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Los cuentos de los hermanos Grimm


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«Érase una vez…»

Cuentos infantiles y del hogar, 1812, recopilados por Jacob y Wilhelm Grimm

Jacobo, católico, y Guillermo, calvinista, en simbólica unión de las dos religiones, fueron los más famosos folcloristas alemanes del s. XIX. Pero también eran filólogos y lexicógrafos, etimólogos, traductores, escritores y dados a una pluma versátil, rigurosa y andariega que los llevó a recorrer todos los rincones a la caza y captura de leyendas, mitos y tradiciones que hoy forman parte del acervo cultural de generaciones de todo el mundo. A ellos les debemos cuentos tan famosos como Hansel y Gretel, Blancanieves, Los músicos de Bremen, o mi favorito: El flautista de Hamelin, una recopilación fruto del encargo de Clemens Brentano y Achim von Arnim (escritores del círculo de Heidelberg y seguidores de Herder), para la publicación de un libro de poesía sobre historias tradicionales que para nada se parecen a los relatos edulcorados que se han ido blanqueando a lo largo de los años, tal y como actualmente conocemos. En los cuentos de los hermanos Grimm no se maquilla la verdad, la crueldad, ni las malas acciones, los actos de venganza, el abandono, etc., sino que sirven primero a la verdad del relato, tal y como se recogió del acervo oral alemán con la inestimable aportación de historias oídas a mujeres en su mayoría, entre ellas principalmente Dorothea Viehmann, una gran cuentacuentos, y en segundo lugar, por no perder la moraleja que caracteriza este tipo de género literario. Los cuentos infantiles deben formar el carácter del niño y advertirle claramente con castigos cruentos, si hace falta, de las consecuencias de sus acciones futuras (a veces, como mucho, la madre mala malísima pasaba a ser la madrastra, pero poco más). Vamos, igualitos que las versiones Disney. Los originales serían hoy denunciados y los padres multados y públicamente flagelados por traumatizar a sus hijos. Por no mencionar esta nueva y estulta tendencia a retocarlos para que sean política y genéricamente correctos. No se puede ser más tonto gratis.

Está claro que esto sucede por haber perdido la perspectiva histórica/literaria/cultural y despojado a los cuentos de su importante función educativa. Además, hay que saber que el interés por los cuentos nunca fue algo baladí. Por eso creo que tampoco debieron haber sido objetos de reelaboraciones melosas y empoderadas, palabro que si me oyeran los Grimm me haría ganar un bofetón merecido. No. Surge en un momento histórico del Romanticismo, el movimiento de la libertad, en el que había una necesidad de reivindicar las raíces y el sentimiento de un país dividido en múltiples territorios, de hecho fue el último en constituirse como nación en la Europa del siglo, que supo ver en toda esa rica cultura del folclore popular un auténtico poemario en prosa. Un canto a la estricta fidelidad de dos filólogos que saben lo que se traen entre manos y lo valoran. Valores más que necesarios y recuperables en esta época de ofendiditos del TikTok, por ejemplo.

Así que vale, llámame la bruja mala de la historia, pero te tengo que decir que los cuentos que te contaron posiblemente nunca fueron así y que te pierdes lo mejor por seguir la corriente. Despierta, lee y aprende. La verdad no ofende.

Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.

Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.

Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.

Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.