Apoteosis barroca de Ivor Bolton
- Escrito por Manuel Espin
- Publicado en Cultura
Salvo un par de representaciones en Dallas de 2010 muy poco conocidas es la primera vez en casi tres siglos que vuelve a representarse y a escucharse esta ópera practicamente 'fantasma' de Francesco Corselli, hijo de un maestro de danza francés, pero de Parma, que llegó a la corte de Felipe V de España de la mano de la moda italianizante impuesta por su mujer, Bárbara de Braganza. Ópera típica del XVIII, con personajes mitológicos habituales en los argumentos del barroco, se creó para la boda por poderes de la infanta María Teresa con el delfín de Francia, hijo de Luis XV; un enlace político para apaciguar el enfrentamiento entre dos potencias, Francia y España, en distintos tableros estratégicos.
'Aquiles en Esciros' cantada en italiano se estrenó el 6 de diciembre de 1744 en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid para agasajar a la selecta corte de invitados de la boda. Pero ni la infanta ni el delfín llegaron a alcanzar trono alguno. Ella murió pocos meses después de resultas de su primer embarazo, él de tuberculosis dos décadas más tarde. 'Descubierta' esta pieza al principio de este siglo, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales ha conseguido rescatar y digitalizar la partitura.
El Real decidió producirla en solitario, y a pocas horas del ensayo general en marzo de 2020 el confinamiento impidió que el telón se levantara. Tres años después Viena se ha interesado por ella y la coproduce.
La partitura musical tiene abundantes ecos de lo mejor del barroco y su factura y brillantez son exquisitas. Desde esa perspectiva 'Aquiles...' es una completa y fascinante delicia. La gloria de esta producción se la lleva Ivor Bolton, omnipresente y disfrutando con entusiasmo por dar vida a esa música excepcional ignorada durante tanto tiempo. La ocasión le viene como anillo al dedo a quien está considerado un máximo referente contemporáneo en el barroco.
El trabajo de colaboración del Monteverdi Ensemble y la Orquesta Barroca de Sevilla con parte de la titular del Teatro Real hacen un magnífico combinado con instrumentaciones donde flautas, obóes, arpas, clavicéndalos o tubas acarician el cielo y el oído del espectador. Sin Bolton esta producción hubiera sido otra cosa. En el reparto destacan las voces femeninas, que no son las protagonistas del argumento, en especial Francesca Aspromonte y Sabina Puértolas; mientras los contratenores sencillamente cumplen.
Clement, la directora teatral sitúa la acción en una enorme gruta por la que circulan barcas y finalmente la proa de un gran barco, con cambios en los que se introducen grandes reproducciones de esculturas renacentistas, y suaves lienzos blancos; espacio sobre el que la tonalidad de la iluminación genera distintos ambientes. Aunque el concepto estético, con un decorado tan recargado 'empequeñece' de forma física a los 'héroes' de la mitología, que parecen 'enanos' rodeados de tanta parafernalia escénica.
La elección de ese tema como motivo es discutible, y aparece determinado por la creación de distintos sub-escenarios generados por la principal aportación original de la creadora teatral: la presencia silenciosa de la propia infanta María Teresa en la acción y de su padre, y la representación de la corte del XVIII, en lo que constituye un deliberado anacronismo que a ratos funciona bien y en otros chirría.
Con un final donde se aposentan en el escenario y por separado aunque integrados los dos mundos: el mitológico y el aristocrático de la corte borbónica. Tras un último acto que eleva el nivel dramático de la producción.
Sin embargo se saca escaso partido de uno de los pilares argumentales: la confusión de género. Aquiles aconsejado por su madre adopta la personalidad de Pirra, una mujer, que a su vez confunde por su cercanía a su íntima amiga, y a la vez novia, mientras despierta la atención de un hombre; en tanto se juega como es tan habitual en la ópera barroca con personajes masculinos hechos por mujeres o al revés. La versión lo aprovecha para cierta ironía escénica que no va más allá de un mero apunte (por ejemplo el afeitado, el coro con las bordadoras...), sin aprovechar todo lo que podría haber dado de sí como motivo teatral; lo mismo que el contraste del juego desarrollado entre el personaje masculino hecho por una mujer y la infanta del XVIII.
Todo queda en un nivel de sugerencia dentro de una puesta en escena aceptable pero no lo deslumbrante que podía presuponerse en un texto tan bien construido teatralmente y con una partitura de lujo.
Es por lo tanto Ivor Bolton el verdadero protagonista de esta producción, y sin él perdería muchos enteros con su tibia concepción teatral algo corta corta en cuanto a explotar las claves potenciales del argumento, pese al esfuerzo de todo el reparto por dar todo de si y no solo vocalmente. Solo por escuchar esa maravillosa partitura y sus instrumentaciones la función por si misma supone una celebración para esta apoteosis del maestro. El Teatro Real hace un buen servicio al rescate y la difusión del patrimonio histórico musical vinculado a Madrid y nuestro pasado, en una producción con medios, brillante en lo musical gracias al gran Bolton, cantantes, instrumentistas y coro, y discreta en lo teatral.
Manuel Espin
Doctor en Sociología y licenciado en Derecho, CC Políticas y CC de la Información es escritor de ficción y no ficción, periodista y autor audiovisual para cine y tv.
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