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18 de Brumario en Kiev


(Tiempo de lectura: 4 - 8 minutos)
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky en la ceremonia de homenaje a los Héroes de Kruty en Kiev. Foto cortesía de la Presidencia de Ucrania. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky en la ceremonia de homenaje a los Héroes de Kruty en Kiev. Foto cortesía de la Presidencia de Ucrania.

El 18 de Brumario de Luis Bonaparte comienza con la famosa frase de Marx «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa», una máxima que conviene tener muy en cuenta al dirigir la mirada hacia Kiev.

Sostenía Nietzsche que «La historia solo es impulsada por las personalidades vigorosas, que apagan por completo a las débiles». En esa misma línea, decía Carlyle que la historia no es, al fin y al cabo, nada más que una galería de retratos. Probablemente sea así, pero conviene también estar con Tocqueville cuando apuntillaba que la historia es, sí, una galería de retratos en la que hay muchas copias y pocos originales.

Vladimir Lenin primero, luego Stalin y Vladimir Putin después. Es verdad que la historia tiene pocos originales y que los acontecimientos históricos se repiten. Esta no es la primera vez que los residentes de Kiev luchan para defender la ciudad de un poderoso ejército invasor.

El 30 de enero de 1918, para defender la capital de la República Popular de Ucrania (RPU) contra la Rusia soviética, una fuerza constituida principalmente por cadetes militares y estudiantes armados se apresuró a tomar posiciones en Kruty, una estación de ferrocarril situada a unos 170 kilómetros al noreste de Kiev. Ucrania había declarado su independencia tan solo una semana antes para rechazar las intenciones del Partido Bolchevique de Vladimir Lenin de controlar Ucrania.

Cuando la noche cayó sobre los improvisados parapetos y sobre las trincheras apenas excavadas en el suelo helado, los jóvenes defensores de Kruty habían sucumbido ante el poderoso Ejército Rojo de la Rusia soviética. Con la ayuda de las milicias locales amigas, los soldados rojos tomaron Kiev el 7 de febrero.

La historia de Ucrania, que es compleja y un tanto caótica y abarca una historia de mil años de cambio de religiones, fronteras y pueblos, pero después de aquella primera batalla por Kiev el trienio que constituyó su primer período de independencia moderna entre 1918 y 1920 es fundamental para el relato nacional que sostiene que es un país soberano separado de Rusia.

Como descubrieron los soviéticos en 1918 tras la caída de Kiev, ese sentimiento de identidad nacional hace que la ocupación de todo el país sea una tarea difícil. Con el Ejército Rojo dueño de la capital, el Gobierno de la RPU se refugió en la ciudad norteña de Zhytomyr. Sus representantes firmaron un acuerdo de paz con la Triple Alianza, las potencias centrales adversarias del antiguo Imperio Ruso durante la Primera Guerra Mundial que permitió que los soldados alemanes y austriacos expulsaran al Ejército Rojo de Ucrania.

Alemania colocó un gobierno dócil en Kiev. Pero después de que el ejército del Kaiser se derrumbara en el frente occidental, las fuerzas ucranianas bajo el liderazgo de un antiguo periodista convertido en militar, Symon Petliura, recuperaron partes de Ucrania, incluida Kiev, aunque la ciudad volvió a ser ocupada por el Ejército Rojo en febrero de 1919.

Manifestación nacionalista en Kiev en enero de 1917. Dominio público.

Un ejército compuesto por milicias voluntarias, grupos de cosacos y bandas de campesinos, algunos de los cuales cometieron terribles pogromos contra la minoría judía del país, lucharon por la liberación de Ucrania. Después de firmar una improvisada alianza con Polonia, la RPU recuperó brevemente la capital con la ayuda de las fuerzas polacas. Sirvió para poco: en junio de 1920 el Ejército Rojo conquistó Kiev por tercera y última vez.

Posteriormente, el territorio ucranio se dividió entre Polonia y la República Socialista Soviética de Ucrania, una república títere dirigida por los bolcheviques con capital en Kharkiv. En diciembre de 1922, la Ucrania soviética firmó un tratado con Rusia y Bielorrusia y pasó a formar parte de la URSS.

Los líderes soviéticos tomaron buena nota de las sucesivas batallas por Kiev e intentaron acomodar los sentimientos nacionales ucranios a la realidad soviética. El idioma ucranio fue considerado cooficial en los primeros años de la Unión Soviética y bajo el sistema formalmente federal de la URSS los comunistas ucranios tuvieron más capacidad de gestión en su república que la habrían tenido en el Estado unitario propuesto por los opositores de Lenin.

