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La reconstrucción del socialismo en la clandestinidad


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Retrato de Julián Besteiro Fernández. Foto Manuel Portillo / RABSF. E/Coloreada / https://twitter.com/latinapaterson/status/1315953276513333254/photo/1 Retrato de Julián Besteiro Fernández. Foto Manuel Portillo / RABSF. E/Coloreada / https://twitter.com/latinapaterson/status/1315953276513333254/photo/1

Esperando a los aliados tras la II Guerra Mundial

Tras la derrota republicana en la Guerra Civil, la más dura represión llenó las cárceles de todos aquellos que no pudieron salir al exilio, bien a Francia, a Argelia o, los más afortunados, a América, principalmente a México, en los inicios de la II Guerra Mundial.

En los últimos meses se consolidaron las diferencias entre las distintas facciones de los partidos y organizaciones que sustentaban la II República. Algunas de las divisiones tenían razones geográficas, por la penuria vivida; pero la gran mayoría se debieron al posicionamiento de los líderes sindicales y políticos, así como a las actitudes de los militares que habían soportado el peso de la defensa en condiciones muy difíciles. La caída del frente de Cataluña fue el detonante fundamental. De modo que, por ejemplo, la mitad de la ejecutiva del PCE no quiso retornar; así mismo, militares como el general Rojo dieron por perdida la guerra y se quedaron en Francia, o dirigentes políticos como Prieto, que habían organizado la evacuación a México, allá se establecieron. Negrín marchó primero a Francia y posteriormente a Londres en la esperanza de actuar como De Gaulle en la vuelta a España. Además, otros muchos españoles participaron en los ejércitos aliados y en la resistencia contra el nazismo en Francia.

En marzo de 1939 algunos líderes sindicales y políticos, encabezados por Besteiro y animados por la embajada inglesa del primer Ministro Chamberlain, esperaban negociar una rendición que evitara el baño de sangre. Paralelamente, grupos de militares encabezados por Casado buscaban una solución similar a la que había ocurrido al final de las guerras carlistas. En cambio, algunos militares comunistas de la zona centro encabezados por Barceló estaban por una defensa a ultranza, así como el gobierno de Negrín, esperando el inicio de la guerra mundial que se avecinaba; mientras los anarquistas encabezados por Cipriano Mera creían posible una negociación, excluidos los comunistas, que permitiera una salida ordenada, ante la inevitabilidad de la derrota y ante tanto sufrimiento, especialmente agravado en la zona centro. Las discrepancias entre estos grupos provocaron un enfrentamiento final entre ellos en el ánimo de definir una única posición negociadora. La crueldad de la posición franquista solo deseaba el exterminio de la otra parte, fusilando y humillando con la más drástica depuración a los que consideraba enemigos irreconciliables.

Ha aparecido en el 2021 un libro del profesor de la Complutense, Gutmaro Gómez Bravo, titulado Hombres sin nombre, que refleja de forma muy documentada la historia de la clandestinidad socialista durante el franquismo, poco conocida. Es el resultado de una investigación de fuentes primarias en los archivos militares que hasta hace poco tiempo no eran accesibles. En él se describe la callada historia de personas que llevaban una doble vida, obreros, maestros, otros funcionarios depurados, en general antiguos sindicalistas, que se jugaron permanentemente la vida por mantener la organización, a la espera del final de la II Guerra Mundial que veían como inevitable. Aquellos hombres sin nombre siguen siendo hoy prácticamente desconocidos.

El vivero de la reorganización en los primeros años fueron las propias cárceles donde, a pesar de los continuos traslados y delaciones, consiguieron conectarse entre sí los antiguos militantes, empezando por el sindicato y luego por el partido, según la concepción clásica de un sindicato grande y un partido pequeño. Al salir de ellas algunos militantes, la organización socialista fue consolidándose; pero de los ocho miembros de la ejecutiva que permanecieron en España, cinco fueron ejecutados, y quedaron con largas penas de prisión Ferrándiz, De Gracia y Gómez Egido. Este modelo convivió con la guerrilla defensiva en algunas áreas montañosas y subsistió a duras penas a pesar de la represión; al final, fue evacuada la guerrilla socialista asturiana en 1948 ante la evidencia de la no intervención de los aliados. Otros formaron las partidas denominadas “los del monte”, que optaron por mantener la resistencia armada, primero desorganizadamente y, al fin, otros terminaron coordinándose en grupos anarquistas o comunistas.

