HEMEROTECA       EDICIÓN:   ESP   |   AME   |   CAT
Apóyanos ⮕

Johan Huizinga, 1872/1945: Observar la historia como si de un espejo roto se tratara


(Tiempo de lectura: 6 - 11 minutos)

No hay nada más útil a los hombres que una prudente desconfianza

Eurípides

Desde mi juventud siento un vivo interés… no exento de admiración por Johan Huizinga. El otoño de la edad media, me deslumbró. Hasta tiempo después, no supe por qué. Es otra forma de contemplar la historia, de analizarla, de actualizarla y de –unas veces entre líneas y otras directamente-, hacernos ver lo que su legado influye sobre nosotros. Nos afecta más de lo que parece.

En las primeras décadas del siglo XX, se leyeron sus agudas observaciones con interés y se comentaron sus obras elogiosamente. El ejemplo más característico, pero no el único, es Ortega y Gasset. De hecho, la difusión entre nosotros del pensamiento de Huizinga, está muy vinculado a la Revista de Occidente. Es más, José Gaos tradujo El otoño de la edad media del alemán y, posteriormente, la publicó Alianza Editorial.

Creo que puede afirmarse que fue un excelente historiador de la cultura, aunque varios de sus libros pueden considerarse de ‘filosofía de la historia’, aunque ‘sui generis’ Entre nosotros se le ha considerado una veces un filósofo y otras, un historiador. Es ambas cosas y, al mismo tiempo, mucho más. Fue también, un gran humanista y entre otros puestos destacados ocupó la presidencia de la sección de humanidades de la Academia de Lengua y Literatura neerlandesa.

Huizinga es, en el sentido clásico del término, un hombre sabio y prudente. Considera que se debe meditar sobre las enseñanzas y el legado de nuestros antepasados. Hoy lo que probablemente más nos atrae de él es su amor a los valores de las épocas pasadas. En un tiempo manifiestamente ‘bárbaro’ donde muchos tiran por la borda tanto el saber como la visión del mundo de épocas pasadas. Sus comentarios son un oasis de inteligencia y descubren rutas, tal vez poco exploradas y, por esa misma razón, necesarias. ¡Es admirable como puede tejer y construir una visión de un periodo histórico, partiendo del Condado de Borgoña!

Es un placer leerlo, por su penetración, la riqueza de sus imágenes o los símbolos a los que recurre a la hora de abordar ciertas explicaciones, su elegancia, su estilo atemperado, su agilidad y –cuando la ocasión lo requiere- su ironía y sus comentarios acerados.

Otro hecho que me parece interesante reseñar es que al igual que Odiseo, sabe hacer oídos sordos a los cantos interesados y malévolos de algunas sirenas. Es certero el reconocimiento y la deuda que tenemos hacia quienes nos han precedido. Confieso que me dieron que pensar sus interpretaciones y comentarios sobre la inconsistencia de lo que se suele tener por perdurable.

Tiene más importancia de la que parece hablar de lo que consideramos justo y ético y de las líneas rojas que no debemos pisar sin perder la dignidad. Leer a Huizinga es comprender lo que nos ayuda a vivir alerta, tener un sentido de la historia y analizar nuestro presente y analizarnos a nosotros mismos, para hacernos más conscientes de nuestros deberes cívicos y de nuestra naturaleza.

Los intelectuales y, quizás de forma especial, los historiadores, han de ser conscientes de la necesidad del compromiso, de pensar críticamente, de expresar sus ideas y de hacer frente al afán uniformador y ‘castrante’ de los totalitarismos. Cuando era profesor en Leiden fue detenido por los nazis. Probablemente los sufrimientos ocasionados por las persecuciones de que fue objeto y su destierro influyeron, no poco, en su muerte en 1945.

¿De qué se ocupó principalmente? Es un pensador original en la medida en que investiga y reconstruye las formas de vida y pautas culturales del pasado. Siguen siendo validos como método sus análisis críticos para la reconstrucción de los hechos históricos. Quiero exponer que destaca por su magnífica y brillante prosa.

No es inútil en modo alguno, volvernos a preguntar ¿por qué vuela la paloma kantiana? El aire parece dificultar el vuelo de sus alas. No es difícil advertir, sin embargo, que es precisamente el aire lo que posibilita el vuelo. Investigar algo a fondo es sumergirse, analizar con rigor e interpretar. Cuanto mejor lleguemos a conocer un periodo histórico somos más conscientes de la necesidad de una visión de conjunto.