Los líderes del movimiento nacional ucranio fueron los que arrancaron esas concesiones. Ucrania, soviética o no, no fue creada por la «Rusia bolchevique y comunista», como afirmó públicamente Vladimir Putin en un ensayo publicado el pasado mes de julio en la web del Kremlin en el que hacía una interpretación torticera de la historia que le ha servido para justificar la invasión.

En el relato de Putin, el movimiento moderno de independencia de Ucrania no comenzó en 1917 sino durante la Segunda Guerra Mundial. Bajo la ocupación alemana de Ucrania, entre 1941 y 1944, algunos independentistas ucranios se alinearon con los nazis, a quienes consideraban salvadores de la opresión soviética. En un intento sorprendentemente cínico de pelear una guerra de información e influir en la opinión pública, Putin se basó en este período de la historia para presentar cualquier impulso ucraniano por la soberanía como nazi.

Tras la muerte de Lenin, los programas económicos de Stalin exigieron una mayor centralización política a costa de cierta autonomía regional. En la década de 1930, Stalin actuó para reprimir la cultura nacional ucrania al restringir la promoción de su idioma y reprimir a los intelectuales ucranios, comenzando por juzgar a quienes habían apoyado a la RPU. Una hambruna devastadora, causada por una campaña estatal para la colectivización de la tierra, mató a millones de personas en la Ucrania soviética, al tiempo que la temible policía secreta encarceló a muchos más antes y después de la Gran Purga.

La infantería soviética abandona Kiev en noviembre de 1943 cuando la ciudad fue liberada por los nazis. Dominio público.

El poder real residía en Moscú. Pero incluso los soviéticos reconocían cierta identidad ucrania mientras cultivaban el mito de una fraternidad eslava común. En un artículo publicado el 12 de junio pasado, la visión de Putin fue más allá al intentar acabar con la identidad ucraniana recuperando una recreación de la era imperial en la que rusos y ucranianos son “un solo pueblo”.

Si Kiev vuelve a pasar a manos de rusas como sucedió varias veces entre 1918 y 1920, la historia sugiere que su control probablemente no durará. Como dijo el presidente Zelensky en un discurso conmemorativo de los héroes de Kruty, el sentido de la identidad ucraniana se ha fortalecido durante más de los cien años transcurridos desde que la juventud ucrania intentó defender la ruta hacia Kiev desde sus débiles posiciones fortificadas en Kruty.

Durante la primera campaña de independencia de Ucrania, sus habitantes pensaban cada vez más en términos nacionales, pero no todos lo aceptaban y algunas minorías nacionales desconfiaban de las promesas de su propio Gobierno relacionadas con un amplio abanico de derechos culturales, educativos y administrativos. Ahora no ha ocurrido tal cosa y los ucranios de múltiples etnias y preferencias lingüísticas han tomado las armas para defender una visión potente, pluralista y democrática de su patria.

En junio de 1920, cuando recibieron las súplicas de ayuda presentadas por Arnold Margolin, el jefe de la misión diplomática de la RPU en Londres, los diplomáticos británicos le respondieron que su Gobierno debía defender por sí solo su propia independencia.

Ahora Ucrania se enfrenta a la misma tarea. No está claro si Rusia ocupará Kiev o cuando lo hará si así lo decide. Pero la defensa ucraniana de la ciudad será feroz. Mientras que la OTAN se niega a enviar soldados para intervenir en la guerra, los combatientes ucranios reciben apoyo militar extranjero y hay muchas razones para creer que, si Kiev cae, esos combatientes continuarán librando una resistencia con armas proporcionadas por sus aliados.

El movimiento nacional de Ucrania entre 1918 y 1920 fue lo suficientemente fuerte como para desafiar y complicar el control bolchevique y su sentimiento de identidad nacional no sucumbió bajo el dominio soviético. Es probable que ese sentimiento impulse hoy una tenaz e inesperada resistencia.

Escribió Clausewitz, el gran teórico de la guerra, que esta es, ante todo, un «choque violento de voluntades». No perdamos ese concepto de vista para plantear la primacía del elemento moral "voluntad de lucha" sobre todos los otros elementos materiales (armas, equipos, tecnología, etc.) que, si bien desempeñan un papel importante en el transcurso de una guerra, no son más que “herramientas” destinadas a incrementar la fortaleza moral de los ejércitos, pero incapaces de vencer si no existe la moral de victoria propia de la defensa del territorio nacional.

Desde que los griegos derrotaron al Imperio Persa hasta Vietnam, la galería de la guerra tiene muchos retratos de esa naturaleza.

Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.

En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.

Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).

En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.

En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.