El golpe de Estado que cambió la historia de España
- Escrito por Antonio Manuel Moral Roncal
- Publicado en Historalia
Roberto Villa García, 1923. El golpe de Estado que cambió la historia de España, Barcelona, Espasa, 1923.
Dentro de la producción historiográfica que en este año reflexiona sobre el centenario del pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera que dio paso a su dictadura (1923-1930), resulta imprescindible la lectura de este libro. El lector podrá estar de acuerdo o no con las tesis que desarrolla su autor, pero, para ello, deberá rebatir la gran cantidad de documentación inédita que ha conseguido en archivos extranjeros -portugueses, británicos y franceses-, militares, institucionales y fondos de políticos de la época. Además, cabe subrayar el hecho de que ha consultado el archivo del general Primo de Rivera, a diferencia de otras biografías y estudios actuales sobre la época.
Lógicamente, su análisis comienza con el famoso trauma de Annual y Monte-Arruit, derrota española frente a los rifeños que marcó la vida de los españoles a partir de 1921. Si bien fue un revés importante, también otras naciones europeas sufrieron derrotas en sus Protectorados y colonias pero las consecuencias del caso español fueron importantes, pues fue utilizado por la oposición al sistema político como una herramienta para intentar su destrucción. Se abrió una investigación para dirimir responsabilidades militares y civiles, que puso a prueba los mecanismos de la vida política, tal y como estaban regulados.
Desde la crisis de 1917, los dos grandes partidos -el Conservador y el Liberal- se habían fracturado en varios, lo que conllevaba la dificultad de lograr una unidad entre sus corrientes. Además, desde el asesinato del presidente Eduardo Dato, resultaba difícil encontrar un líder indiscutido entre todos los partidos divididos. Como los conservadores lograron cierta unidad, formaron gobierno entre 1921 y 1922, pero los liberales solicitaron el poder bajo un proyecto político muy endeble, la Concentración Liberal, que formó gobierno en diciembre de 1922. Y, como intenta demostrar el autor, no hubo error que no cometieran los liberales: enfrentamiento con los militares -tanto junteros como africanistas-, fracaso en sus anunciadas reformas constitucionales, desunión entre sus filas, dimisiones de ministros y formación de dos gabinetes, etc.
Otra premisa importante de la vida política era que los dos grandes partidos se ayudaban al turnarse en el poder. Por ejemplo, aceptaban un número de escaños en la oposición menor a su contrario en el gobierno y le ayudaban a ganar las elecciones ¿Cómo? No presentándose en numerosos distritos electorales, de tal manera que, si sólo se presentaba un candidato, salía automáticamente elegido. Debe tenerse en cuenta que socialistas, carlistas, independentistas y republicanos no tenían estructuras y candidatos en absolutamente todos los distritos, aunque la competencia entre partidos en algunos había aumentado desde principios de siglo. Precisamente, Roberto Villa analiza las elecciones de 1923 de forma novedosa, las generales y las municipales.
Pero el debate sobre las responsabilidades políticas de Annual hirió la colaboración entre conservadores y liberales, haciéndola muy difícil ya que, con tal de conseguir el poder, los diputados liberales votaron junto a socialistas, republicanos e independentistas en algunos puntos del debate sobre las responsabilidades en las Cortes.
En este clima, numerosos militares aceptaron la necesidad de depurar responsabilidades por los sucesos africanos, pero se indignaron con la posibilidad de que no alcanzaran también a políticos. Además, la estrategia desarrollada en África por el ministro Santiago Alba, tendente a negociar con los líderes rifeños, paralizando los avances españoles, enviando menos dinero y soldados a un frente de combate durísimo, enervó a numerosos oficiales y les unió en su crítica a la Concentración Liberal y al propio monarca, por no maniobrar para expulsar a Alba del gobierno. Villa reconstruye minuciosamente las quejas militares y cómo fueron aprovechadas finalmente por el grupo de conspiradores para potenciar un golpe de Estado.
Si a eso se añade los constantes rumores de pronunciamiento, el conocido tema del terrorismo en Barcelona, los deseos de venganza de los junteros, la lentitud de la maquinaria administrativa, la crítica que los republicanos realizaron animando a una intervención militar como la de Portugal o Grecia, la situación se tornó propicia para ser utilizada por los alzados. Pero lo que aporta, además, el autor son pruebas de que también el crecimiento del independentismo catalán fue una preocupación de Primo de Rivera y sus partidarios. La Lliga catalana retrocedió electoralmente en Barcelona y otros lugares frente a Acció Catalana, un grupo más radicalmente independentista. Para muchos políticos y militares, la Generalitat no había servido para una mejora administrativa sino para propagar ideología y crear más catalanes independentistas. Primo manifestó su temor ante la expansión en Bilbao y zonas gallegas de estas corrientes rupturistas.
El autor analiza minuciosamente las entrevistas del rey con numerosos políticos para buscar una solución al angustioso año 1923. Los conservadores Antonio Maura y José Sánchez Guerra le aconsejaron que “gobernaran los que no dejan gobernar”, así como el propio Santiago Alba cuando, al conocer el golpe, dimitió de su cargo. Asimismo, le aconsejaron que no apoyara el proyecto de gobernar unos meses con la Junta Nacional de Defensa del Reino, por lo que Alfonso XIII continuó apoyando al gobierno liberal incluso tras su crisis de finales de agosto y comienzos de septiembre. Debe tenerse en cuenta que el monarca sabía que un golpe militar podía traer la República como había ocurrido en otros países. Entonces ¿qué actitud tomo el rey entre el 12 y 14 de septiembre? Dejo al lector la incógnita y le invito a la lectura del libro, pues le aseguro sorpresas que demuestra el autor, como el intento del monarca de lograr un gobierno constitucional de políticos y militares que pudiera ser aceptado por Primo de Rivera.
Si deseamos avanzar en el estudio de la Historia debe admitirse un sano debate historiográfico, por lo que ese libro aporta bastante al mismo. Y, ahora, que rebatan otros historiadores, pero, eso sí, con fuentes.
Antonio Manuel Moral Roncal
Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.
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