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¿De qué se ocupaban los cónsules romanos?


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Busto de Pompeyo el Grande del Museo del Louvre, París, Francia. / Wikipedia. Busto de Pompeyo el Grande del Museo del Louvre, París, Francia. / Wikipedia.

La gran institución de la Roma antigua fue el Senado, posiblemente instaurado ya desde la época de Rómulo, tal vez en la forma de consejo de grandes familias y con carácter vitalicio, aunque las fuentes antiguas difieran en el dato, compuesto por unos cien hombres que pudieron incrementarse con sucesivos reyes. En cuanto a la pureza de este cuerpo se consideró que, en tiempos arcaicos, sus miembros eran colocados “a dedo” por los mismos reyes, de tal manera que, llegada la República este procedimiento aún se asentó más, puesto que los cónsules o los tribunos consulares solían colocar en el cargo a amigos cercanos, tanto si eran patricios como plebeyos. Tal vez los miembros fueran cambiando a designios de un gobernador con potestad para seleccionar a los mejores hombres en la cuestión política, o como consejeros de los reyes. En adelante se procuraría mejorar esta carrera y dotarla de un sentido más democrático, no sin dificultades surgidas de la misma mecánica institucional.

Las magistraturas romanas se regían por el denominado “cursus honorum” que marcaba tanto el orden y jerarquía política como el modo de cumplimiento. Fueron instauradas desde principios del siglo VI a. C. con funciones y responsabilidades administrativas, legislativas y judiciales, en tiempos de paz, o militares cuando se desataba el conflicto bélico con otros pueblos. En la mitad del siglo V a. C., los pretores o caudillo romanos se vieron obligados a gestionar el vacío político provocado por el fin de la Monarquía, y pasaron a denominarse cónsules, o “los que caminan juntos” ya hacia los primeros años del siguiente siglo IV a. C. para lo que debían respetar la norma colegial anual.

El Plebiscitum Ovinium o Lex Ovinia, surgida por concilio de la plebe regulaba la transferencia de poderes y aplicó sobre su cargo una fiscalización censal, lo que, en apariencia, daba algo de puridad al cuerpo senatorial. Con este paso se convirtieron en magistrados de rango mayor, o sea, con cierto poder político, siendo elegidos por unos comicios centuriados, tal como consta en tiempos de Servio Tulio (c. 568 a.C-c. 534 a.C.), e investidos con la “Lex Curita de Imperio”, a la manera aún de los tiempos monárquicos. Tal como indicaba Francisco Pina Polo en La res pública romana: instituciones y participación popular, (http://anuariodehistoria.unr.edu, no 31, 2019) el peso político del Senado como tal no se consolidó hasta la aplicación de dicha ley. Los cónsules dejarían ser patricios y se plantearía la alternancia gubernamental al ser dos los destinados a este uso, permaneciendo cada uno solo un año, aunque transcurridos diez, alguno podía volver a ser reelegido.

Dirigieron así el ejército y el Estado, casi como unos reyes, pero sin cargo vitalicio, sino solo por mandato. La República les abrió el camino hacia la defensa del nuevo sistema de gobierno, con los buenos propósitos de que no hubiera ninguna autoproclamación de rey, al menos en teoría. Como institución convivieron con la cuestura, la censura, la edilidad y el tribunado de la plebe. En las jerarquías inferiores se colocaron las asambleas populares grupadas en curias, la caballería y la centuria proletaria.

En el siglo II a. C. se estableció que para acceder al consulado debía haberse pasado con anterioridad por las magistraturas inferiores, con un tiempo de inactividad prefijado entre cada magistratura. Con la “Ley Villia Annalis” del año 180 a.C. quedó fijado el orden de menor a mayor rango y la edad mínima de desempeño, lo que, para algunos historiadores supuso un campo abierto en exclusividad a la aristocracia. En general estos cargos les equiparaban a jefes de gobierno con potestad de convocatoria y presidencia de sesiones en Senado y en procesos judiciales, además de cuidar el orden público, asuntos de política exterior y milicia de campaña.