La separación entre hombres y mujeres en las cárceles hizo que se mantuvieran en organizaciones separadas; pero, cuando se formó la primera comisión ejecutiva del PSOE, las mujeres estuvieron representadas por María del Carmen Cueli y Julia Vigre (maestra que sería luego reconocida por su papel en la transición democrática) alias Alfonsina, como responsables de la redacción de la propaganda. Una de las dirigentes más destacada del grupo besteirista fue Claudina García, de la última ejecutiva de la UGT en la cárcel de Ventas. Cabe señalar que el secretario general de la última ejecutiva de UGT, José Rodríguez Vega, estaba preso al final de la guerra, pero al no ser identificado pudo salir posteriormente hacia México; pertenecía al grupo de los que apoyaban a Negrín.

El socialismo en el interior había quedado fragmentado en dos grupos: los negrinistas (que siguieron manteniendo relación con los comunistas y los republicanos) y el resto. Todos los grupos (besteiristas, prietistas y caballeristas), menos los negrinistas, cuya legitimidad seguiría siendo el gobierno republicano de Negrín hasta su dimisión en las Cortes reunidas en México en 1945. Ambas ejecutivas, del PSOE y UGT, mantuvieron su apoyo al gobierno de Negrín hasta el inicio del exilio, aceptando siempre que la dirección debería estar en el interior y que el exterior debía ser el apoyo y el altavoz. Esta sería una diferencia sustancial con los comunistas, que siempre mantuvieron la dirección en el exterior. Respecto a la legitimidad del gobierno de Negrín en el exilio, tuvo el apoyo de las Cortes en la reunión de Figueras en 1939, pero Prieto consigue tener la mayoría del grupo parlamentario socialista en el exilio, obteniendo también el apoyo para la disolución del gobierno republicano de la Diputación permanente de las Cortes en París, pero las legitimidades no se completan hasta la reunión formal de las Cortes en agosto de 1945 en México donde se produce la dimisión de Negrín y el nombramiento del gobierno Giral.

La documentación que generaron e intercambiaron dentro y fuera de España fue en muchos casos incautada por la policía, y utilizada en los juicios, razón por la que esta historia se ha mantenido bastante inédita hasta el momento (al estar en archivos militares, y no poder ser consultada incomprensiblemente). Las organizaciones del PSOE y la UGT afirmaron que la legalidad de la dirección estaba en el interior, hasta que fue imposible mantenerla por la represión y tuvo que decidirse si la dirección tenía que formarse en Francia o en México. Al fin se decidió que la legalidad pasara a Francia, subordinándose todos a la dirección y a los congresos que allí se hicieran y a la democracia de sus resultados.

La reconstrucción del socialismo durante la primera etapa del franquismo

Para entender la concepción de la organización de los socialistas hay que citar el discurso pronunciado en México en 1943 por Indalecio Prieto. En él clasificó en tres los grupos que el impacto de la guerra y de la represión habían dejado entre ellos: los privilegiados (el exilio), los muertos y los que estaban en cautiverio en los campos y cárceles franquistas. Esta historia está hecha básicamente de muerte, exilio y encierro prolongado.

Las cifras de ejecuciones y conmutaciones de penas de muerte de los primeros años son escalofriantes y explican por sí solas la parálisis generalizada que se vivió entonces. Aunque parezca extraño, queda por inventariar aún las múltiples formas de violencia llevada a cabo contra los militantes y sus familias: depuraciones, destierros, incautaciones, trabajos forzados, violaciones… Pero en la cárcel mantuvieron su identidad grupal, su cultura política y sindical y desde ella proyectaron su propia reconstrucción.