Es tremendamente útil la capacidad de interesarse por las ideas ajenas, para coincidir o para discrepar. Cuando un pensador sabe nutrirse del legado de otros gana en hondura y en precisión. Puede que la Historia sea un espejo roto. Aun así, es una tarea valiosa el reunir los trozos, procurando que encajen lo mejor posible y eliminando el polvo, la suciedad y los restos del paso del tiempo… contemplar los hechos con vivacidad, con su fuerza, colorido y pasión…

La tradición historicista, tan frecuentemente proclive a los dogmatismos desde mi punto de vista, ha hecho mucho daño. Por donde ha pasado ha dejado, tras de sí, un montón de escombros. Es vana la pretensión de reflexionar sobre la historia con la sola ayuda de un tintero y una pluma. La memoria es frágil y, desde luego, la tinta no es imborrable. Por eso, tantos historiadores de la cultura y filósofos de la historia nos han legado si, una descripción e interpretación de los hechos, mas les falta pasión y altura de miras y suele estar ausente, por ejemplo, todo aquello concerniente a la vida cotidiana.

Con la que está cayendo a finales de 2022, cuando la decadencia y hasta el fin de una era es palpable y somos testigos de una agonía lenta, dolorosa y cada día más perceptible, no está de más que nos atrevamos, de cuando en cuando, a ‘bucear’ en el reino de los conceptos y de las palabras y que reflexionemos críticamente sobre, lo que de ficción interesada, tiene lo que nos han venido contando. Frente a tantos tópicos y tergiversaciones nos pueden ayudar y mucho, a salir del laberinto algunas lecturas criticas que nos abran los ojos... y nos ayuden a mirar más allá. El horizonte es amplio y, es un error, someterlo a la estrechez y limitaciones meramente historicistas.

Johan Huizinga nos aporta obras decisivas –especialmente sobre los siglos XIV y XV- y sobre todo, un método de análisis que nos permite conocer más y mejor nuestro pasado. Digo esto, porque cuando leemos y disfrutamos sus penetrantes estudios sobre la Baja Edad Media, sobre el Renacimiento o sobre la Reforma advertimos que su ‘modus operandi’ puede trasladarse a otros momentos de la Historia. No hay que olvidar que el conocimiento y las apelaciones constantes a la literatura y a la filosofía suponen en muchos aspectos un valor añadido.

En este breve ensayo voy a exponer algunas ideas sobre El otoño de la Edad Media, sobre Homo Ludens junto a algún breve comentario en torno a su Erasmus, que data de 1925. Tuve la ocasión de leer, casi simultáneamente este libro, junto a la biografía que dedica Stefan Zweig al humanista de Rotterdam. No son pocas las coincidencias a la hora de analizar a este singular personaje aunque también existe alguna que otra discrepancia, en cualquier caso son aproximaciones pertinentes y exigentes a un tiempo, sobre un hombre sabio y un tanto escéptico que había de moverse en un mundo en crisis. Por encima de todo, hay que destacar la tolerancia, curiosidad intelectual y prudencia de Erasmo de Rotterdam que le permitió sobrevivir en unos momentos en que el fanatismo empezaba a oscurecer el paisaje. Vicente Huidobro escribió un poema bajo el título Ocaso en el espejo que finaliza con estos dos versos “en el espejo acuoso muriendo va la tarde / en una despedida interminable”. No se puede decir mejor ni de forma más rotunda.

Johan Huizinga es desde luego, un pensador que sabe plasmar con acierto los periodos históricos de decadencia. La historia es un perpetuo extinguirse y renacer. Uno de sus meritos incuestionables es analizar y apreciar la importancia que tienen no sólo las ideas sino las emociones, los valores, las expectativas, las imágenes y los símbolos, ya que influyen poderosamente en los momentos crepusculares.

Es posible hacer historiografía desde supuestos bien distintos, desde ópticas y puntos de vista diversos. Huizinga lo hace recurriendo a un artificio original y, por lo mismo novedoso. Analizar la historia como la idealización que cada época realiza de sí misma. Considero que debe releerse El otoño de la Edad Media, bajo estos supuestos, es una invitación y una propuesta no poco arriesgada pero fructífera.

Es posible que todo sea pasajero. Es una dificultad enorme, por consiguiente, captar la fugacidad y acertar a plasmarla. De todo periodo histórico se desprenden hilos sueltos. Esos hilos sueltos muchas veces entrelazan el pasado con nuestro presente. Es un motivo más para seguir buscando aquellas claves que nos permitan entendernos mejor a nosotros mismos como ‘seres en la historia’.

Para estudiar con profundidad un periodo, conviene partir de un tiempo y un lugar determinado e ir extendiendo las reflexiones en círculos cada vez más amplios. Observar con detenimiento la decadencia del Medievo, es fijar la atención en la aparición y crecimiento de lo que hemos dado en llamar Renacimiento. Tiene mucha importancia, nada más y nada menos que ‘contemplar’ el nacimiento de la Edad Moderna, captando y resaltando sus momentos aurorales.

