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El amante y el recuerdo de Marguerite Duras


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

«Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde»

El amante, 1984, Marguerite Duras

Es que su propia vida ya fue una novela: nacida en Saigón, antigua Indochina francesa, Marguerite se inició en el amor, luego estudió, se casó, vivió y sufrió la II Guerra Mundial ya en Francia, fue parte de la resistencia francesa (la libró de ser apresada Mitterrand), militó y fue expulsada del partido comunista, tuvo amantes, fue dramaturga, novelista premiada, libérrima, obsesiva, solitaria, tortuosa, complicada y narcisista…ponle los epítetos que quieras pero sobre todo, déjale el de mujer compleja y completa.

Con El amante, premio Goncourt, una de sus obras más autobiográficas, escrita en forma de diario, Marguerite vuelve a la tierra de su infancia y juventud para trazar las líneas de un erotismo sublimado en las carnes de Helena, una muchacha de quince años que descubre la sensualidad con un amante chino de 26, con el que mantendrá una relación mucho menos tóxica que con su propia familia. Pero hay más: detrás de una aparente relación tabú de una menor francesa y un adulto, está la tirante relación entre esos dos países y ese querer despenalizar las relaciones sexuales consentidas entre mayores y menores de edad. Claro que eso se podía hacer en la década de 1990, ahora es impensable, aunque eso solo significa fingimiento porque se sigue haciendo, de forma aún más sórdida, previo pago y a escondidas, no seamos hipócritas. Volvemos a chocar con lo políticamente correcto y el escándalo burgués que, no obstante, y a su vez, tanto lo propicia bajo cuerda, de ese mismo mundo de espejos velados que lo condena a voz en grito mientras lo desea y busca a hurtadillas.

Otro de los temas recurrentes de su pluma son las relaciones familiares, bastante disfuncionales y asfixiantes por cierto. El amante chino es el embrujo de oriente frente al encorsetamiento de los colonialistas franceses, clasistas y burgueses, pero Helena (Marguerite) decide hacer de puente, los funde y experimenta, poniéndose el mundo por montera. No con una pantalla de internet, como mucho críos de ahora, que además lo hacen mal y a destiempo, sino con su cuerpo y sus sentidos, con otro ser humano frente a frente dando y recibiendo. Libre y consentidamente. Tanto, que en 1990 la autora volvió a enfrascarse con la historia de los personajes dotándoles de voz para que se expliquen, con el amante ya muerto y la niña crecida: El amante de la China del Norte, vuelve a la carga presto a descerrajarle dos tiros a la moral puritana y a permitirle a Marguerite despedirse de su Indochina de la infancia sin admitir descalificaciones de orden moral. Tampoco creo que debamos hacerlo nosotros, lectores, simplemente leer la novela o no. Es arte, es literatura y esto no se somete a la censura. En una sociedad donde la superficie es aparentemente correcta, en donde las ratas engordan en el subsuelo, no es permisible el escándalo que ella misma alimenta ni tampoco abanderar una moralidad de andar por casa que constantemente transgrede a puertas cerradas.

El amante de Marguerite es el que ama y es amado, de manera libre y voluntaria.

Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.

Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.

Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.

Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.