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Los socialistas ante la inauguración de la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en la catedral vallisoletana


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En junio de 1923 tuvo lugar una fiesta religiosa con motivo de la inauguración de la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en la torre de la Catedral de Valladolid. Los socialistas de la capital castellana elaboraron una hoja informativa dirigida a la “opinión liberal” de dicha localidad con motivo de lo que se consideró una “aparatosa demostración clerical”, celebrada el 24 de junio. Pero, al parecer, los socialistas vallisoletanos tuvieron dificultades materiales para poder hacer un reparto masivo. Por ese motivo y porque se consideró que era un asunto de interés general El Socialista decidió publicar el texto en la primera página del número del sábado siguiente, 30 de junio. El asunto tenía que ver con la consagración de la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús sin que se contase con la opinión de los vallisoletanos, y también con el uso ostentoso del espacio público por considerar que era una manera de imposición también.

Los socialistas vallisoletanos afirmaban que la ciudad acababa de ser escenario de unas fiestas religiosas, “dignamente rematadas” con la “teatral inauguración” de la estatua erigida al Sagrado Corazón de Jesús sobre la torre de la catedral. Se había optado por la prudencia y nada se había dicho mientras habían tenido lugar las fiestas para que no se creyese que se estaba provocando. Como liberales que se tenían los socialistas de Valladolid no quisieron dificultar de ningún modo el libre ejercicio de unos actos que, aunque protagonizados por los enemigos de la libertad, estaban dentro del campo de los derechos ciudadanos.

Pasadas las celebraciones, y no pudiendo ya ser tachados de provocadores, los socialistas querían protestar porque se consideraba que Valladolid no era una población clerical, siendo “liberal de abolengo”. Consagrar la ciudad al Corazón de Jesús era considerado por los mismos como un acto abusivo porque la ciudad estaba formada por muchas personas que no habían dado consentimiento para ello, por lo que eso sí sería una provocación de los “elementos clericales”.

Los socialistas de Valladolid querían dejar muy clara la diferencia entre religión y clericalismo. La religión no era rutina ritualista ni ostentación en la calle, ni fervor teatral, ni “paganismo redivivo de adorar estatuas e imágenes”. Tampoco era recuento y exhibición de “huestes”, ni militar ni política. Religión era, siempre según su opinión, sentimiento y vida interior, “cosa del alma y del templo”, todo respetable, pero dentro de su campo de acción, pero no en una manifestación callejera y ruidosa, en una exhibición teatral, con un prurito de imposición y dominio temporal. Esta consideración sobre el uso del espacio público para manifestaciones y celebraciones religiosas terminaría siendo una reivindicación de parte de la izquierda, y con sus repercusiones en la Segunda República pero, además, tenía que ver con el hecho de que la Iglesia Católica consiguió en la Constitución de 1876 que no se pudieran celebrar actos religiosos externos de otras confesiones, aunque los padres de aquel texto constitucional, al menos, consiguieron, la libertad de cultos en el ámbito privado, algo que tampoco estaba dispuesta a aceptar la Iglesia.

La nota de los socialistas vallisoletanos se demoraba en esta cuestión de la ostentación en el espacio público, vinculándola a aspectos frívolos y nada, realmente, religiosos de una parte de la sociedad.

Se aprovechaba la ocasión para recordar que “un poco avergonzados de nuestro anticlericalismo, por aquello de que la acción anticlerical era cosa de mal gusto” se había dejado hacer a los clericales. En consecuencia, se habían crecido, y se atrevían con todo en una ciudad como Valladolid donde parecía haber desaparecido su carácter liberal, como si fuese “una colonia clerical”. Esa era el motivo de la nota pública, remover las conciencias de los liberales vallisoletanos, recordando, siempre, que había que diferenciar entre religión y clericalismo, y que éste era, realmente, un partido político, que pretendía gobernar desde fuera de las instituciones.

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

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