Lucio Martínez y la limitación de la jornada laboral en 1923
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Textos Obreros
En distintas ocasiones nos hemos hecho eco del intento de las patronales europeas por revertir la conquista de la jornada de ocho horas y aumentar la jornada laboral como medio para hacer frente a la crisis económica acontecida al terminar la Gran Guerra. España no se vio libre de estos intentos, y el movimiento obrero tuvo que emplearse en defenderla. Ese es el contexto en el que insertamos este artículo sobre la conferencia que en la madrileña Casa del Pueblo impartió Lucio Martínez en el mes de febrero de 1923.
Lucio Martínez Gil (1883-1957) fue un destacado miembro del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores. De origen humilde, trabajó de niño en el campo para luego ser zapatero. Fue miembro de la UGT y de la Agrupación Socialista Madrileña desde principios del siglo XX. Llegó a ser presidente de la Casa del Pueblo de la capital, representado a los trabajadores como vocal obrero en un sinfín de organismos en Madrid donde se destacó siempre por su trabajo. Llegó a ser diputado y miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE. También perteneció a la Masonería.
Martínez no dejó de encarecer en su charla la importancia que tenía para el obrero la limitación de la jornada, después hacer pedagogía sobre la historia de la misma. Había que estar alerta porque, como expuso, los patronos querían terminar con esta limitación de la jornada aludiendo a un folleto que se había publicado donde, al parecer, negaban que con la limitación de la misma se había conseguido lo que el movimiento obrero había preconizado y sostenido.
En ese sentido, reafirmó los argumentos favorables a la limitación de la jornada. En primer lugar, no habría disminuido la producción, sino que, al contrario, podía aumentarla. Lo que ocurría era que el patrono no quería contratar a más obreros ni mejorar la maquinaria porque ambas acciones mermaban las “excesivas ganancias”. Pero existían testimonios de industriales ingleses que afirmaban que los obreros que trabajaban con exceso producían mal, y que en los ensayos hechos de jornadas cortas se habían obtenido beneficios porque se habían reducido gastos y se había producido menos desgaste en las máquinas. También existía un informe inglés sobre la misma tesis, añadiendo que había que mirar hacia el futuro en alusión a la salud de los trabajadores. Así pues, frente a la teoría patronal que sostenía que el mayor descanso no había beneficiado al obrero estaban las teorías científicas y estadísticas que demostraban los perjuicios a la saludo derivados de la fatiga.
Otro argumento patronal contra la limitación de la jornada aludía a que los obreros no habían aprovechado el ocio para dedicar más tiempo a la cultura. Martínez reconocía que se había sido muy optimista en esta materia, pero que no era lo mismo hacer pedagogía con adultos que con niños. En todo caso, en países más desarrollados que España, como Bélgica, se habían creado escuelas de obreros seleccionados que estudiaban los oficios de toda clase. Para conseguir el objetivo de la cultura había no sólo que educar al adulto sino destruir las malas enseñanzas que recibió de niño, y con métodos distintos. Además, el obrero adulto carecía de disciplina para estudiar y había que ser también realista en el sentido de que no se podía exigir a un obrero mucho después de haber trabajado su jornada laboral.
Martínez insistió mucho en que los obreros no podían trabajar bien si no sentían satisfacción.
Después recordó que los empresarios españoles habían ganado mucho en la Gran Guerra, pero no habían cambiando nada porque no habían mejorado sus industrias ni habían fomentado la creación de instituciones de "cultura social”. En cambio, habían llegado a la conclusión que para competir con la industria extranjera se debía forzar la producción aumentando la jornada. Confesaban que la industria era deficiente pero no aceptaban el control obrero. Pero Martínez afirmaba que si los patronos no sabían llevar bien sus industrias no tenían derecho a decir que el obrero español no estaba capacitado para dicho control, uno de los objetivos del movimiento obrero de signo socialista, añadiríamos nosotros.
La patronal española estaba pidiendo que se aumentase la jornada en la agricultura y en los transportes. Martínez consideraba que estas demandas obedecían a que querían conservar “reservas de esquiroles, evitando que los obreros del campo tengan contacto con los de la ciudad”. Pero también querrían que las horas fueran computadas por año, para no combatir de frente la jornada de ocho horas. Al parecer, la patronal española aducía que, en realidad, en otros países no se cumplía la reducción de la jornada, pero Martínez se refirió al caso británico donde por medio de un informe se podía comprobar que había muy pocas faltas por infracción de la legislación sobre la jornada. También leyó estadísticas sobre cómo era la jornada máxima en distintos países europeos.
Para Lucio Martínez también estaba muy claro que el aumento de la jornada no produciría un consiguiente incremento de la capacidad productora, insistiendo que los obreros satisfechos con buenos salarios, seguros sociales y jornada limitada rendían mucho más.
Hemos trabajado con el número 4372 de El Socialista de 13 de febrero de 1923.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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