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La casa de los espíritus


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

«Si las locuras se repiten en la familia, debe ser que existe una memoria genética que impide que se pierdan en el olvido»

La casa de los espíritus, 1982, Isabel Allende

Es la novela del decurso sociopolítico chileno del s. XX llevado a la máxima expresión literaria del realismo mágico. Y lo hace a través de cuatro generaciones de la familia Trueba, ricos hacendados, pero sobre todo mediante tres poderosas mujeres con un brillo en común en sus nombres: Clara, Blanca y Alba. Esta última será quien encuentre los cuadernos de diarios de su abuela y la que escribirá la historia familiar. Las Tres Marías que dan nombre a la hacienda y que, con ello, cierran el círculo del espacio-tiempo generacional.

Toda la novela está llena de réplicas y alusiones a hechos y personajes reales que forjaron Chile hasta la década de 1970, con el asesinato de Allende (primo hermano del padre de la autora) y la terrible dictadura de Pinochet. La memoria de Isabel parte de sus propias vivencias y recuerdos, y la chispa de su musa suele ser por impacto. El dolor de la pérdida de su hija Paula o los sinsabores de su familia refugiada en Venezuela cuando llega Pinochet al poder, los transmuta en memoria de ficción y no pretende con ello crear nueva literatura, sino literatura para un público amplio. Por eso, aunque muchos sean críticos con sus obras, no podemos dejar de apreciar su facilidad para comunicar y establecer relaciones afectivas en las mentes de sus lectores, de crear mundos donde cualquier objeto alcanza dimensiones míticas y tiene vida propia. Como sus mujeres poderosas, diferentes, brillantes, libres y reivindicativas, que dan sentido y unidad a toda la novela. La magia, la metáfora y el amor dominan sus páginas con giros inesperados, sucesos trágicos, muertes terribles y dolor generacional. Todo tamizado por el humor, pero pagando un alto precio, porque el mundo acomodado rural en el que la familia criolla erigió su reino se desmorona, las relaciones filio-paternales, las amorosas y las políticas son convulsas, los espíritus campan por los desvanes, percibidos entre ramalazos remanentes de ojos amarillos y hebras de mechones verdes. Todo está aquí, en Tres Marías, donde la locura se repartió entre todos y no sobró nada para tener nuestro propio loco de remate, más que dispuesta a dominar el mundo donde habitan los manes y los monstruos reales acechan rodeando el exterior.

Y así seguimos, poniendo y derrocando reyezuelos demócratas y republicanos, mientras nos desgañitamos pidiendo a gritos igualdad social y de género, reparto equitativo de la riqueza, bienestar social, sensatez al mundo ̶ ese mismo topo ciego que sigue encantado dando órdenes como si estuviera en el camarote de los hermanos Marx, instaurando a sabiendas «un estropicio de obreros haciendo hoyos en el pavimento, quitando árboles para pones postes, quitando postes para poner edificios, quitando edificios para plantar árboles» y ayuntando cuellos de clase trabajadora, dando contraórdenes, acelerándonos en coches de choque y tiovivos de feria barata y premios cutres a golpe de cartón en el bingo de la vida donde la línea trazada por ellos es la que canta.

En el tiempo y el espacio, en la vida y la muerte, en la justicia y el terror.

Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.

Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.

Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.

Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.