La temperatura a la que arde el papel: Fahrenheit 451
- Escrito por Mercedes Peces Ayuso
- Publicado en Cultura
«No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe»
Fahrenheit 451, 1953, Ray Bradbury
En el siglo XXIV los bomberos ya no apagan fuegos, los encienden. Y todo aquél que esconda libros en su casa la verá reducida a escombros. Anatema.
Ray Bradbury se sintió tan orgulloso de esta obra profética que pidió que como epitafio pusieran en su tumba: «Autor de Fahrenheit 541». El novelista, descendiente de una pobre mujer quemada como bruja en Salem, parece haber heredado las visiones proféticas de su antecesora. Autodidacta y apasionado de la literatura fantástica, pronto empezó a publicar en revistas y a triunfar con sus obras; como curiosidad, esta novela apareció por primera vez publicada en la revista Playboy, y su autor estuvo siempre muy vinculado a la cinematografía, incluida la televisión, unos medios que consideraba fundamentales para su obra.
Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes, el conformismo, el peligro y el miedo a ser diferente. El mundo está formado por seres alienados, que ni piensan ni contemplan, que están encapsulados en un ruido de fondo que los mantiene en la colmena. Guy Montag es un bombero mecánico que no se hace preguntas, hasta que conoce a una adolescente, Clarisse, que lo cuestiona todo. El fuego es el vehículo de la aniquilación, pero también del cambio de paradigma, pues si bien destruye los libros y el saber, sirve además para encender el fuego de la sabiduría y del conocimiento, como hacen los vagabundos intelectuales de la novela al prender una fogata como nuevos Prometeos, y es el faro de luz de la transmisión oral en un mundo en el que la palabra escrita está proscrita. Este es Faber para Montag, el sabio que lo toma de la mano, la gota de lluvia que empieza a apagar el fuego. Pero la sociedad colmena no perdona y él es delatado por su propia y a la vez tan ajena esposa, por lo que tiene que quemar su casa. Un espectáculo con catarsis colectiva. Distracción para masas alineadas. El pan nuestro de cada día.
Bradbury es un escritor curioso e inspirador, capaz de adelantar numerosas tecnologías que hoy nos acompañan. Pero también nos advierte de sus peligros. Esta obra es una distopía futurista que a nosotros ya no nos está pareciendo pasado reciente, porque Fahrenheit 451 ha dejado de ser una obra de ciencia ficción superada por la realidad, tristemente repetida en numerosos Estados autocráticos donde la palabra escrita sigue dando miedo y se prohíbe.
Es que resulta que para disfrutar de la sabiduría de un libro se necesita calidad y ocio, que diría Faber. Tienes que atreverte a transmutar y ser el cruce entre el fuego que arrasa y el agua que calma… ser capaz de sentarte en la quietud alejado del ruido subliminal con el que nos bombardean, abrir una portada, una puerta, entrar en las palabras y abrir mundos que se hagan tuyos. Y que te los cuestionen. Abrir un libro es hacerte con el arma más potente y liberadora que tiene la humanidad, y a un precio bastante más barato de lo que te hacen creer.
Mercedes Peces Ayuso
Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.
Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.
Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.
Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.
La Redacción recomienda
-
Lina Meruane, escritora chilena: “Es cómodo no saber qué pasó durante la dictadura”
-
El Salón Rico de Medina Azahara podrá visitarse desde octubre después de 13 años cerrado
-
“Nada”, la delicia de ver a Robert de Niro explicar la diferencia entre boludo y pelotudo
-
Fabergé, de los huevos-joya imperiales a los de dragón en Juego de Tronos