¿Cuántos meteoritos golpean cada año la Tierra?
- Escrito por Manuel Peinado Lorca
- Publicado en Ciencia + Tecnología

El pasado 28 de agosto cientos de testigos estupefactos vieron una bola de fuego que iluminó el cielo nocturno de Nueva York. Una bola de fuego es un fenómeno que se produce cuando un meteorito procedente del espacio exterior entra en la atmósfera terrestre a velocidades que pueden superar los 200 000 km/h.
Imagine la Tierra como un vehículo circulando por un circuito automovilístico. La órbita terrestre es el circuito que, en su movimiento de traslación, recorre la Tierra cada año a una velocidad escalofriante de la que felizmente no somos conscientes: 107.000 km/h. Además, el “vehículo-terrestre” se comporta como una peonza que rota sobre sí misma a 1.600 km/h.
Fuente: NASA
Suponga que usted pilota ese vehículo: circula por un circuito a casi 30.000 m/sg y, por si eso fuese poco, el vehículo no le deja ver a través del parabrisas porque el paisaje gira a su alrededor a la velocidad de una turbina de reactor. Mientras intenta controlar ese auto ingobernable, decenas de miles de asteroides y millones de meteoritos se cruzan en su camino de forma errática y totalmente impredecible. Parece un viaje a ninguna parte, un trayecto abocado a la destrucción por un impacto fatal e inevitable. Y, sin embargo, así se mueve la Tierra desde hace al menos 4.500 millones de años.
Más de dos siglos después de que el astrónomo real Giuseppe Piazzi descubriera la madrugada del 1 de enero de 1801 el primer asteroide conocido cuyo tamaño era más que suficiente para alojar ocho veces a España, se han identificado más de un millón cien mil, pero se calcula que mil millones más rondan por ahí, moviéndose al azar sobre nosotros como celestiales, incandescentes y pétreas espadas de Damocles.
En esta exposición de diez segundos, un meteorito atraviesa el cielo sobre Washington, DC durante la lluvia anual de meteoritos Perseidas, de agosto de 2015. Fuente: NASA/Joel Kowsky.
Cada día entran en la atmósfera terrestre varios cientos de toneladas de materia estelar, la mayoría en forma de meteoroides muy pequeños que avanzan a velocidad supersónica, pero que, debido a la fricción, alcanzan temperaturas de ebullición y se evaporan antes de alcanzar el suelo como un polvo imperceptible.
Sólo los de mayor tamaño conservan la velocidad suficiente para alcanzar la superficie y para dejar un cráter como tarjeta de visita o para acabar con los dinosaurios. En cambio, la mayoría de las rocas que caen a la Tierra son muy pequeñas y relativamente pocas sobreviven a su feroz caída en picado a través de la atmósfera terrestre.
¿Cuántos meteoritos llegan a golpear el suelo y cuántos en las ciudades?
Según los datos de la American Meteor Society la media de impactos de meteoritos registrados es de 7,9 al año. Son por lo general los que se observan en lugares habitados. Es imposible saber a ciencia cierta cuántos meteoritos caen al océano o en lugares deshabitados sin ser detectados, pero sí es posible hacer estimaciones fiables.
La estimación más reciente cifró en 17.000 el número de meteoritos que se desploman cada año sobre la Tierra. Consideremos ahora la posibilidad de que alguno golpee a un urbanita. El 29% de la superficie terrestre es tierra firme; las áreas urbanas en las que vive casi el 55% de la población cubren alrededor del 0,44% de esa superficie. Un sencillo cálculo nos lleva a la cifra mágica: solamente 21,6 meteoritos pueden aterrizar en zonas urbanas.
Para mayor tranquilidad, hay que tener en cuenta que casi todos ellos son de tamaño muy pequeño: típicamente su masa oscila entre los cincuenta gramos (la inmensa mayoría) y los diez kilos, a los que hay que sumar que la mayor parte se pulveriza antes de aterrizar.
El próximo 21 de diciembre se cumplirán diez años del disparatado y fallido cumplimiento de una supuesta “profecía maya” anunciadora de que ese día pasaríamos a mejor vida fulminados por un meteorito que impactaría contra la Tierra llevándose por delante a todo bicho viviente. Como cabía esperar, no pasó nada.
Y es que los datos juegan en contra de esa y otras profecías similares. Los radares de la NASA llevan 53 años detectando asteroides que amenazan con impactar contra la Tierra. Por ahora ya alcanzan el millar los meteoritos que han pasado cerca de nuestro planeta, casi diecinueve al año de media. Claro, que decir “cerca” es decir mucho.
A pesar de que fueron apenas unas modestas pedradas de algo más de un kilo arrojadas desde el espacio, las imágenes recibidas en diciembre de 2013 desde Cheliálibinsk, en los montes Urales de Rusia, sobrecogieron el ánimo de más de uno. El asteroide 2012 DA14, que pasó esa misma noche a 27.700 kilómetros por encima de nuestras cabezas, era de dimensiones relativamente modestas: 130.000 toneladas de masa y cincuenta metros de eje mayor, apenas un grano de arena comparado con el KT, el que acabó con los dinosaurios, cuyo diámetro era dos mil veces mayor.
Según estima la NASA, las rocas espaciales de alrededor de diez metros de ancho ingresan en la atmósfera entre cada seis y diez años. Una roca lo suficientemente grande como para generar una explosión como la del bólido de Tunguska de 1908 ocurre aproximadamente cada quinientos años y un gran impacto cósmico de una roca de aproximadamente un kilómetro de anchura ocurre entre cada 300.000 a 500.000 años.
Si usted teme que la humanidad se extinga por el impacto de una roca similar a las protagonistas de Armageddon o No mires hacia arriba, debe saber que la posibilidad de que eso ocurra es de una vez entre cada 100 a 200 millones años.
Duerma tranquilo: si algo gordo se le viene encima, no será polvo de estrellas.
Manuel Peinado Lorca
Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.
En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.
Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).
En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.
En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.