Antonio Pérez, representante del PSOE del interior en el Gobierno en el exilio, indicaba en sus escritos cómo reactivaron la organización como una forma de supervivencia colectiva siguiendo el modelo tradicional desde la base sindical. Iniciaron en 1942 la coordinación entre las agrupaciones locales y en las cárceles, como primera medida, auxiliando primero a los más necesitados para conservar la moral. En 1943 volvió a intentarse la organización con carácter nacional y las relaciones entre los grupos existentes. Ya en abril de 1944 se nombró la primera Comisión Ejecutiva en el interior. El primer Congreso en el exilio es en 1945, y llegaron a realizarse hasta trece.

Perseguidos en España, y ante la Francia ocupada por los nazis o colaboracionista, unos aparcaron las diferencias que arrastraban antes de la Guerra Civil, pero otros en cambio las agravaron. Partido, Sindicato y Juventudes se centraron en la supervivencia y la reconstrucción interna. Se estableció una estrategia conjunta con la CNT, los republicanos y los nacionalistas a través de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, ANFD, principal instrumento de la legitimidad en la clandestinidad. La II Guerra Mundial y el acuerdo inicial de Alemania con Rusia fracturó definitivamente la relación con los comunistas.

A pesar de la derrota, la dispersión y la división interna, consiguieron mantener una continua labor desde la cárcel, donde copiaron y distribuyeron el Manifiesto del Campo de los Almendros, o las cartas de despedidas ante los fusilamientos de Zabalza, Gómez Ossorio, Aceña, Acero o tantos otros compañeros ejecutados (un tercio de los 99 diputados del PSOE fueron ejecutados). Esta solidaridad, dentro y fuera de prisión, supuso un fuerte impulso organizativo y emotivo. Era, prácticamente, la única forma de vida comunitaria que podían permitirse trabajadores y obreros manuales como eran la mayoría de ellos. La primera Comisión Ejecutiva en la clandestinidad a nivel nacional se formó en 1943 dirigida desde la cárcel por Juan Gómez Egido, siguiendo el modelo de reconstrucción política desde lo sindical, por ramas, gremios y sectores de barrio, diseñado en la cárcel. A pesar de la presión y desarticulación policial, llegaron a constituir ocho Comisiones Ejecutivas dentro de España, que funcionaron hasta 1954 (la ejecutiva entonces pasa al exterior ante el asesinato en la cárcel de Tomás Centeno, último SG en el interior) ante la imposibilidad de sostener la organización.

A pesar de su presencia, la principal consecuencia de la represión fue la desaparición o el aislamiento de la organización en las áreas rurales y en los pequeños núcleos urbanos, que precipitaron la decadencia de las agrupaciones del interior. Una situación paliada, en buena medida, con la renovación generacional aunque fuera muy tardía. El exilio, por su parte, era una organización muy compleja que se extendía prácticamente por medio mundo. El PSOE celebró 13 congresos en el exilio hasta que, en 1972, se escindió entre renovadores e históricos. El papel de las alianzas, sobre todo con comunistas y monárquicos (variando según la situación internacional), el nivel de democracia interna, la participación en las nuevas formas de oposición de masas como la estudiantil, la intelectual y la laboral (sobre todo a partir de la irrupción de las Comisiones Obreras), y la polémica sobre dónde debía residir la Comisión Ejecutiva, marcaron la división de los años sesenta.

La guerra siempre supuso en la organización una brecha generacional, pero la represión que sufrió el interior fue decisiva en las diferencias con el exilio; una moral que atravesó viva varias generaciones, a pesar de la estigmatización y criminalización sufrida durante los largos años de dictadura. El balance final sobre la reconstrucción del socialismo no puede pasar por alto el elevado y anónimo valor histórico, hasta ahora tan poco reconocido, que permitió mantener la memoria colectiva.

Quimico, Máster en Biotecnología y Profesor en Secundaria, FP y Universidad. Especializado en la formación del profesorado y en el diseño de los estudios en FP.

Investigador y divulgador de la historia del socialismo y del sindicalismo en educación. Realizando conferencias, exposiciones y publicaciones relacionadas sobre ellas.