Dammatio memoriae de La Regenta
- Escrito por Mercedes Peces Ayuso
- Publicado en Cultura
«Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo»
La Regenta, 1884-85, Leopoldo Alas Clarín
Escrita cuando Clarín tenía solo 31 años, esta novela prima hermana por época, estilo, tema y grandeza literaria de Madame Bovary, Effie Briest y Anna Karenina, es una obra cumbre de la literatura naturalista española pasada por el tamiz de los sentimientos, que le costó al autor numerosos sinsabores y el desprecio posterior a su obra. Ambientada en una Oviedo maquillada como Vetusta, es la ciudad un ente vivo que aprisiona, ahoga y determina las vidas de sus personajes, una masa omnipotente que terminará engullendo a Ana, la Regenta. Es esta la historia de la malcasada aburrida medio beata, cuya vida se limita a su hogar y a los paseos que terminan en la catedral, el centro neurálgico de la burguesía atenazada que ahoga entre rezos y sahumerios a las señoras encorsetadas por dentro y por fuera. Un cuadro costumbrista pasado por el tamiz de la gazmoñería, la todopoderosa Iglesia y el qué dirán, amén de una envida que ya apuntaba maneras de deporte nacional.
Ana Ozores, la protagonista, cae en el adulterio. Imperdonable en el s. XIX. Que una mujer se atreva a tener amores de alcoba fuera del matrimonio, sobre todo si es joven y bonita, hará que todos los dedos acusadores, aunque estén cubiertos de escoria, la señalen y la lleven al ostracismo social para el resto de su vida. No se trata del hecho en sí, bastante común bajo cuerda, de tener amantes, se trata de que a una mujer no se le permite ser buena sin parecerlo. Las convenciones sociales en la España de la Restauración alfonsina quedan perfectamente retratadas desde Vetusta, modelo paradigmático de un país atrasado, dominado por la Iglesia y el qué dirán, bajo cuyas aguas corren muchos lodos. Y aquí está el germen de la modernidad de la novela, porque en el fondo, no hemos cambiado tanto. Seguimos criticando lo mismo que perdonamos a varones y seguimos encontrándonos entre los personajes que Clarín describe tan minuciosa y certeramente. Y continuamos alabando a grandes y poderosos mientras apabullamos a los más débiles. La sociedad no perdona deslices públicos y se abalanza contra los mismos a los que había encumbrado a la menor oportunidad. Y esto mismo le pasó a La Regenta, y me refiero al libro, que caería en el desdoro y el anatema de una España dividida por la guerra que no conoce límites ni en sus hijos. El de Clarín moriría fusilado por el bando nacional, maldito hijo del incómodo escritor que sería silenciado y escondido hasta bien entrada la década de 1960, en pago por su crítica y aguda pluma y por sus diatribas y severidad literaria.
Seguimos siendo un país en el que la venganza siempre se sirve fría, pero no antes de habernos asegurado de que el cocinero haya caído en desgracia y de que por fin sea el momento de echarle encima esos mismos platos que premiamos y alabamos sin decoro públicamente, con esa capacidad tan nuestra de donde dije digo, digo Diego, sin perder la sonrisa pero sí la dignidad.
Mercedes Peces Ayuso
Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.
Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.
Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.
Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.