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Doctor Vida, restructuración, transparencia y vuelta a la casilla de salida


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)
Wikipedia. Wikipedia.

«¿Cuáles son en el mundo las cosas que merecen fidelidad? Bien pocas. Yo creo que hay que ser fieles a la inmortalidad, ese otro nombre de la vida más rico de sentido»

Doctor Zhivago, 1957, Boris Pasternak

El doctor Yuri Zhivago es un médico militar y un idealista que debe vadear los muchos conflictos históricos que arman la novela: la Primera Guerra Mundial, la Revolución bolchevique y la guerra civil rusa, pero que nunca se olvida de dos cosas: vivir y gozar su vida, y contemplarla con ojos críticos de cirujano, capaz de sajar las heridas del alma ante la inmensidad de las fuerzas que escapan a su control. Claro que es una novela dolorida, a Pasternak le duele su pueblo, pero no siente la misma simpatía por unos gobernantes ciegos y sordos al dolor de la madrecita Rusia. No deberían haberle hecho el vacío, ni censurado ni agobiado de tal manera que este brillante poeta y escritor, moscovita de origen judío ucraniano para mayor enjundia, tuviera que rechazar el Nobel por presiones políticas. La pluma y la palabra combaten, sí, pero el mundo de las ideas es patrimonio universal y a los genios hay que respetarlos.

Por eso no es extraño que la novela primero se publicara en Italia y tardara 31 años hasta poder ver la luz en su país natal, Rusia… Soplaban vientos de cambio y apertura, de mayor libertad política y de expresión, apenas instauradas la perestroika y la glásnost, las mismas que posibilitaron la caída del infame muro de Berlín, la creación de los Estados federados rusos, y el resurgir de los nacionalismos como el de Ucrania o Georgia, hasta que se produjo el giro de tuerca del establishment ruso a la Yeltsin y tantas promesas volvieron a quedarse incumplidas, flotando en el aire, hasta que su peso se hizo tan denso que hoy han vuelto a depositarse en tierra abonada por la ira acumulada, para llevarse todo por delante con la furia de una guerra enardecida.

Me gustaría saber qué doctor Zhivago habría salido de la pluma del premio Nobel si hubiera escrito el libro en pandemia, o durante la insigne temporada de la gripalización del COVID, un término mucho más rechulo que perestroika, dónde va a parar, que este parece sacado de una nueva serie de capítulos inacabables, bien metido a cucharadas de sopa boba por los mass media. O cómo describiría la enésima guerra de su país entre los gritos sordos de la población civil, con un presidente ególatra y otro adicto a la televisión y ambos al autobombo patriótico, que no sé cuál de los dos me da más grima, la verdad, mientras pagan el pato los de siempre, vulgo el pueblo, y nosotros, el resto de europeos, que observamos atónitos y sin movilizarnos de facto, cómo se lucran los de siempre mientras nos siguen asustando con enfermedades y recesiones económicas que nos mantengan bien encerraditos en casa y sin rechistar, que nos suben la gasolina y la luz a la que pías. Si Pasternak levantara la cabeza, creo que escribiría un Zhivago más cansado, más bregado y mucho más desengañado, y estaría frotándose los ojos incrédulos al ver cómo hemos comenzado este siglo de pocas luces y muchos cohetes (incendiarios), y se daría la vuelta y pediría que, por favor, cerráramos la puerta al salir. Ah, y la luz.

Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.

Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.

Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.

Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.

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