como coordinador de la campaña “Democracia es igualdad” del Ministerio de Asuntos Sociales (entonces con Matilde Fernández), campaña contra la intolerancia integrada por 11 grandes ong's estatales. El spot de tv de “Democracia es Igualdad” recibió un galardón de la ONU.
En los 90's se aleja de ICV y en 1999 formó parte de la candidatura de Pascual Maragall a la Generalitat de Catalunya. Desde entonces sigue como independiente en la órbita socialista.
Ha recibido numerosas distinciones y premios, tanto desde las asociaciones lgtb, como de las instituciones civiles. Medalla de Honor de la Ciudad de Barelona y Creu de Sant Jordi. Premio Pluma 2019 de la FELGTB.
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