Existieron los cónsules ordinarii que daban el epónimo anual y los sustitutos o suffecti. Una vez superado el tiempo preparatorio, comenzaba el procedimiento electoral para conseguir los gobernantes binarios entre los mayores de 42 años. Posteriormente, implantado el Imperio, se convirtieron en figuras solo representativas, con menor poder y autoridad, bajo la sombra autoritaria ya de un líder supremo. Fue Sila hacia el año 81 a. C. quien fijó el modelo de servicio militar previo seguido de los cargos de cuestor, pretor, cónsul y censor. El consulado así formaba parte de una de las seis magistraturas ordinarias, por la que había que pasar o cursar antes de alcanzar otras jerarquías y conseguir el paso al cuerpo senatorial. Con el tiempo se perderían atribuciones y se hizo necesario delegar las funciones judiciales, civiles y criminales en otros cargos nombrados al uso, siempre con el refrendo del Senado, además de otras actuaciones que recayeron en los cuestores, censores, ediles y tribunados. Es cierto que el aumento del territorio conquistado y las complejas maneras de gobernar en provincias fuera de las fronteras hizo que los cargos consulares se especificaran en cada zona, siendo ya una situación que limitaba mucho el consenso desde la metrópoli.

Estos cónsules tuvieron un papel como comandantes en jefe del ejército, lo que literalmente los dejaba algo “exiliados” de la política peninsular, al tener que combatir en diferentes puntos de Italia y del Mediterráneo. Se compensaba esta nueva situación con el recurso a la representación de su poder en asuntos de la comunidad, bien en rituales o juegos y festivales. No hubo que desmerecer su intervención diplomática y en las emisiones de extranjeros para informar de las leyes vigentes, aunque se fueron concentrando en el mando de las legiones con mayor efectividad durante su periodo consular, hasta que el consulado se vio reducido a ser una magistratura honorífica o recompensatoria, ya iniciado el Imperio.

Dos personajes decisivos, Pompeyo y Julio César

Cneo Pompeyo Magnus fue nombrado por el Senado “cónsul sine collega” para resolver una situación crítica frente a la revuelta popular que surgió por la muerte de Clodio. Significaba una entrega temporal del poder a una sola persona, uno de los muchos fraudes de su carrera, puesto que en el año 70 a. C. ya había sido elegido cónsul sin pasar por el procedimiento legal ni siquiera tener la edad política exigida. Muchas fueron las motivaciones que le fueron acomodando ese paso hacia el poder político, también desde los hechos de su progenitor, con las glorias militares obtenidas en varias campañas siendo muy joven, y unido a los éxitos de Sila, quien le recompensó con el título de “Magnus”, pero quedando claro para la posteridad que sus conocimientos de los cargos públicos eran nulos, todo quedó enmascarado con las estrategias matrimoniales que le situaron cerca del legado senatorial. En el año 55 a. C. fue elegido para el gobierno de las provincias hispanas, aunque nunca fue allí sino que delegó el control en otros miembros del ejército. Vino así, hacia el año 53 a. C., la aceptación del poder unipersonal citada Posteriormente decidiría retirarse temporalmente, pero volvió al mundo militar para ayudar en campañas por el Mediterráneo contra los piratas que asolaban las costas. A partir del año 49 a. C. las cosas emporaron para él, así como su relación con Julio César, quien volvió a Roma tras las guerras en África, ya nombrado dictador.

Del seno de la gens Julia procedía este Julio César, que desde muy joven comenzó a asumir nombramientos decisivos en su carrera personal. Tuvo el cargo religioso de “flamen Dialis”, lo que casi le lleva a la muerte por obra de Sila. En los años 70 a. C. entró en relación con el cuerpo de cónsules principales, como el citado Pompeyo y Craso. Pasó por las carreras de cuestor y edil, que le permitieron actuar dentro de los márgenes de las importantes magistraturas. Se convirtió pronto en pontifex maximus y en el 59 a. C. ya fue elegido cónsul.

Aunque siempre se destacan los conflictos de la política y las maniobras de corrupción, Julio César desarrolló importantes medidas legales novedosas para el desarrollo del gobierno y la administración, entre otros avances. Conocida es la enemistad que le rodeó tanto en lo personal como en lo político, de manera especial cuando se hizo nombrar cónsul y dictador perpetuo, y bajo la sospecha de aplicar un gobierno de tiranía vino a morir a manos de asesinos liderados por Bruto y Casio.

 

Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (1979). Escribió su Memoria de Licenciatura sobre EL Real Sitio de Aranjuez en el siglo XVIII.

Doctorada en Historia del Arte por Universidad Autónoma de Madrid (1991), Tesis titulada: El urbanismo de los Reales Sitios en el siglo XVIII.

Profesora de Educación Secundaria, en varios centros de la Comunidad de Madrid, ahora ya no en activo.