En su Homo Ludens fija su atención en el juego como epifenómeno de la cultura. El hombre no es sólo ‘pensamiento y palabra’ como algunos han supuesto, ni ‘trabajo’ como otros sugieren. Para Huizinga, sin despreciar lo que se desprende de la consideración de Homo sapiens y de Homo faber, hay que considerar el valor crucial que para el desarrollo del ser humano tiene y ha tenido el juego. De ahí la importancia del Homo ludens.

Es muy esclarecedora la reflexión que realiza entre juego y libertad ¿Por qué jugamos? Porque necesitamos dar rienda suelta a nuestra creatividad, porque nos encanta competir, inventar e inventarnos nuevas pautas de entretenimiento… en definitiva porque somos libres. No carece de importancia, desde luego, que de la lectura del libro se desprende la íntima relación entre juego y deporte. Puede afirmarse que desde que apareció el libro no existe ningún tratado serio sobre el deporte que no lo tenga en cuenta.

No puede ni debe estudiarse la historia sin ‘encajarla’ en unas coordenadas ideológicas y morales. Si se quiere realizar un análisis amplio, hay que tener en cuenta el papel de la política, de la economía y de cómo organizamos y por qué la vida social. Es oportuno preguntarse y ensayar respuestas a ¿cuáles son las causas que contribuyen a resquebrajar el orden establecido, en un momento dado?

Huizinga elabora, nada más y nada menos, que una teoría de la decadencia. Vivimos momentos en que cada vez se teoriza menos sobre el sentido de la historia. Una pregunta pertinente, desde luego sería ¿A quién importa, hoy cuál fue el curso de los acontecimientos que nos condujeron a un determinado periodo histórico?

Es preocupante que cunda el pesimismo por doquier y que no pocos análisis conduzcan irremediablemente a un callejón sin salida. He considerado siempre a Ortega y Gasset más un ensayista que un filósofo. Sabía captar muy bien el valor de presente y de futuro de una obra. Por eso no es baladí que califique a Homo Ludens como egregio libro.

Muchas veces recuerdo unas palabras del propio Huizinga la cultura misma ofrece un carácter de juego. Considero que no se le ha extraído todo el jugo a este planteamiento y que no estaría nada mal retomarlo y dimensionarlo precisamente en estos tiempos en que la decadencia es palpable y todo se cuestiona, que es lo mismo que decir que todo carece de valor.

Una pregunta que deberíamos hacernos con más frecuencia y que Johan Huizinga responde de forma oblicua, que constituye una manera inteligente de dar respuestas es: ¿cómo y por qué estamos inmersos en un momento histórico no sólo decadente sino falto de iniciativa? Tal vez esta indagación nos lleve a apreciar la pesada losa que es el ’conformismo’ que nos aplasta y que nos hace, por ejemplo, estar convencidos de que nuestros descendientes vivirán peor que nosotros.

Quizás deberíamos salir sin miedo y con determinación en busca de la política y desterrar –sería, desde luego, saludable- tanta mirada líquida, lánguida y desde luego pasiva e inútil.

Cuando el hombre renuncia voluntariamente a su condición de ‘ser político’ está abdicando de lo mejor de sí mismo y renunciando a percibirse como ‘ser histórico’ y responsable de ordenar su convivencia.

No queremos darnos cuenta de que algunos han privatizado en beneficio propio la utopía, dando lugar a un temor hacia un futuro desorientado.

No sé si serán o no pertinentes las reflexiones que he realizado. Estoy convencido, no obstante, que en estos momentos de fuerte pesimismo releer a Huizinga aporta no poca lucidez y un escepticismo prudente, pero que no nos aparta en absoluto de continuar preguntándonos ¿cómo hemos llegado hasta aquí? y, sobre todo, ¿cómo salir de este atolladero en el que estamos atrapados?

 

Profesor Emérito de Historia de la Filosofía, Colabora o ha colaborado en revistas de pensamiento y cultura como Paideía, Ámbito Dialéctico, Leviatán, Temas de Hoy o la Revista Digital Entreletras.

Ha intervenido en simposios y seminarios en diversas Universidades, Ha organizado y dirigido ciclos de conferencias en la Fundación Progreso y Cultura sobre Memoria Histórica, actualidad de Benito Pérez Galdós, Marx, hoy. Ha sido Vicepresidente del Ateneo de Madrid.

Tu opinión importa. Deja un comentario...

Los comentarios que sumen serán aceptados, las críticas respetuosas serán aceptadas, las collejas con cariño serán aceptadas, pero los insultos o despropósitos manifiestamente falsos no serán aceptados. Muchas gracias.