De acuerdo con lo estipulado en los acuerdos Sykes-Picot, de 1916, entre el Reino Unido y Francia para organizar entre ambas potencias las áreas de influencia de la zona, nominalmente bajo soberanía turca, en plena Gran Guerra y con vistas al final de la misma, Siria y Líbano pasarían a ser territorios controlados por los franceses, que lo serían después de terminada la contienda bajo la fórmula de un mandato de la Sociedad de Naciones. Debemos recordar que los mandatos eran territorios establecidos en el artículo 22 del Tratado de Versalles que habían pertenecido a Estados derrotados en la Primera Guerra Mundial, tanto del Imperio Alemán, como del Imperio turco, como es el caso que aquí nos ocupa. Los mandatos debían ser administrados por las potencias vencedoras, es decir, Francia y Reino Unidos, con la supervisión de la Comisión Permanente de Mandatos de la Sociedad de Naciones. Los mandatos se distribuían en tres tipos. Están los de tipo A (territorios del Imperio otomano), a los que se consideraba que por su grado de desarrollo podrían alcanzar en un breve plazo de tiempo la independencia. Los de tipo B era territorios sin mucho desarrollo y con problemas sociales e internacionales, especialmente en África (antiguas colonias alemanas), y, por fin, los de tipo C se reunían territorios muy alejados de Europa y que se pensaban que debían ser administrado como parte integrante de la metrópoli colonial, es decir, antiguas colonias alemanas en África también, pero sobre todo en Oceanía. En esta clasificación, Siria sería considerada como mandato de tipo A, incluyendo al Líbano.