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Madrid: escenario bélico en 1808


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A comienzos del siglo XIX, Madrid se encontraba cerrada por una muralla que era una simple tapia de ladrillos con recuadros de adobe, incapaz de resistir ningún ataque importante, ni proyectar ninguna resistencia. No era una plaza fortificada, si bien albergaba una pequeña guarnición militar, además de las tropas de la Casa Real. Hacia mayo de 1808, la capital contaba con unos 160.000 habitantes pero, en suma, pese a ser capital de un vasto imperio ultramarino, no era una plaza preparada para resistir un sitio y, aunque albergaba tropas, la misma topografía hacía muy difícil su defensa, pues si los asaltantes ocupaban en las afueras los puntos dominantes e interceptaban los caminos por donde pudieran llegar refuerzos exteriores, ninguna fuerza interior podría sólidamente mantenerse en estado de resistencia mucho tiempo, una vez establecido el dominio militar del enemigo sobre la Puerta del Sol y las grandes irradiaciones.

El 23 de marzo de 1808 los primeros soldados napoleónicos entraron en Madrid, de acuerdo con un doble objetivo: atender a su propia seguridad y situarse de modo que pudieran vigilar el movimiento de las tropas españolas a fin de impedir cualquier preparativo hecho con fines hostiles. Así, 10.000 soldados se ubicaron dentro de la ciudad, dominando lugares estratégicos, 20.000 en los pueblos inmediatos. Y otros 30.000 soldados franceses se situaron en un radio de 45-50 kilómetros, de forma que pudieran irrumpir fácilmente en la capital, controlar sus accesos e interceptar la comunicación con otros ejércitos españoles de la Península. Madrid se encontraba, de esta manera, rodeada de un triple cinturón de tropas napoleónicas perfectamente distribuidas .

Ahora bien, ¿de qué contingentes disponían los españoles si deseaban alzarse contra los invasores y atrincherarse en la capital? Aproximadamente de 8.000 soldados. En este sentido, la desigualdad militar fue un factor tan aplastante que puede entenderse perfectamente la orden del capitán general de Madrid, Francisco Negrete, prohibiendo a los oficiales y soldados salir de sus cuarteles durante los hechos del 2 de mayo de 1808. Cualquier resistencia frente al ejército napoleónico estaba condenada, de antemano, al fracaso y hubiera sido –fue- un suicidio. El día del alzamiento, la Villa fue militarmente ocupada por 30.000 soldados franceses bien armados y pertrechados en unas escasas cuatro horas. Como el mismo mariscal Murat escribió a Napoleón la posibilidad de ocupación de la plaza ya había sido prevista desde hacía tiempo y el plan se llevó a cabo a la perfección.

El rey José y sus fuerzas militares entraron en Madrid para, abandonar la capital tras la victoria española en la batalla de Bailén en el mes de julio, que obligó al propio emperador a presentarse en la Península Ibérica al frente de los 250.000 soldados. Tras derrotar a los españoles en la batalla de Somosierra, Napoleón se dirigió rápidamente hacia la capital. El 1 de diciembre de 1808, se constituyó en Madrid una Junta permanente de Defensa, la cual acordó distribuir entre los civiles unos 8.000 fusiles que aún permanecían en los almacenes del ejército, aunque los elementos más exaltados asaltaron la Armería Real y algunas mansiones de la nobleza, con la intención de proveerse de armas, en su mayoría anticuadas y de escasa utilidad, aparte de su valor arqueológico. Con igual desorden y falta de garantías se proveyó de cartuchos a los civiles armados, los cuales notaron que algunos de ellos estaban rellenos de arena, en vez de pólvora, lo que provocó numerosas protestas y asaltos a viviendas particulares, hasta que las autoridades lograron imponer cierto orden.

¿Con qué fuerzas militares se contaba para la defensa? unos 4.000 hombres, secundados por civiles armados, que habían tomado las armas sin orden y sin jefes visibles. En la mañana del día 2 de diciembre, el mariscal Bessières, con ciertas fuerzas de caballería, marchó desde Alcobendas a Madrid, enviando a su ayudante de campo para intimar a la rendición a las autoridades de la ciudad, sin el resultado esperado. A las tres de la tarde, Napoleón ordenó el ataque a la división Lapisse del sector noroeste de Madrid, incluyendo las puertas de los Pozos de la Nieve y del Conde Duque, fuertemente atrincheradas y guarnecidas con artillería. Se entabló un combate que se saldó con la toma de la linde exterior por las tropas francesas. Mientras tanto, 20.000 soldados napoleónicos fueron llegando y ocupando posiciones en torno a la zona Norte y Este. Treinta piezas de artillería fueron asentadas delante del palacio del Buen Retiro, y otras veinte en el sector tomado por la división Lapisse. Nuevamente, el día 2, los franceses se dirigieron al comandante de la plaza para intimarles a la rendición, que fue nuevamente rechazada, por lo que, al día siguiente, el emperador ordenó romper el fuego contra el Retiro y el sector noroeste de la ciudad. Cuando la artillería abrió brecha en las tapias del Retiro, los tiradores de la división Villatte entraron en el parque y, en menos de una hora, rechazaron a sus defensores más allá del Prado, quedando ocupados los principales accesos hacia el interior de Madrid que sufrieron un intenso bombardeo.

Napoleón ordenó suspender el fuego en toda la línea hacia las once de la mañana y dirigió al marqués de Castelar, defensor de la ciudad, una nueva invitación a la rendición, amenazándole con volar los principales edificios de Madrid con su inmensa artillería y sus minadores. El pueblo madrileño continuó disparando contra las posiciones ocupadas por los franceses hasta las dos de la tarde, en que sus jefes lograron hacerse obedecer y el fuego cesó, enarbolándose una bandera blanca en lo alto de la torre de Santa Cruz. En la madrugada del día 4 de diciembre de 1808, representantes de la Junta de Defensa se dirigieron al campamento de Chamartín para aceptar las condiciones de capitulación. El marqués de Castelar y otros personajes que no quisieron asistir a la rendición decidieron escapar por la carretera de Extremadura, junto los 4.000 o 5.000 hombres que componían la guarnición de la capital y 16 piezas de artillería. Pero la vieja ley militar de "tomada la capital, rendido el reino" no se cumplió y la guerra continuó hasta la derrota francesa en 1813.

Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.