Gabriela, mulata de clavo y canela
- Escrito por Mercedes Peces Ayuso
- Publicado en Cultura
«Para ella don Nacib era todo: marido y patrón, la familia que nunca tuviera, el padre y la madre, el hermano que muriera a poco de nacer. Don Nacib era todo, todo cuanto poseía. ¡Qué feo era estar casada!»
Gabriela, clavo y canela, 1958, Jorge Amado
Al escritor brasileño le gusta el aroma y la esencia de la mujer. Y la alegría de vivir tanto como el humor no exento de crítica social.
El mejor anfitrión de Bahía para el mundo es Jorge Amado, esa tierra mestiza de razas y culturas, abogado de buena familia, comunista en apuros, diputado y autor de la ley de libertad religiosa de Brasil, hombre cabal que, cuando empezó a ver que las cosas se ponían feas, se largó a Europa a vivir su vida en libertad por aquello de mantenerse fiel a sus ideas y no dejarse acoquinar. Cuando pudo volver a Brasil, ya en 1955, este ateo y practicante de candomblé se dedicó a las letras y a practicar el culto orisha. Vaya ejemplo de sincretismo bahiano.
Gabriela, clavo y canela es una obra modernista que pertenece al ciclo de novelas sobre el tema del omnipresente mundo del cacao brasileño que conforma una sociedad dividida entre ricos y pobres, europeos y los demás, señoras «decentes» y prostitutas y, sobre todo, un universo de mujeres fuertes, que saben disfrutar la vida desde su propia esencia como tales. Son femeninas, libres, terrenales y espirituales, decididas, listas, embriagadoras, sugerentes y fuertes. Aunque la protagonista absoluta sea la ciudad y sus abigarrados olores y sabores, junto con la sensualidad de sus gentes, la explosión de colores y las ganas de vivir, todo ello aderezado con una inestimable carga de humor, cuando irrumpe la mulata Gabriela todo eclosiona en ella, alma libre de moral atípica, porque en su generoso corazón y regazo caben amores y amantes. Un festín de los sentidos. Gabriela se casa con Nacib, un marido que no la entiende, que sufre y quiere cambiarla, hasta que decide separarse y hete aquí que es así como finalmente encuentra reposo a su duelo; pues sin matrimonio ya no hay adulterio y puede volver a disfrutar de la libre Gabriela sin los celos ni las obligaciones sociales de un matrimonio de contrato social. Gabriela tiene tanta fuerza que, aunque aparezca hacia la mitad de la novela, la inunda con su mera presencia. Mientras el «turco» la agobia pretendiendo hacerse el Pigmalión, a ella le aprietan los zapatos y el corsé que va empezando a estrangular también su vida. Gabriela es naturaleza en sentido puro, agua que fluye, no se puede atrapar. Es dúctil, le gusta agradar, es amable y servicial, pero no sirvienta.
Es muy de agradecer que Amado exponga la problemática de los condicionamientos sociales de la mujer y que lo haga con gracia y sentimiento, además de sensatez. Y no es la única novela del autor dedicada a ello, Doña Flor y sus dos maridos o Teresa Batista cansada de guerra dan fe.
La pena es que, más de 50 años después, las mujeres sigamos a vueltas con lo mismo: el derecho a la libertad de pensamiento y acción, al propio cuerpo y a vivir nuestra vida en paridad, ni mejor ni peor que la otra mitad de la humanidad, solo igual. Tampoco pedimos tanto, ¿verdad Gabriela?
Mercedes Peces Ayuso
Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.
Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.
Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.
Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.
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