‘La nariz’, una ópera ¿en broma? para tomarse muy en serio
- Escrito por Manuel Espin
- Publicado en Cultura
Siete funciones de la obra de Shostakóvich bajo la disparatada versión de Berrie Kosky.
Esta producción de las óperas de Berlín, Londres, Madrid y Australia, de la que el Real programa siete funciones da mucho pie para hablar no solo de la obra original y de esta versión sino de su contexto. Sigue siendo motivo de polémica evaluar el papel de Shostakóvich (1906-1975), durante el estalinismo: ¿fue un disidente del interior?, ¿o un reformista que aspiraba a una evolución del sistema?, ¿cómo se compagina su militancia en el PCUS y sus adscripción a formas estéticas de vanguardia que chocaban con la escolástica soviética de los tiempos de Stalin?
En 1930 cuando se estrenó 'La nariz' en Leningrado todavía se mantenían ecos de la vanguardia formal de los primeros tiempos de la Revolución, frente a la vergonzosa censura de la época de Stalin a todo autor ajeno al plano y convencional 'realismo socialista'. Por contra, en 1948 'se condenaron' las formas estéticas verdaderamente revolucionarias y a sus autores bajo el 'argumento' de que 'no servían a la causa del pueblo'.
'La nariz' desde 1930 hasta principios de los 70 vivió un eclipse dado que no se pudo representar, hasta que se recuperó en los últimos tiempos del sistema soviético y todavía más después de su caída. El argumento se basa en un relato de Gogol, autor del XIX con una obra en muchas direcciones: novelas adscritas a la época romántica, a una exaltación nacional ('Taras Bulba'), y especialmente relatos y cuentos en los que se combina el gusto por lo fantástico, con la ironía y el sarcasmo. No hay más que ver el juego que en 1952 le dio al italiano Lattuada 'El abrigo', relato con puntos en común con 'La nariz', donde se cruza el absurdo con la sátira social en la excelente película 'El alcalde, el escribano y su abrigo', título clave dentro de la comedia neo-realista de posguerra.
En 'La nariz' un alto funcionario de una época indeterminada (podría ser zarista, soviético, de Yelsin, Putin o de cualquier otro lugar donde exista burocracia) ve como desaparece su nariz y los problemas de todo tipo que ello conlleva, de índole social y sexual, bajo un abanico de situaciones variopintas. El australiano de origen judío europeo, Berrie Kosky, es el director teatral de esta producción. No hace mucho sorprendió en el Real con una personal y exigente interpretación de 'La flauta mágica' en una especie de cámara oscura inspirada por la estética del cine mudo. Con la obra de Shostakóvich la sátira social está presente pero en un segundo plano porque todo el protagonismo se lo lleva el enloquecido espectáculo que propone. Bajo un ritmo trepidante se sucede una catarata de escenas que se entrecruzan y situaciones disparatadas, con excelentes bailarines travestidos y narices que bailan claqué, casi un centenar de personajes que desdobla un frenético y entregado conjunto de cantantes, danzantes y coro, con un ritmo volcánico. Esa apariencia de 'disparate' -en la que se auto-parodia al previsible rechazo de una parte de público más conservador, con actores que simulan ser boicoteadores que protestan desde la platea a este tipo de producciones en el Real "frente a 'La Traviata', las 'morcillas' escénicas en castellano en un texto cantado en ruso, o la propia breve intervención final de Anne Igartiburu en un cameo como presentadora que se abre con un 'hola narizones' en vez de 'corazones', vestida con un estilizado y elegante traje pantalón rojo de lentejuelas que relativiza la esencia del espectáculo- no puede hacer ocultar el enorme trabajo que hay detrás de esta 'Nariz'.
Teatralmente es un frenesí de elementos que funcionan como relojes -¡qué decir del reparto y especialmente del bajo barítono Martin Winckler asombroso semanas atrás en este mismo escenario en su personaje de 'Arabella', y que además de voz es un actor consumado con la capacidad para dominar el gesto escénico y la comicidad, por momentos podría ser una especie de Pepe Viyuela austriaco, que se presta hasta para ser paseado sin ropa a hombros de bailarines y coro- bajo una dirección que fluye torrencialmente.
Más importante: no podemos olvidar la dirección musical de Mark Wigglesworth en una endiablada partitura donde apenas hay cuerda, salvo el arpa, ni melodía, donde los cantantes carecen de apoyaturas melódicas, la percusión tiene gran protagonismo al igual que el viento, se entremezclan citas de los más variados orígenes musicales porque la pieza del joven Shostakóvich era hija de las vanguardias musicales de su tiempo y estaba plenamente insertada en ese movimiento estético.
Es bien sabido el problema de un cierto sector de público respecto a los tratamientos de la ópera contemporánea -y de ello fue consciente el Real en 2022 con la tibia e injusta acogida a 'El abrecartas' de Luis de Pablos en el estimulante tratamiento teatral de Xavier Albertí- y a aquellas lecturas ajenas a la ópera clásica, lo que explica que solo se hagan siete funciones de 'La nariz'. Pero un coliseo de ópera de primer nivel tiene que atender a un variado abanico de perspectivas y temáticas operísticas, sin dar la espalda a la innovación o a una cierta transgresión, aunque esta tenga casi un siglo detrás.
No vamos a engañarnos: bajo la cáscara de este enloquecido desenfado a ritmo frenético de dos horas sin pausa hay un enorme y complejo trabajo, tanto musical como teatral, y una compleja maquinaria. Y algo que parece muy interesante para una apuesta operística: más allá del sarcasmo el público sale con necesidad de hacerse preguntas, ante el desafío de contextualizar ese 'disparate' en cualquier otra época o sociedad: ¿en el fondo quién es ese funcionario sometido a una situación kafkiana?, ¿podemos ser capaces de comprender su extrema soledad entre la multitud?, ¿para que le sirve el poder si es que lo tiene?, ¿cuál es el verdadero poder: la institución social, los medios...?, ¿nos reímos de él o con él?, ¿le acabamos compadeciendo?..
Manuel Espin
Doctor en Sociología y licenciado en Derecho, CC Políticas y CC de la Información es escritor de ficción y no ficción, periodista y autor audiovisual para cine y tv.
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